En defensa de Casanova
Comenc¨¦ a leer las memorias de Giacomo Casanova con muchos prejuicios. Sin embargo, a medida que le¨ªa, un nuevo personaje se me iba apareciendo.Casanova cuenta que el placer que obtiene de su relaci¨®n con las mujeres procede principalmente del placer que ¨¦l les proporciona. Afirma tambi¨¦n que no le gusta tener relaciones con mujeres cuyo idioma desconoce porque el mejor placer, el di¨¢logo, desaparece. Ante el lesbianismo adopta una postura de divertimento y curiosidad, pero nunca de asco o virilidad ofendida. A menudo recuerda a sus amigas que la libertad de la mujer radica en su independencia econ¨®mica, y cuando una mujer puede resultar perjudicada por haber mantenido una relaci¨®n con ¨¦l, se ocupa personalmente de buscar una soluci¨®n (en aquella ¨¦poca, un marido bien situado y un contrato matrimonial favorable a la mujer). Su relaci¨®n con las mujeres no se limita, por tanto, a apuntarlas en la lista de sus conquistas y olvidarlas.
Como hombre de su tiempo, comparte muchos de sus perjuicios hacia las mujeres, y en ocasiones utiliz¨® la ingenuidad de algunas, como hizo tambi¨¦n con la ingenuidad de algunos hombres, para su propio inter¨¦s, pero nunca las consider¨® o trat¨® como la mayor¨ªa de sus coet¨¢neos ilustrados (Rousseau confiesa que compr¨®, a medias con otro hombre, una ni?a para criarla como futura amante y que mantuvo y present¨® a su mujer como criada por prejuicios sociales).
Si Casanova viviera ahora, creo que m¨¢s ser¨ªa defensor de la causa feminista que uno de esos galanes seductores, de actitud cuasimis¨®gina, a los que la se?ora Pu¨¦rtolas considera sus disc¨ªpulos.- . .
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