Un oasis en medio del desierto
Vitoria despidi¨® su Festival de Jazz incidiendo en la t¨®nica que ha marcado toda la semana: m¨²sica abundante a cualquier hora y ocupando la ciudad hasta conseguir que una sensaci¨®n festivalera se apodere de toda la poblaci¨®n. El n¨²mero de conciertos ha superado la treintena sin contar el jazz en la calle y teniendo en cuenta que muchas jam sessions se han alargado hasta la salida del sol. Vitoria ha vivido en jazz durante siete d¨ªas, un oasis en medio del desierto cotidiano.Resulta dif¨ªcil hacer un resumen de la semana jazz¨ªstica alavesa porque sus picos de inter¨¦s han sido varios. Uno, posiblemente el m¨¢s importante, se ha centrado en la programaci¨®n de tarde del llamado Jazz del Siglo XXI que este a?o ha brillado con una calidad inusitada.
Los cuatro conciertos programados en el Teatro Principal no s¨®lo han sido magn¨ªficos sino que han mostrado a la perfecci¨®n cuatro caminos diferentes, pero cercanos, por los que camina el mejor jazz actual al margen de las multinacionales discogr¨¢ficas. El Jazz del Siglo XXI se abri¨® con dos presencias tan notables como las de Michel Portal y Richard Galliano, continu¨® con ese proyecto aparentemente disparatado sobre m¨²sicas de Mahler perpetrado por el pianista norteamericano Uri Caine.
Aguas pantanosas
En sus dos ¨²ltimas sesiones esta mod¨¦lica parcela del festival acogi¨® al tr¨ªo Baron Down del bater¨ªa Joey Baron con uno de los grandes saxofonistas de la escena neoyorquina, Ellery Eskelin, y al tr¨ªo del pianista mallorqu¨ª Agust¨ª Fern¨¢ndez con otros dos pilares de esa misma escena neoyorquina: el contrabajista William Parker y la bater¨ªa Susie Ibarra.Joey Baron mostr¨® un camino marcado por la iron¨ªa y una minuciosa construcci¨®n de cada tema convertido en una peque?a obra maestra en miniatura de la que el ritmo y la b¨²squeda de sensaciones imperaba sobre una supuesta melod¨ªa, presente pero no evidente.
Agust¨ª Fern¨¢ndez, por su parte, se zambull¨® en aguas m¨¢s pantanosas y prospectivas con la improvisaci¨®n por bandera. El pianista mallorqu¨ªn, amparado por el trabajo inventivo y seductor de Parker e Ibarra, se lanz¨® una vez tras otra al vac¨ªo, un triple salto mortal sin red con resultados sorprendentes y reconfortantes.
La despedida del certamen en Mendizorrotza estuvo marcada por dos conciertos tambi¨¦n muy diferentes: el rhythm and blues trepidante de Taj Mahal y el funk un tanto pesado y reiterativo de Marcus Miller.
Posiblemente si el festival hubiera concluido con la euforia que Taj Mahal supo contagiar al p¨²blico puesto en pie que coreaba su Ooh Poo Pah Doo se hablar¨ªa de un final de certamen apote¨®sico pero la pretenciosidad de Miller consigui¨® que cayera el tel¨®n con un regusto diferente que, por supuesto, no empa?¨® la magn¨ªfica y efervescente actuaci¨®n del blusero neoyorquino que le hab¨ªa precedido en el escenario.
Taj Mahal trajo rhythm and blues del mejor, directo y contagioso. Amparado en una banda s¨®lida en la que destacaron tanto un ¨®rgano Hammond que llenaba todos los huecos como un saxo tenor y una trompeta terriblemente efectivos, Taj Mahal se pase¨® entre el blues m¨¢s puro y el m¨¢s r¨ªtmico y salpicado de esencias caribe?as y fue calentando al personal hasta conseguir que todo el podeliportivo puesto en pie bailara y coreara sus imposibles estribillos. Tras esa explosi¨®n de entusiasmo la oferta de Marcus Miller qued¨® bastante pobre.
La de Taj Mahal ser¨¢ una de las actuaciones a recordar de esta 22? edici¨®n del Festival de Jazz de Vitoria y a su lado ser¨¢ necesario colocar todo el paquete del Siglo XXI, el recuerdo a George Gershwin de las hermanas Lab¨¨que, el estallido flamenco-jazz¨ªstico del grupo de Jorge Pardo y Carles Benavent y las descargas nocturnas de la Fort Apache Band de Jerry Gonz¨¢lez.
Babelia
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