Al presidente de la Diputaci¨®n de Valencia
La reciente liquidaci¨®n de la IVEI ejemplifica el drama de una sociedad que -tras 20 a?os de democracia- ni siquiera en el ¨¢mbito de la producci¨®n cultural y de la investigaci¨®n cient¨ªfica ha sabido encontrar esa m¨ªnima base consensuada que permite al individuo sentirse miembro de una comunidad a pesar de las divisiones que inevitablemente la recorren. Este hecho ha tenido su reflejo en la peripecia personal de quienes nos hemos visto obligados a velar la agon¨ªa de la Instituci¨®n y asistir a su entierro. Como ni usted, presidente Taranc¨®n, ni el diputado de Cultura, Antonio Lis, han tenido a bien a dedicar cinco c¨¦ntimos del tiempo que ha durado este proceso a escuchar a sus funcionarios, me va a permitir que le explique ahora lo que no tuve ocasi¨®n de hacer antes. A finales de 1983 me incorpor¨¦ a la Instituci¨®n Alfonso el Magn¨¢nimo desde otro Departamento de esa Diputaci¨®n. El Decreto de Presidencia por el cual se me adscrib¨ªa a lo que ya se conoc¨ªa como el Magn¨¤nim invocaba "las necesidades del servicio". Debo se?alar, no obstante, que tambi¨¦n se tuvo en cuenta mi opini¨®n y que acept¨¦ de inmediato el traslado. Al fin y al cabo se trataba de colaborar en un proyecto que se estaba mostrando fecundo para la sociedad que lo sustentaba. Mis expectativas en lo que luego ser¨ªa la IVEI se cumplieron en todos los sentidos. Nunca me arrepentir¨¦ de haber tomado aquella decisi¨®n. Fueron a?os muy buenos durante los que vi consolidarse un equipo estable de 18 empleados p¨²blicos que permiti¨® trabajar con m¨¢s sosiego (pero no con menos ilusi¨®n) a la media docena escasa que hab¨ªa conocido los heroicos primeros tiempos del Magn¨¤nim bajo el mandado del presidente Girona. Digo primeros tiempos porque cosa diferente fue la ¨¦poca de don Arturo Zabala, persona elegante y discreta que sigui¨® yendo por la IVEI como por su casa y que enseguida se gan¨® el respeto y el aprecio de quienes all¨ª trabaj¨¢bamos y no hab¨ªamos podido conocerle personalmente antes. Siempre me llam¨® la atenci¨®n el alto grado de implicaci¨®n en la empresa de casi todos los contratados laborales y funcionarios de la IVEI, desde los jefes de servicio hasta el ¨²ltimo subalterno, desde los que resistimos hasta el final hasta los que se fueron antes tras otras expectativas profesionales m¨¢s atractivas desde un punto de vista estrictamente funcionarial. En cualquier caso, la gente estaba orgullosa de trabajar en el Magn¨¤nim. La revista Debats superaba con creces el millar de suscriptores, cosa ins¨®lita en este pa¨ªs y para un producto de tales caracter¨ªsticas. El millar alcanzaron tambi¨¦n, en n¨²meros redondos, las investigaciones que se financiaron, los libros -?de una editorial p¨²blica y perif¨¦rica!- estaban en las librer¨ªas y se vend¨ªan. Llegaban pedidos desde los lugares m¨¢s inesperados, peticiones de donativos desde Am¨¦rica, lleg¨® a tejerse una red estable de contactos con las universidades, editoriales y revistas europeas m¨¢s conocidas. Hubo que formalizar relaciones comerciales con varios pa¨ªses latinoamericanos. Lleg¨® el reconocimiento del trabajo bien hecho y, entre quienes lo hac¨ªamos, la satisfacci¨®n de saberse empleados p¨²blicos prestando un buen servicio p¨²blico. El lodo que arrojaba peri¨®dicamente sobre la IVEI el cainismo local nunca pudo empa?ar ni este sentimiento ni aquel orgullo. En 1995 llegaron ustedes y pas¨® lo que muchos se tem¨ªan. Por razones de equilibrio mental no voy a rememorar ahora los tres a?os escasos que ha durado la IVEI bajo su mandato. La pretensi¨®n de poner nuestra profesionalidad al servicio de los nuevos responsables manteniendo el nivel alcanzado tras a?os de esfuerzo pronto se revel¨® bald¨ªa. Primero con estupor, luego con indignaci¨®n, finalmente con abatimiento, he visto c¨®mo se malbarataba un patrimonio cultural de todos los valencianos que ustedes ten¨ªan la obligaci¨®n de seguir desarrollando. Pocos ejemplos habr¨¢ de mayor torpeza en la gesti¨®n de una instituci¨®n p¨²blica, de mayor dejaci¨®n en la defensa de un centro de trabajo intelectual prestigioso frente a los ataques de la caverna. Despu¨¦s de interminables meses de incertidumbre y de tener que estar dando la cara como empleados p¨²blicos intentando explicar lo inexplicable a autores, agencias literarias, clientes y proveedores, la agon¨ªa lleg¨® a su fin. Presidente Taranc¨®n: mentir¨ªa si dijera que no esperaba algo parecido. Lo que no me esperaba de ninguna de las maneras es la vileza con que han tratado a un grupo de funcionarios que no han cometido otro delito que el de ser testigos forzosos de este desafuero. Mediante un decreto que rezuma autoritarismo, nos han expulsado de unas plazas que ocup¨¢bamos en propiedad y nos han negado nuestro derecho a continuar trabajando en la refundada Instituci¨®n Alfonso el Magn¨¢nimo, donde est¨¢bamos mucho antes de que usted tuviera algo que ver con esta Diputaci¨®n. En mi caso concreto, se ha inventado una plaza en el IVAF (para que se entienda: Instituto Valenciano de Sordomudos) que no responde a ninguna necesidad objetiva del servicio ni tiene otra finalidad que la de dar apariencia de legalidad a una represalia pol¨ªtica con la que se castigan dieciocho a?os de trabajo en la Administraci¨®n. Una plaza en la que dif¨ªcilmente puedo ganarme el sueldo, porque poco tengo que hacer en ella, y que demuestra de manera fehaciente el respeto que tienen ustedes por los sordomudos y por quienes trabajan con ellos, y la irresponsabilidad con que manejan unos recursos p¨²blicos que tienen la obligaci¨®n de administrar con cuidado exquisito. Una plaza que no es sino la puerta de ingreso en el honorable y ya numeroso grupo de los funcionarios depurados. M¨¢s a¨²n: la plaza es provisional (todav¨ªa me puede ir peor), tiene unas caracter¨ªsticas que me retrotraen al principio de mi carrera funcionarial, y para poder ocuparla me obliga usted a firmar previamente un Acta de Aceptaci¨®n Voluntaria de Condiciones del Puesto de Trabajo que incluye la renuncia expresa a ulteriores reclamaciones. Excmo. Sr. Presidente, Ilmo. Sr. Diputado de Cultura: ser¨ªa pretencioso por mi parte comparar esta peque?a odisea personal con la que padecieron tantos funcionarios desafectos de esa Corporaci¨®n durante los a?os cuarenta. Afortunadamente, aquello ya no puede volver, lo que por una parte es un consuelo, pero por otra no me impide sentir que he sido tratado de manera absolutamente vejatoria. De lo que han hecho con la IVEI se derivan sin duda responsabilidades que determinan los tribunales de Justicia, ante los que he presentado una demanda en defensa de mis derechos profesionales y de mi dignidad personal. Sea cual sea el resultado, a quien entr¨® en el Magn¨¤nim hace 15 a?os con mucha ilusi¨®n le ser¨¢ dif¨ªcil olvidar la amargura con que ha salido de la IVEI..
Enric Sanchis es funcionario de carrera de la Diputaci¨®n de Valencia y ha sido Jefe del Servicio de Publicaciones de la IVEI hasta su disoluci¨®n
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