Lo de Acerinox
FERNANDO QUI?ONES Honradamente, echando a un lado antes que nada el escr¨²pulo a pasar por ignorante o tontorr¨®n ingenuo, valga hacer constar el indesgastable asombro causado por la frecuencia con que ocurren lances semejantes al de Alnalc¨®llar-Do?ana. O este mismo mes, sin movernos de nuestra Andaluc¨ªa, el de Acerinox, la vasta factor¨ªa campogibraltare?a. As¨ª como su abundancia, la extensi¨®n universal de tales desgracias tampoco disminuye en nosotros la sorpresa de sus repeticiones. Empecinadamente, continuamos sin entender que la tecnolog¨ªa, con punta o sin ella, sea incapaz de asumir y neutralizar los plurales riesgos que engendra, desde sus primeras a sus ¨²ltimas consecuencias. Motivos econ¨®micos y de abaratamiento, que empujan a la indebida chapuza peligrosa, o bien impasables negligencias, imprevisiones y descuidos, se traducen de inmediato en el confuso y sonrojante cuadro de minimizar los accidentes mintiendo a calz¨®n quitado, escurrir el bulto a la desesperada, y all¨¢ penas y asunci¨®n de responsabilidades. Para no perder la costumbre, en cuanto a los escapes radiactivos de Acerinox y entre otros detalles, la reducci¨®n de su importancia, el silencio de las autoridades de La L¨ªnea de la Concepci¨®n o la a¨²n m¨¢s reciente declaraci¨®n de que la mucha sensibilidad de las alarmas puede llegar a accionarlas (como en efecto ha vuelto a suceder) son cartas de una misma baraja, que ha llegado en otra al rep¨®ker de ases: la conferencia del "experto" proclamador de que la venenosa avalancha del Guadiamar ha sido solamente "una riada m¨¢s" (palabras textuales del caballero conferenciante; ya hacen falta rostro, un buen sobre o tal vez las dos cosas). Respecto al caso de Acerinox, y pese a los acostumbrados intentos de quitar importancia al incidente, el testimonio de hortalizas comarcales m¨¢s o menos "tocadas", de polvo casero con gui?os de ceniza radiactiva o de pa?os de limpieza con iguales estigmas, no han faltado en los an¨¢lisis posteriores al desaguisado, demostr¨¢ndose asimismo que el material de acero contaminado irradiaba veinte veces menos de lo que la naturaleza humana asume cada d¨ªa de procedencias naturales, el sol por ejemplo. As¨ª las cosas, el asunto ser¨¢ llevado en septiembre a una movida que la OIEA (Organizaci¨®n Internacional para la Energ¨ªa At¨®mica) celebrar¨¢ respecto a estos temas, lo cual da cuenta de su importancia. En verdad, y en muchos casos, no cabe atribuir la calamidad a una sola fuente u organizaci¨®n responsable, ya que es la conclusi¨®n o remate de una cadena de fallos. Resulta alarmante, por ejemplo, que la ciudad de C¨¢diz est¨¦ soportando sistem¨¢ticamente el paso de camiones con cargas de peligro radiactivo, desembarcadas en su puerto, y fue Acerinox quien rechaz¨® la entrada de uno de esos camiones, portadores de mercanc¨ªa contaminada. Toda prudencia es poca; la indefensi¨®n radiactiva en que estos riesgos nos pone alcanza a cualquier punto del planeta, pues su capacidad viajera es casi incalculable.
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