Noche de duendes
La pregunta m¨¢s graciosa de la noche: "Cuando hablan Raimundo y B. B. King, ?en qu¨¦ idioma se entender¨¢n?". La respuesta, quiz¨¢ de alto contenido po¨¦tico, resida tal vez en esos duendes que aqu¨ª, en Espa?a, adoptan el ensortijado aspecto de los flamencos; pero que en la otra orilla, en el delta del Mississip¨ª, ti?en el color de su piel para encarnar al bluesman.Mano a mano, como en el tango, la noche madrile?a hizo un hueco a ambos guitarristas en el coso taurino para que pudieran liberar a esos duendes que discurren entre la guitarra espa?ola y la el¨¦ctrica. Entre Gerundina y Lucille. El paisanaje, por su parte, acudi¨® en masa. Como presintiendo que se trataba del concierto m¨¢s importante de este verano que ya va por la mitad.
Abr¨ªa el espa?ol con dos piezas que hicieron elevarse el ya de por s¨ª caliente ambiente hasta el delirio del cari?o. La gente, en Madrid y en todas partes, quiere a Raimundo y lo valora a la altura de lo que realmente es: el genial creador del flamenco-rock. Para la ocasi¨®n -y para grabarse un flamante ¨¢lbum en vivo- el mayor de los Amador invit¨® a un brillante plantel de figuras que cumplieron casi siempre con la tarea de acompa?ar al extraordinario guitarrista: el viejo compadre Kiko Veneno, la resucitada -art¨ªsticamente- Remedios Amaya, que descendi¨® como pudo y supo el Camar¨®n de Pata Negra; el rockero montuno Juan Perro, con el que Raimundo rescat¨® el viejo blues Love in vain,... Al final lleg¨® la sorpresa, con la incorporaci¨®n del mism¨ªsimo B. B. King que, tras pelearse durante unos minutos con el amplificador, trat¨® de hincarle la dentadura a los aires aflamencados de Boller¨¦ con relativo acierto. A la gente, desde luego, le dio lo mismo. Raimundo obtuvo su bonito disco en directo y el personal disfrut¨® a rabiar.
Despu¨¦s le toc¨® el turno al veterano maestro, quien, por una vez, abandon¨® su inc¨®modo traje con pajarita y sali¨® a actuar con sahariana; tan ricamente y tan fresquito.
B. B. King acudi¨® a la cita -casi un festival- con su multitud de admiradores madrile?os arropado por una efectiva y numerosa banda en la que siempre destacaron el br¨ªo de la sesi¨®n de vientos y la extraordinaria labor del segundo guitarrista, m¨¢s dado a trastear por el jazz que por el blues.
El planteamiento sonoro, a diferencia de otras visitas del guitarrista norteamericano a nuestro pa¨ªs, estuvo sensiblemente m¨¢s enfocado a que la gente apreciara aspectos m¨¢s l¨²dicos y llevaderos del blues. Sonaba m¨¢s festivo, aunque sin renunciar nunca a la elegancia y el terciopelo, que son marca de la casa.
A gran altura
Como los temas de Mr. King se parecen entre ellos como una gota de agua a otra -a veces no cambia ni de tono, s¨®lo de ritmo-, es dif¨ªcil establecer diferencias entre unos y otros. Todos brillaron a gran altura con especial menci¨®n a dos de los cl¨¢sicos m¨¢s gloriosos: Every day I have the blues y Rock me baby. Fue una noche en la que todos los duendes, flamencos o blueseros, acabaron bailando juntos en la puerta de toriles.
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