Habana City
DOS LENGUAS. No est¨¢ claro que exista relaci¨®n alguna entre la bancarrota de la Fundaci¨®n Hispano Cubana y la complacencia del ministro cubano de Exteriores por la luna de miel que vive el Gobierno del PP con el de la revoluci¨®n. Es posible incluso que las subvenciones p¨²blicas espa?olas que van a tranquilizar las arcas de ese Memorial Mas Canosa dejen de tener posibles efectos subversivos y pasen a remediar la necesidad de un pueblo que pide o se prostituye por las calles de una sociedad que habla dos lenguas: la del d¨®lar y la del peso. Bien es verdad que la del peso es una lengua que apenas franquea puertas en Cuba, como no sean las de la escuela, el hospital y el transporte p¨²blico.FUTURO. Si preguntas a alguien en La Habana qu¨¦ va a pasar el d¨ªa en que falte Castro, le cuesta responder. Quiz¨¢ por ese reparo que hay en las familias a mentar la muerte del padre o porque creen imposible tal eventualidad. Si la previsible muerte de Castro significa la vuelta de los Mas Canosa boys, este asunto de las dos varas de medir -d¨®lar y peso- no parece que vaya a desaparecer, sino, por el contrario, a desarrollarse. De hecho, Castro, con la colaboraci¨®n de los inversores europeos, debe de estar prepar¨¢ndoles el camino en la convivencia del capitalismo y sus apetitos con el fervor¨ªn anacr¨®nico de la revoluci¨®n, que se torna rid¨ªculo en el contraste y ya s¨®lo consumen los m¨¢s desfavorecidos.
GAVIOTAS. Vistiendo a los desfavorecidos vi algunas camisetas del PP, con sus gaviotitas, y di por sentado que se trata de una de las formas que la Fundaci¨®n Hispano Cubana ha establecido para llegar a su d¨¦ficit o, mejor pensado, un modo de ayuda humanitaria. No consta que el nuevo embajador de Espa?a se dedique a distribuirlas y la liberalidad del r¨¦gimen queda demostrada en la capacidad de cualquier cubano para llevar en su pecho el anagrama que quiera -gaviotas incluidas- sin que sea detenido por propaganda subversiva.
PATRIMONIO. Pocos lugares como La Habana para celebrar un congreso de restauradores del patrimonio como el que acaba de celebrarse all¨ª. Yo descubr¨ª un lado de morboso inter¨¦s ante la ruina en mis amigos restauradores: se excitan viendo el deterioro. Tuve la impresi¨®n, al contemplar los efectos devastadores de la desidia y la carencia en las bell¨ªsimas cornisas y balcones que amenazan con caerte encima, de que una guerra interior de humedades y termitas se hab¨ªa desatado en el interior de las amplias casonas habitadas por familias numerosas y por numerosas familias. Viven acostumbrados a la devastaci¨®n y, en la medida en que avance la tarea restauradora de Eusebio Leal, el historiador de la ciudad, que avanza, amenazados con el desahucio. Ahora mismo, est¨¢n recuperando la Plaza Vieja, pero han empezado por el pavimento y por traerse de Carrara una fuente de m¨¢rmol, sin caer en la cuenta de c¨®mo se exhibe la miseria en algunas casas de su entorno. El contraste de esas terrazas, donde se acumulan los trastos y se tiende la ropa de los pobres, con las boutiques exquisitas de las m¨¢s finas marcas, que pretenden exhibir sus perfumes y sus modelos en los bajos, vuelven a mostrar la contradicci¨®n entre la sociedad del d¨®lar y la del peso. Habr¨¢ que trasladar a los inc¨®modos inquilinos.
DOBLE MORAL. Eusebio Leal es un castrista de toda confianza, capaz de vivir personalmente sus contradicciones de cat¨®lico y revolucionario y de asumir con todo entusiasmo, desde su Oficina del Historiador de la Ciudad, una nueva: la del capitalismo y sus afanes. Tienen en com¨²n la doble moral. Pero este estado de cosas tampoco debe constituir especial aflicci¨®n para el cardenal arzobispo de la ciudad, porque, seg¨²n me cuenta el empleado que me ense?a la catedral, pasa mucho tiempo en el extranjero y le ocupa m¨¢s su tarea pastoral de asuntos exteriores que la doctrina social.
EL JUEGO. En el moderno aeropuerto de La Habana me encontr¨¦ con un empresario amigo que, lleno de euforia, me cont¨® los cientos de millones que est¨¢ invirtiendo en Cuba. Yo hab¨ªa pensado que la gente del dinero podr¨ªa ofrecerme una predicci¨®n m¨¢s precisa sobre el futuro de la isla que las que te hacen las santeras con las caracolas. Pero no: la gente del dinero tambi¨¦n juega en los casinos.
POSDATA. El viajero quiso comprar fotos antiguas en La Habana y el vendedor lo llev¨® a su casa. La abuela, apostada en un rinc¨®n, manten¨ªa su elegancia y su belleza antiguas. Al mostrar el vendedor las fotos, el viajero reconoci¨® en ellas a la hermosa joven que la anciana hab¨ªa sido. Y renunci¨® a comprar la memoria cuando la necesidad obliga a venderla.
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