Mirando hacia atr¨¢s sin ira
Vaya por delante una declaraci¨®n. Me siento profundamente inc¨®modo con la sentencia condenatoria contra Barrionuevo y Vera, pero me sentir¨ªa casi tan inc¨®modo si los hubieran absuelto. Lo primero, porque me parece que las imputaciones de unos autoinculpados a la fuerza, que esperan ganar con ellas una eximente de obediencia debida o una soluci¨®n de punto final ante la mayor magnitud del caso, no son en modo alguno pruebas convincentes. Lo segundo, porque la democracia debe ser coherente consigo misma y la justicia ciega, castigando los delitos sin excepci¨®n, y porque solamente habr¨ªa cre¨ªdo enteramente en estos condenados si ellos mismos hubiesen iniciado el esclarecimiento del caso cuando pod¨ªan hacerlo. En ambas variantes, porque s¨®lo un c¨ªnico podr¨ªa aducir una total certidumbre (pero en el mundo de la justicia siempre se ha dicho: mejor diez culpables sueltos que un inocente en prisi¨®n). Creo que era obligado empezar por aqu¨ª para que nadie tenga que adivinar mi opini¨®n sobre el proceso y su final, pero la reflexi¨®n que quiero hacer es otra.Espa?a ha celebrado recientemente veinte a?os de Constituci¨®n y de democracia que, con sus deficiencias menores, pueden oponerse con satisfacci¨®n a cuarenta a?os de dictadura, un siglo de guerras civiles y medio milenio de atraso pol¨ªtico respecto de Europa central y septentrional. La democracia, para nosotros, es una novedad. No s¨®lo para el pa¨ªs como tal, sino para la mayor¨ªa de los individuos que todav¨ªa lo formamos, que nacimos y crecimos bajo la dictadura, o en la guerra civil, o en la Rep¨²blica que la alumbr¨®, o en la dictablanda anterior. Aunque los m¨¢s j¨®venes ya han nacido y crecido en la democracia, incluso ellos lo han hecho en familias y medios sociales marcados de un modo u otro por el pasado. Los no tan j¨®venes no s¨®lo lo fuimos en reg¨ªmenes no democr¨¢ticos, sino que durante mucho tiempo alimentamos proyectos no democr¨¢ticos, y nos cost¨® aprender a pensar en otra cosa.
La democracia no es simplemente un conjunto de instituciones y mecanismos, sino tambi¨¦n una ¨¦tica, un modo de conducta pol¨ªtico o, como dicen algunos, una cultura. No se improvisa ni se aprende en un d¨ªa, ni en unos pocos a?os, y, si miramos ahora hacia atr¨¢s sin ira, ni falsa indignaci¨®n, ni intereses partidistas, los GAL e incluso ETA pueden contemplarse como meros residuos del pasado; dolorosos y sangrientos, pero residuos al fin y al cabo. Ya s¨¦ que esto no ser¨¢ un consuelo para Marey ni otras v¨ªctimas del terrorismo antiterrorista, como tampoco para ninguna de las mucho m¨¢s numerosas v¨ªctimas de ETA. Lo que quiero decir es que, al d¨ªa siguiente de la transici¨®n a la democracia, eran muy pocos los que ya cre¨ªan plenamente en ella, independientemente de a d¨®nde pudiera conducirnos.
Hay que recordar que no fue Barrionuevo, sino Fraga, fundador y todav¨ªa prohombre del PP, quien dijo rotundamente que el mejor terrorista es el terrorista muerto. No s¨®lo eso, sino que al PP fue a parar toda la derecha montaraz espa?ola, durante tanto tiempo opuesta a la democracia o dispuesta a aceptarla s¨®lo a beneficio de inventario, en la medida en que no pusiera en peligro sus intereses o sus creencias m¨¢s profundas. Hay que recordar que en las filas del Partido Comunista de entonces y, sobre todo, en las de sus corrientes y escisiones prosovi¨¦ticas, leninistas o afganas, al igual que entre la ultraizquierda en general o entre los mao¨ªstas y trotskistas en particular -buena parte de cuyos restos sin reciclar arropan hoy estrechamente a Anguita-, la democracia burguesa era contemplada como una conquista y una fase transitoria que pronto habr¨ªa de ceder el terreno, qui¨¦n sabe c¨®mo -mejor no haber tenido ocasi¨®n de averiguarlo-, al verdadero socialismo, la democracia popular, de los s¨®viets o qui¨¦n sabe qu¨¦ -lo mismo-, as¨ª como que los miembros de ETA eran vistos desde ellas casi con cari?o, como compa?eros equivocados, pero compa?eros al fin y al cabo, protagonistas de la violencia de los oprimidos, quiz¨¢ inc¨®moda pero siempre presuntamente mejor que la de los opresores. Y hay que recordar tambi¨¦n que para el PNV los etarras fueron y siguieron siendo durante mucho tiempo los muchachos, los chicos de nuestras familias, sin duda demasiado inquietos, pero a la postre, con raz¨®n o sin ella, unos de los nuestros, por no hablar ya del doble lenguaje mantenido hasta hoy o de la din¨¢mica excluyente de cualquier nacionalismo en general y del vasco en particular, sobre todo de ese discurso que divide a las personas en dos, nosotros y ellos, y sientas una condici¨®n necesaria, aunque no suficiente, para tratar a los otros como nunca tratar¨ªamos a los nuestros.
Hab¨ªa dem¨®cratas, pero eran pocos. Abundaban y abundan, claramente, en Catalu?a, donde ni siquiera el efecto contagioso de ETA lleg¨® a hacer de Terra Lliure algo m¨¢s que un episodio ef¨ªmero y pintoresco. Creo que una de las cosas que muestran que Catalu?a es algo m¨¢s que un territorio y una lengua es precisamente este envidiable grado de madurez y de capacidad de convivencia mostrados antes, durante y despu¨¦s de la transici¨®n, hasta hoy, algo que la distingue con nitidez dentro de Espa?a y que se ha expresado en la serenidad con la que Converg¨¨ncia i Uni¨®, cualquiera que sea el juicio que a cada uno merezca su pol¨ªtica de alianzas, ha afrontado el ¨²ltimo periodo de la pol¨ªtica espa?ola. Hubo otros dem¨®cratas en la vida nacional, como los que enarbolaron las se?as liberales o democristianas en la primera hora, pero su absoluto fracaso electoral demostr¨® que estaban solos, que en Espa?a no hab¨ªa tradiciones democr¨¢ticas de centro-derecha. Quien sirvi¨® de veh¨ªculo a toda una corriente democr¨¢tica fue, sin lugar a dudas, el Partido Socialista. Mientras el resto de la izquierda especulaba sobre la dictadura del proletariado, la autogesti¨®n, el socialismo con rostro humano, etc¨¦tera, el PSOE apost¨® inequ¨ªvocamente y sin ambages por la democracia parlamentaria y garantista. Cuando los grandes partidos de la derecha (UCD y AP) se resist¨ªan a aceptar la legalizaci¨®n del PCE, el t¨ªtulo VIII de la Constituci¨®n, el control de las subvenciones escolares, el aborto..., el PSOE ya hab¨ªa dado pasos de gigante en la aproximaci¨®n al centro del arco pol¨ªtico y en la aceptaci¨®n incondicional de la democracia como proceso, como marco global de organizaci¨®n de la convivencia, cualquiera que fuera su contenido pol¨ªtico, econ¨®mico y social.
Aqu¨ª es donde reside la paradoja. Ya con UCD hubo terrorismo antiterrorista, y probablemente habr¨ªa habido m¨¢s de no ser por la debilidad permanente de esos Gobiernos que les llev¨®, para bien de todos, a una actitud siempre negociadora. No quiero pensar lo que habr¨ªa sucedido de haber seguido en el Gobierno, o vuelto a ¨¦l, en aquel entonces, el hombre que prefer¨ªa a los terroristas muertos. Por otra parte, no tiene mucho sentido especular sobre un imposible Gobierno en el pasado de lo que hoy es Izquierda Unida, pero, dado el fuerte peso que en su tradici¨®n y su herencia pol¨ªticas ha tenido siempre una concepci¨®n instrumental de la democracia, no creo que hubiese sido precisamente un dechado de garantismo, aunque los derechos en peligro habr¨ªan sido los de otros. El PSOE tampoco lleg¨® al Gobierno enteramente libre del pasado, y uno de los peores fardos que arrastraba es personificado claramente por Damborenea, el hombre que pensaba que el socialismo ha de estar en una lucha sin cuartel con el nacionalismo: de aquellos polvos, esos lodos, aunque yo sigo sin ver una explicaci¨®n convincente de hasta d¨®nde llegaron.
Este desfase entre unos y otros llega hasta hoy. Creo que ya puede afirmarse con seguridad que populares, comunistas y nacionalistas vascos est¨¢n incondicionalmente del lado de la democracia y contra la violencia, cualquiera que ¨¦sta sea. Una de las virtudes del largo proceso pol¨ªtico-medi¨¢tico en torno a los GAL -no hay mal que por bien no venga- es que, aunque en muchos casos y para muchos de sus actores haya podido consistir en hacer lo adecuado por motivos inadecuados, ha obligado a estas fuerzas a asumir y proclamar la defensa del Estado de derecho y de la convivencia pac¨ªfica en cualesquiera circunstancias. Sin embargo, tambi¨¦n creo que ese mismo proceso mostr¨® a algunos actores individuales y colectivos plenamente dispuestos a recurrir a todos los medios no violentos con tal de conseguir su objetivo, la dimisi¨®n de Gonz¨¢lez, rozando para ello las fronteras de la legalidad y traspasando con mucho las de la moralidad; y dio a aqu¨¦l, por cierto, la oportunidad de anteponer los intereses del Estado -es decir, los de la convivencia entre todos- a los suyos propios o a los de su partido en el tramo final de su ¨²ltima legislatura, cosa que ni ¨¦l ni su Gobierno hab¨ªan hecho ante las primeras denuncias de corrupci¨®n, en un cambio de actitud que el electorado le agradeci¨® con aquella derrota dulce contra todo pron¨®stico.
La suerte y la desgracia de los socialistas fue que el retraso en el aggiornamento de los dem¨¢s les hizo llegar a las responsabilidades del poder, quiz¨¢, un poco prematuramente. Siempre se ha dicho que las revoluciones devoran a sus hijos. Yo creo tan s¨®lo que la democracia espa?ola, como cualquier adolescente, no termina de aceptar que sus padres nunca fueron perfectos.
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