El gospel centra la clausura de un festival con amplia oferta
El anunciado Golden Gate Quartet no pudo participar en la jornada de clausura del Festival de San Sebasti¨¢n, a causa de la enfermedad que se le diagnostic¨® en Par¨ªs a su anciano l¨ªder, Orlandus Wilson (de 85 a?os). La organizaci¨®n reaccion¨® con rapidez y encontr¨® un sustituto adecuado en el Lavelle-Jerome van Jones Gospel Quartet, otra autoridad mundial en m¨²sica religiosa, de manera que el contratiempo no pareci¨® afectar al p¨²blico, que llen¨® el teatro Victoria Eugenia y disfrut¨® a lo grande con el espiritual colof¨®n. Igual que el a?o pasado, el festival se despidi¨® con una sesi¨®n inmaculada, casta y de moderado efecto euforizante, como si quisiera agradecer al cielo que se hubiera guardado la lluvia para d¨ªas menos se?alados que los seis que ha durado el acontecimiento.
A sabiendas de que en materia de m¨²sica religiosa las imitaciones est¨¢n muy mal vistas, se tuvo buen cuidado en escoger un aut¨¦ntico coro de iglesia, como pre¨¢mbulo a la actuaci¨®n principal. En efecto, los miembros del Philadelphia Gospel Seminars Choir, la mayor¨ªa entrados en a?os y alguno ya con bast¨®n, demostraron su genuino dominio idiom¨¢tico y la fuerza de su fe. Enfundados en vestiduras talares, de color malva las damas, y marfil los caballeros, practicaron un gospel can¨®nico, adulto y comedido, muy alejado de las convulsiones gratuitas que se marcan tantos suced¨¢neos del g¨¦nero. Estuvieron tan convincentes, que hasta consiguieron que la audiencia se levantara en pleno y se cogiera de las manos para entonar Unity. Poco despu¨¦s, la archiconocida Oh happy day sirvi¨® para llamar a escena a Lavelle, a su compa?ero en tareas vocales, Jerome van Jones, y a una escueta secci¨®n r¨ªtmica, compuesta por bajo el¨¦ctrico y bater¨ªa.
Voz ilustrada
La cantante se mezcl¨® entre el coro, sin darse importancia, a pesar de que podr¨ªa presumir de haber participado en una representaci¨®n del Mes¨ªas de Haendel, bajo la batuta de Georg Solti, a la tierna edad de 14 a?os. Pero su reputaci¨®n de vocalista, para todo terreno y ocasi¨®n, no proviene s¨®lo de la m¨²sica cl¨¢sica, porque su fuerte es el jazz, el rythm & blues y, por supuesto, el gospel, g¨¦neros en los que impone una voz ilustrada, expresiva y potente hasta lo autoritario. Sin embargo, tampoco cuando el cuarteto se qued¨® a solas en escena quiso monopolizar la atenci¨®n y altern¨® protagonismo con su compa?ero. La sesi¨®n discurri¨® como la seda, porque los arreglos apostaban por la variedad y picoteaban en el pop, el blues y hasta en el reggae. Al final, las caras eran de franca satisfacci¨®n, no s¨®lo por el concierto al que hab¨ªan asistido sino tambi¨¦n por el desarrollo del festival. San Sebasti¨¢n ha respirado jazz durante los seis d¨ªas que ha durado su festival. Para los no iniciados, se han previsto muchas sesiones de cata gratuita y el aficionado experto ha podido seleccionar entre un amplio abanico de tendencias. En paralelo, los matriculados en el taller de graffiti y hip hop han tenido ocasi¨®n de escuchar su m¨²sica predilecta e informarse de d¨®nde procede. Es posible que parte de la multitud de adolescentes, que hizo de la jornada denominada Gazztejazz la mayor fiesta musical nunca vista en San Sebasti¨¢n, acuda en el futuro a alguno de los conciertos de jazz.Entre lo mejor, cabe destacar los sensacionales arreglos escritos por Chick Corea, para su grupo Origin, el derroche de hondura expresiva, realizado por la cantante Abbey Lincoln y la enigm¨¢tica parsimonia del pianista surafricano Abdullah Ibrahim, tanto en tr¨ªo como en solitario. En este ¨²ltimo aspecto, el campe¨®n indiscutible del exquisito apartado jazz de c¨¢mara ha sido el tambi¨¦n pianista Randy Weston, un improvisador de mente rauda y enorme coraz¨®n, aunque alegra decir que nadie ha superado en sensibilidad y fuerza al saxofonista vallisoletano Jos¨¦ Luis Guti¨¦rrez, un nuevo nombre a retener.
Es indudable que la 33? edici¨®n del Festival de Jazz de San Sebasti¨¢n ha hecho ciertas concesiones para llegar a la mayor cantidad de gente posible, pero no a cualquier precio, porque tampoco le ha temblado el pulso a la hora de incluir nombres bastante improbables en la secci¨®n principal de otros festivales. No ha olvidado, en resumen, que una de las tareas de los programadores culturales es desafiar educadamente al p¨²blico a aceptar manifestaciones audaces y ganar su confianza sin recurrir por sistema a lo trillado y manido.
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