Los nacionalistas y la Constituci¨®n
En el vig¨¦simo aniversario de la Constituci¨®n, los nacionalistas gallegos (BNG), catalanes (CiU) y vascos (PNV) han firmado un manifiesto conjunto donde expresan algunas tesis que se apartan del conjunto de valores y de los l¨ªmites materiales establecidos en nuestra Carta Magna. Hay que empezar diciendo que tienen todo el derecho y que pueden libremente expresar opiniones y defender opciones que sean frontalmente contrarias a la Constituci¨®n. El pensamiento y su expresi¨®n no delinquen, est¨¢n expresamente amparados. En una sociedad democr¨¢tica como la espa?ola actual las posiciones que m¨¢s radicalmente se oponen a las reglas de juego pueden ser expresadas y defendidas y se puede pretender que formen parte de la moralidad p¨²blica que regula nuestra convivencia, aunque para ello s¨ª hay que seguir las reglas de juego para el cambio. Nadie tiene derecho a descalificarles por sus opiniones, aunque no se compartan, porque en eso reside la grandeza de la democracia. Con precedentes en Voltaire, es famoso el pensamiento de aquel primer ministro ingl¨¦s que, al escuchar a su opositor palabras duras y que no compart¨ªa, dijo: "Odio lo que dice, pero estar¨ªa dispuesto a dar la vida porque pudiera seguir dici¨¦ndolo". Pero esa convicci¨®n de la legitimidad de sus tomas de postura no supone que todos debamos callarnos ante ellas. Creo, por el contrario, que cada uno debe, con la misma libertad que ellos tienen, expresar tambi¨¦n sus puntos de vista y esperar el respeto y la consideraci¨®n que ellos merecen. Desde esa perspectiva y desde el derecho a hablar de estos temas con claridad, quiero expresar algunas dudas, algunas discrepancias, y hacer tambi¨¦n algunas puntualizaciones. Por las respuestas, muchas veces poco equilibradas, y por la desmesura en algunas descalificaciones con que se reciben las cr¨ªticas a las posiciones nacionalistas, conviene hacer una llamada al respeto y a un di¨¢logo ilustrado y en paz. Se observa, a veces, en sus intervenciones orales, una marginaci¨®n cuando no una descalificaci¨®n de la Constituci¨®n. En todo caso, la ven como un obst¨¢culo, como un inconveniente que soportan con dificultad. Me parece que ese sentimiento y, en consecuencia, esa posici¨®n es err¨®nea y es injusta. El status de las posiciones nacionalistas est¨¢ reconocido a partir de la Constituci¨®n, y las instituciones auton¨®micas que regulan el autogobierno de las nacionalidades y regiones se funda en la Constituci¨®n. La memoria no debe ser tan corta y deber¨ªa recordar c¨®mo sus derechos eran delitos ante el Tribunal de Orden P¨²blico en el r¨¦gimen franquista, y c¨®mo nunca en la historia de Espa?a el hecho diferencial catal¨¢n, vasco o gallego hab¨ªa tenido tan amplio reconocimiento y tanta garant¨ªa de protecci¨®n jur¨ªdica. Esas visiones catastrofistas que, a veces, plantean esa permanente reclamaci¨®n, ese constante lamento y esa denuncia de maltrato, de marginaci¨®n y de exclusi¨®n, no pueden ser recibidas sin sospecha. Si se contempla la vida cotidiana de las sociedades que ellos afirman representar de manera exclusiva y excluyente, se constatar¨¢ que la crispaci¨®n no existe, y que s¨®lo est¨¢ en su lenguaje y en sus actitudes como grupos pol¨ªticos. Es verdad que hay matices entre ellos, pero tambi¨¦n funciona el efecto emulaci¨®n y el temor de quedarse atr¨¢s. Por supuesto, en el resto de Espa?a, pero tambi¨¦n en Catalu?a, en Euskadi y en Galicia, la Constituci¨®n est¨¢ m¨¢s arraigada de lo que los nacionalismos afirman. Los ciudadanos son sensatos y creen razonablemente que nuestra Constituci¨®n les ampara y les garantiza un ¨¢mbito de libertad suficiente, y saben que tambi¨¦n su hecho diferencial, su conciencia nacional est¨¢n protegidos por la Constituci¨®n y que tirar contra ella es tirar contra su propio tejado. Saben muy bien esos ciudadanos que nunca se va a conseguir pac¨ªficamente un programa m¨¢ximo que consistiese en la separaci¨®n con soberan¨ªa plena, o en la cosoberan¨ªa, coloc¨¢ndose al mismo nivel y como separadas del resto de Espa?a. Saben tambi¨¦n lo que ha costado el consenso, en el que, al menos los nacionalistas catalanes, contribuyeron muy positivamente y que ha sido decisivo para la paz y la estabilidad. Por eso en circunstancias extraordinarias, ante graves hechos o situaciones dram¨¢ticas, cuando se han movilizado los ciudadanos gallegos, vascos o catalanes, como el resto de los espa?oles, su esp¨ªritu ha sido el de los valores constitucionales. Es m¨¢s, en Euskadi, donde s¨ª existen problemas de libertad, pero no por la Constituci¨®n, sino por el terrorismo de ETA, parece exagerado hablar de la opresi¨®n del Estado, cuando determinados partidos como el PSOE y sobre todo ahora el PP ven a sus militantes amenazados o asesinados, sus locales destruidos y a sus votantes amedrentados. Cuando desde aparatos del Estado se han producido excesos, incluso acciones terroristas, con asesinatos y secuestros, sus autores presuntos est¨¢n a disposici¨®n de la justicia, y eso genera, al menos ex post facto, seguridad. Siempre en Espa?a la falta de respeto al principio de las mayor¨ªas, que podr¨ªan expresar estas actitudes nacionalistas si sus pretensiones y objetivos intentaran ser alcanzados fuera de las reglas de cambio de la Constituci¨®n, ha generado enormes crisis y situaciones de violencia y de guerra. Saben que la mayor¨ªa que alcanz¨® el pacto social de 1978 no est¨¢, en principio, de acuerdo con sus puntos de vista y que es dif¨ªcil que los alcancen por las v¨ªas de la reforma de la Constituci¨®n. ?Se puede entender que a pesar de eso las propugnan porque desean la confrontaci¨®n? Si es as¨ª, ya saben que est¨¢n jugando con fuego, y que si ese supuesto se realizase no se sabe cu¨¢l ser¨ªa el resultado final, pero, sin duda, nada bueno para todos los dem¨®cratas. Ya el gran consenso de 1978 puso fin a una situaci¨®n autoritaria penosa e indeseable, en la cual no s¨®lo los nacionalistas sufrieron dura y costosa represi¨®n. ?Se quiere tensar la cuerda tanto que no les importa crear crisis serias y quiz¨¢ irreparables? Es verdad que no alcanzan en esta situaci¨®n su programa m¨¢ximo, pero ning¨²n grupo pol¨ªtico lo ha alcanzado, y eso es casi una condici¨®n para unas reglas de juego estables. ?Est¨¢n seguros que los pueblos que dicen representar les siguen en esta carrera, a mi juicio, poco meditada y muy crispadora? En el ¨¢mbito europeo ninguna realidad como la que ellos propugnan tiene sentido. Sin Espa?a, al margen de Espa?a como sociedades independientes, contar¨ªan poco, y esa Espa?a confederal que ahora defienden perder¨ªa peso pol¨ªtico en Europa. Aparte de que eso supondr¨ªa inventarse unas soberan¨ªas previas inexistentes, es que la Confederaci¨®n es una f¨®rmula pol¨ªtica d¨¦bil, poco cohesionada y consiguientemente poco respetadaa. Recu¨¦rdese que los Estados europeos ni siquiera recib¨ªan a los representantes de la Confederaci¨®n, primera f¨®rmula ensayada por la independencia americana. La constituci¨®n de un Estado federal fue una necesidad y fue el origen de su fortaleza como pa¨ªs. Pasa a la p¨¢gina siguiente Viene de la p¨¢gina anterior A veces da la impresi¨®n de que estamos ante puntos de vista poco meditados, como una especie de juego de rol pol¨ªtico, donde de una manera voluntarista se toman posiciones sin tener en cuenta las consecuencias. Los continuos lamentos, las continuas reclamaciones, las desconsideraciones a la idea de Espa?a y a quienes creemos en ella, cuando reclaman respeto para su identidad, crean climas de desasosiego, de cansancio y de irritaci¨®n entre muchos ciudadanos. No se comprende ese talante arrogante y excluyente cuando la filosof¨ªa de la Constituci¨®n es abierta e integradora y en ella caben con holgura sus hechos diferenciales. Nunca en Espa?a, ni ahora en ning¨²n pa¨ªs de la Uni¨®n Europea, la libertad pol¨ªtica y el autogobierno han ido tan lejos como en la Espa?a de las autonom¨ªas. No es ahora el momento de reflexionar sobre el comportamiento que en reciprocidad deben tener los grandes partidos como PP, PSOE e IU ante este bloque nacionalista, pero comprender¨¢n sus art¨ªfices que despu¨¦s de ¨¦l no est¨¢n justificados para criticar bloques y alianzas de estos grandes partidos. Se puede decir que si eso se produce se lo han ganado a pulso con su convergencia. S¨ª es el momento, me parece, para hacer una llamada a la moderaci¨®n, sobre todo a aquellos como los nacionalistas catalanes que apoyaron el consenso constitucional. La lealtad a la Constituci¨®n es su mejor garant¨ªa, como lo es para todos los dem¨®cratas. Los que no lo son, los que apoyaron al franquismo, est¨¢n agazapados esperando su ocasi¨®n. No les demos ninguna oportunidad, permanezcamos unidos, y si la sangre iracunda hierve en algunos, que recuerden el mensaje de los muertos, que, como dec¨ªa Aza?a, nos hablan desde las estrellas: paz, piedad y perd¨®n. No olvidemos la historia y no volvamos a las andadas. Espero que estas l¨ªneas, escritas desde la lealtad a la Constituci¨®n, y desde el afecto y el reconocimiento de los hechos diferenciales, de las naciones culturales, que se integran en la gran naci¨®n de naciones que es Espa?a, no merezcan descalificaciones, ni mucho menos insultos, aunque puedan ser discutidas desde la discrepancia. S¨®lo me parece, desde la cooperaci¨®n y desde la integraci¨®n, y no desde la maldici¨®n y desde la ruptura, que ser¨¢n grandes Catalu?a, Euskadi y Galicia, con el resto de las comunidades aut¨®nomas integradas en Espa?a. Decir Salve Espa?a, como don Fernando de los R¨ªos, es tambi¨¦n decir viva Catalu?a, viva Euskadi y viva Galicia.
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