Tarde fresquita y divertida

Corr¨ªa una brisa fresquita por los tendidos, alivio de pasados rigores caniculares. ?ramos pocos y, al amparo de los amplios espacios vac¨ªos, se o¨ªa muy bien a la banda con los pasodobles de siempre. Todo parec¨ªa preparado y dispuesto para la diversi¨®n. Y tanto los del foro como los de fuera, se divirtieron mucho. Vaya que s¨ª.

Tres caballeros rejoneadores obtuvieron sendas orejas. Alguna m¨¢s merecida que otra, todo hay que decirlo. Pero vaya usted con la vara del rigor a este p¨²blico festivo.

Borja Baena fue tal vez el que m¨¢s m¨¦ritos hizo para llevarse el ap¨¦ndice. Fue el que mejor templ¨® las embestidas del toro y el que dio menos galopadas. Puso toda la madera en su sitio y s¨®lo cometi¨® el error de equivocar el terreno y confiarse al salir de colocar una banderilla. Por eso, el bicho le dio un impresionante meneo al caballo y si no lo derrib¨® fue porque el astado no andaba sobrado de fuerzas.

Otra oreja se llev¨® Francisco Benito, empujado por el calor de amigos y vecinos, que ocupaban el tendido del cuatro. Tuvo un brillante tercio de banderillas con la colaboraci¨®n de su excelente caballo Gaet¨¢n. No era f¨¢cil el toro, siempre manseando, queriendo irse y doli¨¦ndose al castigo. Benito lo sac¨® muy bien de las tablas. La colocaci¨®n de los rejones de muerte no estuvo acertada, pero no pareci¨® importar a sus admiradores y devotos.

Miguel Garc¨ªa fue el tercero deseado. Coloc¨® con acierto rejones y banderillas, sobre todo un excelente par a dos manos. Tampoco mat¨® muy bien que digamos, claro est¨¢ que la deficiencia no fue obst¨¢culo para pedir y obtener el trofeo.

La cruz de la moneda la pusieron Javier Mayoral y Pedro C¨¢rdenas, ambos madrile?os. Mayoral pele¨® con un manso, sin ¨¦xito. Se dej¨® tocar el caballo hasta tres veces. Estuvo fatal clavando y matando. C¨¢rdenas, por su parte, no dio una a derechas. Sin recursos para encelar al manso, fallando rejones y clavando mal otros y poniendo las banderillas en el suelo. Una tarde para olvidarla.

Curro Bedoya, no ha estado tan brillante como otras veces. Tuvo la mala suerte de que el toro se sentara, de puro manso, en el tercio de banderillas y hubo que levantarlo para que lo pudiera matar. Antes, abus¨® de las carreras, los caballazos y las voces para llamar al toro. Ante la mansedumbre del animal, recurri¨® a los gestos teatrales.