A la sombra de los querubines
Los madrile?os del sur convierten el cerro de los ?ngeles en un refugio 'laico' contra el calor
Hay ¨¢ngeles en Getafe. Bajaron un d¨ªa a la tierra y decidieron quedarse en esta ciudad del extrarradio. De entre la llanura interminable que envuelve toda la zona, los nuevos vecinos decidieron que el mejor lugar para permanecer cerca del cielo era un mont¨ªculo rodeado de pinos muy pr¨®ximo a la localidad: el cerro de los ?ngeles. La leyenda no lo cuenta as¨ª, pero el promontorio admite cualquier fantas¨ªa."Es como un trozo de naturaleza metido ah¨ª, en el centro. Un contrapunto de vida en medio de una ciudad donde la naturaleza est¨¢ casi desterrada o domesticada", explica el escritor Lorenzo Silva, getafense, escritor y finalista del Premio Nadal con la novela La flaqueza del bolchevique.
Al igual que para Silva, el cerro adquiere algo de m¨ªstico, de simb¨®lico, para los habitantes de este municipio madrile?o. En verano, adem¨¢s, es un buen lugar para desahogarse de las sofoquinas. El sol cae a plomo y los pinos son la excusa perfecta para huir del calor.
En este monte, presidido por una gigantesca estatua de Jesucristo, se fusionan lo humano y lo divino. Las posibilidades que ofrece el cerro para pasar el d¨ªa son variopintas. En la cima se encuentran el santuario y la ermita de Nuestra Se?ora de los ?ngeles, patrona de Getafe.
"Cada a?o, siempre que podemos, nos escapamos hasta aqu¨ª para ver a la Virgen", se?ala una de las fieles, Luisa, que viene con su familia desde Toledo. En el recinto religioso se respira paz. Casi no hay sombras. Para refrescarse, queda la posibilidad de acercarse hasta alguno de los kioscos. Latas de refrescos, botellines de agua y m¨²sica discotequera se mezclan en los mostradores con estampitas del Sagrado Coraz¨®n, llaveros y platos con la efigie de Jesucristo.
Algunos metros m¨¢s abajo del santuario, lo terrenal se impone a las cosas del cielo. Entre las sombras que regalan los pinos, familias enteras montan su chiringuito casero, a base de tortillas de patata, neveras port¨¢tiles, termos de caf¨¦ y sillas y hamacas plegables. Hay quien a?ade un radiocasete.
El pinar tambi¨¦n hace las veces de pista polideportiva, donde tienen cabida desde el f¨²tbol hasta las carreras o el ciclismo. "Es muy agradable ir en bici por aqu¨ª. Es un circuito muy suave y, como en el bosquecillo cae poco el sol, pues da gusto hacer un poco de ejercicio", dice Miguel, de 23 a?os, acompa?ado de un grupo de amigos. Claudio, de 67 a?os, viene al cerro "de toda la vida", tanto en verano como en invierno. "Tengo problemas de circulaci¨®n en las piernas y este clima me va muy bien", asegura.
Hay seres terrenales que sienten el cerro como un para¨ªso. O, al menos, como un adelanto. Los ¨¢ngeles deb¨ªan de tener raz¨®n.
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