Fuerzas de seguridad en democracia
JAVIER UGARTE Uno de los temas peor resueltos por la Transici¨®n fue la relaci¨®n que la nueva democracia deb¨ªa mantener con las fuerzas de seguridad. Y si algo alej¨® a sectores del Pa¨ªs Vasco de una aceptaci¨®n m¨¢s cabal de aqu¨¦lla, fue precisamente ese asunto (y a¨²n hoy circula la sospecha entre j¨®venes y en niveles de comunicaci¨®n informal y comunitaria). Ahora, tras cierto rodaje, destripada con la sentencia del caso Marey la sucia cloaca que ocultaban las siglas GAL, se da una inmejorable ocasi¨®n para comenzar a cerrar esa cuesti¨®n de modo satisfactorio. Sin embargo, todo apunta a que no se van a extraer las conclusiones que cabr¨ªa esperar. La situaci¨®n es inmejorable, pues viene a mostrar ante toda la opini¨®n que en un sistema democr¨¢tico, con leyes y burocracias lentas, pero implacables, todo ciudadano es igual ante la ley (salvo que ¨¦ste se llame Conde, pero ¨¦ste ser¨ªa la excepci¨®n a la regla), y no hay instancias impunes. Vendr¨ªa -se ha dicho- a prestigiar la propia justicia. Por lo dem¨¢s -y esto es a¨²n m¨¢s trascendente-, el propio acto judicial ha introducido ya en los c¨ªrculos de las fuerzas de seguridad la convicci¨®n de que, contra lo que se cre¨ªa, no todo vale. Y, desde el director general de la Guardia Civil (principal detractor en recientes declaraciones de la guerra sucia) al ¨²ltimo inspector, saben que si torturan, dan malos tratos o emplean m¨¦todos irregulares contra la delincuencia (com¨²n o criminal), un d¨ªa podr¨¢n ser procesados y condenados por ello. Muestra, adem¨¢s, hasta qu¨¦ punto la apuesta de la Transici¨®n fue notable e inteligente: aquellos asuntos que quedaron mal resueltos (entonces se dec¨ªa aquello de "depuraci¨®n de las fuerzas represivas"), van siendo progresivamente solventados por la propia rutina del Estado de derecho (y sirva esto para otros casos cuando hoy se cuestiona la Transici¨®n o la Constituci¨®n surgida de ella). Todo ello prestigia y robustece la cultura democr¨¢tica contra la pr¨¢ctica policial violenta del neofranquismo, que dio lugar ininterrumpidamente al Batall¨®n Vasco Espa?ol, a la Triple A, ATE, GAL, etc¨¦tera, hasta 1987. Sin embargo, a juzgar por el tipo de reacciones que ha suscitado en los principales partidos y analistas, parece que sobre estas conclusiones obvias, van a prevalecer otras m¨¢s mezquinas y limitadas. Desde la derecha del PP (y a¨²n del PNV) se sigue alimentando el s¨®rdido estilo inaugurado en las tareas de oposici¨®n en un claro intento de lastrar al PSOE anul¨¢ndolo como alternativa de gobierno (con lo que ello supone de hipoteca para un funcionamiento fluido del sistema de partidos). De sus filas, part¨ªcipes a¨²n de cierta afinidad cultural con el franquismo, no saldr¨¢ la cr¨ªtica radical que ahora se requiere. Por su parte, al PSOE le ha tocado una mala papeleta. La izquierda ha sido tradicionalmente la depositaria de los valores de la democracia y del progreso. Pero ahora, parad¨®jicamente, es el partido de la izquierda el que se ve asociado a las pr¨¢cticas neofranquistas. Eso ha dejado perplejo a m¨¢s de uno. En lugar de asumir y condenar -cosa que no siempre se exige- ese aspecto de su gesti¨®n, sobre la que existe una indudable responsabilidad pol¨ªtica, se ha optado por la defensa numantina. Se ha esgrimido as¨ª el argumento de la "pesada herencia" como atenuante pol¨ªtico. La herencia existi¨®, cierto. Pero dejarse atrapar en esa mara?a es antes un agravante en pol¨ªtica que un atenuante. Tambi¨¦n se han esgrimido ejemplos de pa¨ªses como Gran Breta?a, Francia o Alemania con el mismo fin (c¨ªnico Pujol). Sin embargo, lo nuestro fue durante once a?os una constante agresi¨®n a la democracia, propia de la anterior etapa dictatorial. Se ha defendido la inocencia penal de Barrionuevo y Vera. En ese nivel, aunque uno sospeche muchas cosas, no sabe de cierto nada. Y pese a ser el nivel en el que se sabe de la ignominia, de la verdad de los hombres, uno prefiere que sobre ello hablen los tribunales en recurso. En todo caso, que Barrionuevo est¨¦ o no concernido penalmente nada cambia a efectos pol¨ªticos (s¨ª personales, claro). ?Qui¨¦n har¨¢ buena esta oportunidad de cerrar cap¨ªtulo con dignidad?
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