La pieza ¨²nica
ACUEDUCTO. Paloma y Pichi eligieron la primera hora de la ma?ana de un d¨ªa de ¨¦stos para tirarse juntos desde el mism¨ªsimo acueducto segoviano. Lo cont¨® aqu¨ª Aurelio Mart¨ªn de un modo delicado y con matices precisos. Otro peri¨®dico decidi¨® aleccionarnos mostrando el suceso con el relieve que s¨®lo un disparate al que lleva la droga merece para ellos. En la misma l¨ªnea, la burda expresi¨®n de un ciudadano de taberna simplificaba el hecho con alivio: "Dos drogadictos menos". Nadie duda en Segovia de que los dos suicidas se excedieron en el dopaje que les requiri¨® la vida y hay constancia aqu¨ª de que frecuentaban el laberinto en que te mete el chute. Pero te cuentan sus amigos otras cosas de Paloma (c¨®mo todo empez¨® quiz¨¢ en el matrimonio) y pasas de puntillas por el territorio ¨ªntimo que explica la vida, pero que afecta al tiempo a la siempre respetable biograf¨ªa de los otros. O que empez¨® el naufragio, a?aden, despu¨¦s del matrimonio, en el divorcio, cuando se le cerraron a ella las puertas de la casa familiar. No lo s¨¦. No se trata de hallar culpables con el mezquino revisionismo al que llevan las fatalidades, ni hacer ajustes de cuentas que los mismos suicidas tal vez no har¨ªan. Pero condenarlos a ellos con simpleza como dos degenerados, hambrientos de evasi¨®n, que llegan a la droga por capricho, genera siempre la tentaci¨®n de revisar en justa correspondencia los detalles de un retablo localista lleno de miradas esquivas y de reprobaciones. La droga pudo ser el fin, pero no el principio. Quiz¨¢ la droga les dio el atrevimiento que les falta a otros para llegar a la meta que hab¨ªan decidido: subirse a las piedras milenarias y recorrer el abismo en un instante, d¨¢ndoles, por a?adidura, la ma?ana a los transe¨²ntes. La elecci¨®n del escenario -el m¨¢s preciado s¨ªmbolo de la ciudad en la que viv¨ªan- puede que no sea una improvisaci¨®n. Todas las ciudades cuentan cada d¨ªa con sus cad¨¢veres, aunque en lugares m¨¢s reservados, c¨®modos, no en medio de la casa, en lo que un cronista oficial tiene por el coraz¨®n del pueblo. Sin embargo, no hay que descartar, como siempre, la responsabilidad de la televisi¨®n: es posible que tuvieran en cuenta los suicidas el valor medi¨¢tico del escenario. De no haber sido por el acueducto, Pichi y Paloma hubieran sido enterrados en silencio como, silenciosamente, cada d¨ªa, ocurre con tantos que siguen igual camino que ellos.COPIAS. La pieza ¨²nica trae de cabeza a los herederos de Alexander Calder: han pedido a varios museos americanos que no vendan en sus tiendas m¨®viles que sean parecidos a los que hizo famoso el artista. El atractivo de esos m¨®viles ha popularizado enormemente la obra de Calder, hasta el punto de parecer que nada se movi¨® con tanta gracia en el arte moderno hasta que apareci¨® ¨¦l. Pero que ahora sus herederos aleguen que las reproducciones, m¨¢s o menos l¨²dicas, crean confusi¨®n y restan valor a la obra original, no pasa de ser un respetable inter¨¦s de mercado. Creo que era don Manuel Machado el que sosten¨ªa aquello de que "cuando no las canta el pueblo,/ las coplas, coplas no son,/ y cuando el pueblo las canta,/ ya nadie sabe su autor". Los derechos de autor garantizan la propiedad de una primera mirada singular capaz de generar im¨¢genes in¨¦ditas, sonidos desconocidos, f¨¢bulas ignotas. Cuando esas invenciones pasan de boca a boca, de mano a mano, o se recrean, con menor o peor fortuna, en la iconograf¨ªa de una sociedad o de una ¨¦poca, no es que se pierda, necesariamente, la memoria del inventor primero, pero esa mirada privilegiada se hace un poco de todos. Hace unos a?os compr¨¦ en Oca?a unos curiosos botijos que hac¨ªa una artesana del lugar y la mujer no era consciente de que los motivos que adornaban su alfarer¨ªa fueran picassianos. Jam¨¢s pens¨¦ que los herederos de Picasso llegaran a tener la ocurrencia de demandar a la botijera, y me consta que no lo han hecho. La originalidad de Picasso, que tambi¨¦n adorn¨® excelentes botijos, bebi¨® mucho de otras originalidades y, que se sepa, no pidi¨® permiso. Si los herederos de Joan Mir¨® se dedicaran a retirar del mercado todos los anagramas y los trastos que llevan figuras similares a las del artista, no s¨¦ qu¨¦ resultados obtendr¨ªan, pero sus abogados estar¨ªan en danza permanente.
COMPRAS. Con m¨¢s facilidad que un Calder puede usted adquirir en las pedan¨ªas de Murcia, seg¨²n nos avisa la prensa, un ejemplar ¨²nico de mujer de carne y hueso. ?Y pensar que eso ocurre mientras Anguita, en El Escorial, nos ense?a c¨®mo entrar en el siglo XXI sin perder la cordura!
POSDATA. Algunos conferenciantes pol¨ªticos de universidades de verano han pasado la prueba de dopaje con ¨¦xito, aunque sus manifestaciones puedan haber hecho temer otra cosa.
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