M¨¢s tur¨ªstico que sensual
Erotismo es voluptuosidad, insinuaci¨®n, seducci¨®n, sensualidad; despierta los sentidos sin avivar las pasiones, es atrevido sin ser obsceno. Huye de las evidencias. Er¨®ticos son los desnudos de Egon Schielle, la descripci¨®n de Remedios la Bella en Cien A?os de Soledad, las im¨¢genes en albornoz de la protagonista de El vientre del arquitecto, la danza de los siete velos, las descripciones que Paul Bowles hace de la m¨²sica de las tribus bereberes. Este c¨²mulo de sensaciones sinuosas es lo que el visitante espera hallar cuando traspasa el umbral del Museo de Arte Er¨®tico de Benidorm. La desaz¨®n asalta cuando, previo desembolso de 600 pesetas, uno se encuentra demasiados objetos, pero ninguno que responda a las caracter¨ªsticas de lo er¨®tico. Este museo, que abri¨® sus puertas en Semana Santa, parece ideado para dar sentido a la cuarta acepci¨®n que el diccionario de la Real Academia ofrece del t¨¦rmino: "lugar donde se exhiben objetos o curiosidades que puedan atraer el inter¨¦s del p¨²blico, con fines tur¨ªsticos". Lo reconoce sin demasiado pudor la due?a del establecimiento, la italiana Laura Breddo, de 29 a?os, cuando explica que eligieron Benidorm porque necesitaban una ciudad donde la gente acuda de vacaciones "con la mente abierta, a bailar por las noches, un lugar que pudiese aceptar la transgresi¨®n". Asegura que quisieron instalar el chiringuito en Toledo, pero que es demasiado eclesi¨¢stico e incapaz de aceptar su provocaci¨®n. Laura y su marido P¨ªo, tambi¨¦n italiano y de 52 a?os, son expertos en extraer la parte m¨¢s lucrativa del turismo. Regentan dos establecimientos m¨¢s similares en Guadalest. Conocen el negocio. Laura confiesa que por el momento no han tenido demasiado p¨²blico, pero con las adecuadas dosis de publicidad espera que el a?o pr¨®ximo sea un ¨¦xito. La puerta de acceso est¨¢ en un s¨®tano que comparte con el Museo de Cera de Benidorm. Un mostrador con los billetes y unas harto originales cortinas de terciopelo rojo reciben al turista que decide visitar este mundo de supuestas fantas¨ªas. Laura explica que el arte er¨®tico ha existido siempre y que todas las civilizaciones han plasmado de una u otra forma las aficiones sexuales de sus ciudadanos. El recorrido se inicia con piezas fechadas en el a?o 2000 A.C., o al menos eso indica la catalogaci¨®n que las acompa?a. Son amuletos de cristal con forma de falo, de unos cuatro cent¨ªmetros de longitud, que se atribuyen a una tribu homosexual que vivi¨® en la actual frontera entre Siria e Irak. Las piezas, asegura Laura, valen casi un mill¨®n de pesetas. El itinerario contin¨²a con exponentes de la cultura romana. Un bajorrelieve de m¨¢rmol procedente de un prost¨ªbulo de Pompeya, amuletos con forma de penes alados hechos en plomo, plata o bronce, y otros de m¨¢rmol, de mayor tama?o, que al parecer se empleaban en las residencias romanas para combatir el mal de ojo. La cultura hind¨² est¨¢ personalizada en peque?as esculturas que practican sexo y en postales de miniatura que retratan cuerpos desnudos. Una colecci¨®n de cer¨¢mica japonesa ilustra las diferentes posturas que el Kamasutra propone a los amantes atl¨¦ticos. La muestra se compone de un total de 500 piezas que pasaron por los a?os sin pena ni gloria. El objeto m¨¢s interesante es, seg¨²n Breddo, un carrill¨®n de madera franc¨¦s, datado en 1800, en el que dos amantes, despu¨¦s de darle cuerda al invento, hacen el amor en la postura del misionero. La ¨²nica pieza que se acerca a la transgresi¨®n que los due?os del museo reivindican es una placa de bronce francesa en la que un hombre practica el sexo oral con una mujer vestida de monja, mientras ella masturba a otro caballero. Llama la atenci¨®n una colecci¨®n de fotograf¨ªas de la d¨¦cada de los treinta dividida en cuatro apartados: la soledad, que retrata a mujeres masturb¨¢ndose; la amistad, que ofrece im¨¢genes de mujeres acarici¨¢ndose; el encuentro ocasional, con parejas heterosexuales; y la pareja, concebida al modo tradicional.
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