Messiaen apasiona entre neones y misticismo
El "San Francisco" de Peter Sellars, con direcci¨®n de Kent Nagano, enciende al p¨²blico
Fue en el festival de 1992, reci¨¦n estrenada la era Mortier y el mismo a?o en que muri¨® Messiaen. Su gran ¨®pera San Francisco de As¨ªs, en el rebelde y espectacular montaje de Peter Sellars, que emplea monitores de televisi¨®n y un panel de neones de colores, desencaden¨® las pasiones entre el p¨²blico de Salzburgo. El domingo, la obra volvi¨® a la ciudad con la misma producci¨®n. La controversia que suscit¨® entonces se ha vuelto hoy aplauso un¨¢nime.
Tras seis horas de espect¨¢culo, pasadas las diez de la noche, el teatro de la Felsenreitschule se hund¨ªa. Alg¨²n recalcitrante tuvo a¨²n la humorada de abuchear a Sellars cuando sali¨® a saludar (rapado, con un chufo de pelo en la parte alta del cr¨¢neo, una casaca de vistosos colores y movimientos de Kasperle), pero su aislada acci¨®n provoc¨® la reacci¨®n contraria: una espesura de aplausos y bravos. A veces, uno piensa que estos sujetos no son sino agentes de Mortier estrat¨¦gicamente situados en la sala para liarla. El caso es que el domingo, en Salzburgo, se produjo arte religioso con may¨²sculas, una aut¨¦ntica excepci¨®n en el panorama contempor¨¢neo de las artes. Porque, ?qu¨¦ es exactamente San Francisco de As¨ªs? ?Un oratorio esc¨¦nico? ?Una ¨®pera? Poco importa. Es el sobrehumano y logrado esfuerzo de Messiaen -trabaj¨® durante ocho a?os en esta partitura- para explicar la espiritualidad del "poverello" umbro, "de todos los santos el que m¨¢s se parece a Cristo, moralmente -por su pobreza, humildad y castidad- y corporalmente -por los estigmas que recibi¨® en los pies, en las manos y en el costado"- (entrevista de Jean-Christophe Marti de enero de 1992). Poco que ver pues con Parsifal, aunque las obras sean parejas por constituir sendos grandes testamentos, as¨ª como por muchos aspectos musicales, como el empleo del leitmotiv para subrayar personajes y situaciones: la espiritualidad de Wagner procede de fuera del cristianismo, es una mirada en busca de los or¨ªgenes m¨ªticos de la religi¨®n, mientras que Messiaen la vive desde dentro, con la fe en la resurrecci¨®n puesta en primer t¨¦rmino. " un momento capital, un evento c¨®smico, el m¨¢s importante que ha habido tras la Creaci¨®n. En sentido opuesto de otras representaciones, yo no veo la Resurrecci¨®n como un esfuerzo hecho por Cristo: fue un hecho s¨²bito, como la deflagraci¨®n de una bomba at¨®mica".
En escena, este momento capital del tercer acto se apoya en un poderoso, luminos¨ªsimo acorde mayor. Los neones de Sellars se encienden restallantes, mientras el coro emprende el aleluya. Poco antes de morir, San Francisco ha dicho: "?Se?or, Se?or! M¨²sica y poes¨ªa me han conducido hasta Ti: por imagen, por s¨ªmbolo y por defecto de Verdad ". No cabe duda de que estamos ante la emocionada palabra del propio Messiaen.
Pero si San Francisco de As¨ªs es arte religioso, dentro de la tradici¨®n del m¨¢s inteligente catolicismo franc¨¦s, en la versi¨®n esc¨¦nica de Sellars y musical de Kent Nagano se convierte en puro, excelente teatro. Unos monitores de televisi¨®n esparcidos por el suelo y colgados del techo vomitan constantemente im¨¢genes de la naturaleza: una naturaleza enclaustrada, sin relieves ni olores, pura virtualidad. ?Qu¨¦ diferente, esta naturaleza -la nuestra-, de la que San Francisco cant¨® en sus Fioretti! Pl¨¢sticamente, el montaje tiene momentos soberbios. Cuando San Francisco recibe los sagrados estigmas est¨¢ en lo alto de un plano inclinado de madera clara, a la izquierda de la escena. Se acerca un ¨¢ngel vestido de rojo, que vierte sobre el santo pintura roja: y esa pintura se desliza en churretones paralelos en direcci¨®n al p¨²blico, como una imprecisa amenaza. Magistral.
En el plano musical, la maestr¨ªa no es menor. Messiaen explica en la entrevista citada que Nagano estuvo trabajando con ¨¦l durante meses... ?sesenta compases del segundo acto! (el m¨¢s complejo). Nagano trabaj¨® pues con una fuente de primera mano e hizo honor a ella no dej¨¢ndose una sola entrada.
Eso raya en el prodigio cuando se est¨¢ al frente de una orquesta de 119 m¨²sicos, tres ondas Martenot solistas, 150 coristas -del coro Arnold Sch?nberg- y siete papeles cantados. Extraordinario Jos¨¦ van Dam (que ya protagoniz¨® el t¨ªtulo en 1992), superando la dura prueba a la que somete su voz la partitura; extraordinaria tambi¨¦n Dawn Upshaw (otra repetidora), dando vida a un ¨¢ngel c¨¢ndido y divertido. Entre los dem¨¢s, dos aut¨¦nticos lujos salzburgueses: el tenor Chris Merrit hac¨ªa de leproso, y entre los hermanos franciscanos estaba nada menos que Tom Krause. Alucinante.
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