"Boleros" en el lago
Recoger pelotas de los campos de golf supone un sueldo de 2.000 a 15.000 pesetas al d¨ªa
El sol inicia su retirada y es tiempo de boleros. Pero la ¨²nica melod¨ªa que se escucha es el petardeo de los tubos de escape de las motos sobre las que aparecen montados los profesionales que se buscan la vida en el campo de golf. Adem¨¢s del nombre, comparten con la danza espa?ola, la gallard¨ªa con la que se dan el paseo siguiendo el rastro de las pelotas que los jugadores han perdido en un mal tiro. Salvador, un joven de 19 a?os y uno de los aproximadamente diez boleros que trabaja en el Mijas Club de Golf, aparca su Puch junto al lago del hoyo 11. Vestido con el uniforme de trabajo -un traje de buzo- se sumerge en el agua marr¨®n. No le hacen falta los plomos ni las gafas de bucear. No cubre. Comienza el rastreo y se desliza, intentando notar con el pie alguna pelota de golf. "Este es mi lago", explica, "todos los boleros tenemos uno". S¨®lo es una t¨¦cnica. Juan, que ha sido pescador, prefiere la del rastrillo. "As¨ª no te cortas los pies". Desde el borde de su lago lanza uno de estos artefactos atado a una cuerda y va tirando de ella conforme anda por la orilla. La pesca de hoy no le ha compensado el sudor: del rastrillo extrae m¨¢s algas y barro que pelotas de golf. "No es un buen d¨ªa", asegura, y vuelve a intentarlo de nuevo. Pero no es lo habitual. Los boleros ganan, seg¨²n dicen ellos mismos, unas 2.000 pesetas diarias como m¨ªnimo. "Yo me he hecho hasta 15.000 en un d¨ªa", asegura Salvador. Tuvo que encontrar 300 bolas. Y eso fue en invierno, que es cuando m¨¢s se practica el deporte. En verano, como dicen todos, "afloja". Salvador s¨®lo es un intermediario: las vende a 50 pesetas al "gran industrial" de esta profesi¨®n que, a su vez, las revende al jugador en bolsas de 20 o 30 a 100 pesetas la unidad. Javier, otro bolero de 31 a?os con 20 de experiencia, espera a la salida del campo con las bolsas sobre el coche. Pertenece a la saga de los "industriales" aunque dice ganar "s¨®lo" unas 120.000 pesetas al mes. "Yo vivo de esto", asegura, "pero no pens¨¦is que soy un marginal". Nadie osar¨ªa: conduce un Opel y viste mejor que muchos. Explica su miedo. "De los 30 que comenzamos con esto, siete u ocho han muerto de sobredosis". El guarda del Mijas Club de Golf tambi¨¦n los ha visto caer. Ha conseguido una buena relaci¨®n con ellos a base de comprensi¨®n y de poner los puntos sobre las ¨ªes. "Se podr¨ªa pensar que se pueden meter con los clientes. Pero lo ¨²nico que tenemos que hacer es ponerles los l¨ªmites claros", unos l¨ªmites que a veces, a pesar del acuerdo con la autoridad, han llegado a las manos. Al guarda le ayudan a controlar el campo de golf. La estrecha vigilancia que ejercen los unos sobre los otros -no puede llegar uno nuevo sin una recomendaci¨®n verbal de otro- le hace afirmar: "As¨ª yo no tengo que poner tanta atenci¨®n". Ni a Salvador, ni a Juan, ni a Javier les gustar¨ªa dedicarse a otra cosa. "Yo podr¨ªa trabajar en la construcci¨®n. Pero no quiero. Aqu¨ª al fin y al cabo soy mi propio jefe", dice Javier. "Para mis gastos y para ahorrar algo s¨ª saco", explica Salvador. Y Juan concluye de forma lapidaria: "Es mejor coger pelotas de golf que robar".
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