Una biograf¨ªa de Marguerite Duras relata su intensa vida de pasi¨®n, amor y pol¨ªtica
El pol¨¦mico libro de Laure Adler, editado por Gallimard, sale a la venta en Francia
Haber convertido la propia vida en materia de ficci¨®n literaria, haber escrito incansablemente sobre s¨ª misma, sobre su pasado en Indochina o su terrible experiencia como resistente ante los nazis, sobre sus amantes o su dependencia del alcohol, no basta para proteger la intimidad de los bi¨®grafos. Eso es lo que pensar¨ªa sin duda Marguerite Duras si pudiese leer Marguerite Duras, las 640 p¨¢ginas que Laure Adler dedica a la vida de la escritora en un libro publicado por la editorial Gallimard y que saldr¨¢ a la venta en Francia el pr¨®ximo mi¨¦rcoles.
Antes de llegar al p¨²blico, la biograf¨ªa ya ha desatado unas primeras pol¨¦micas o controversias. Adler no ha dejado pasar la oportunidad de focalizar la atenci¨®n sobre su libro. A Jorge Sempr¨²n, por ejemplo, se le presenta en ¨¦l como un delator. ?Por qu¨¦? Sencillamente por haber denunciado ante el Comit¨¦ Central del PCF las formulaciones cr¨ªticas y revisionistas pronunciadas por Duras, su marido Robert Antelme y su amante Dionys Mascolo, en el transcurso de una reuni¨®n de c¨¦lula celebrada en mayo de 1949 en un bar. Estos distinguidos militantes se burlaban de la direcci¨®n intelectual del PCF y de la doctrina del realismo socialista. Jorge Sempr¨²n, a trav¨¦s de Le Monde, ha desmentido ya esta versi¨®n de los hechos, entre otras cosas porque ¨¦l no pudo dar parte de una reuni¨®n a la que no asisti¨®. Es su memoria, su recuerdo, contra el recuerdo de otro, aunque en su respuesta Sempr¨²n aporta datos que se dir¨ªa confirman que no es ¨¦l quien confunde fechas y personas.
La resistencia
Obviamente, el aspecto m¨¢s conflictivo de Marguerite Duras es su relato del comportamiento de la autora de El amante en el momento en que la Gestapo detiene a su marido. Ella formaba parte de la misma organizaci¨®n clandestina que Maurice Merlau-Ponty, Raymond Queneau, Jacques Audiberti, Robert Desnos, Michel Leiris o Edgar Morin, dirigidos todos por un tal Morland, es decir, Fran?ois Mitterrand. Antelme fue denunciado por Charles Delval, un colaboracionista. Duras lo descubri¨® y durante varios d¨ªas acudi¨® a los locales de la Gestapo en Par¨ªs para saber algo de su esposo y contactar con Delval. Con ¨¦ste se establece una relaci¨®n turbia, en la que ¨¦l simula poder interceder por Antelme, y Duras simula creer en la buena fe de Delval. Ella le conceder¨¢ sus favores, aunque nadie sabe hasta d¨®nde alcanz¨® su amabilidad. Luego, una vez Par¨ªs fue liberado, Duras organizar¨¢ la caza de Delval, participar¨¢ en su tortura y su testimonio ante el juez ser¨¢ -parece- definitivo para que le condenen a muerte. Mientras suced¨ªa todo esto, mientras Antelme era deportado a Buchenwald, mientras Duras seduc¨ªa a Delval para luego dirigir su interrogatorio, Dyonis Mascolo, amante de Duras y amigo de Antelme, entraba en contacto con Paulette Delval, la mujer del gestapista, y la seduc¨ªa a su vez.
De estos amores nacer¨ªa un hijo, como tambi¨¦n nacer¨¢ otro -Jean Mascolo- de la historia entre Dyonis y Marguerite, hoy heredero de los derechos de la obra de su madre y moderado censor -50 l¨ªneas desaparecidas- de la biograf¨ªa.
Todo esto, en gran parte, lo ha contado la propia Duras en La douleur, un texto en el que aparecen todos los personajes con los nombres cambiados pero que relata lo sucedido, las complejas relaciones de dependencia entre v¨ªctima y verdugo. Laure Adler, con la ayuda ya desmemoriada de Mitterrand, la selectiva de Marguerite cuando a¨²n estaba viva y el derecho a consultar los archivos in¨¦ditos de la escritora una vez ¨¦sta falleci¨®, intenta completar esta ronde ante la que se hubiese echado atr¨¢s Schnitzler.
La bi¨®grafa ha trabajado deprisa -no habr¨¢ dedicado m¨¢s all¨¢ de tres a?os a escribir esos centenares de p¨¢ginas- pero parece haberlo hecho contando con suficientes medios, tanto por las ya citadas facilidades documentales como por un respaldo editorial que le ha permitido viajar hasta Vietnam para intentar reconstruir el rastro de madame Donnadieu, esa madre desesperada que intenta salvarse de la ruina, que se enfrenta al oc¨¦ano con sus manos levantando con arena un dique in¨²til con que proteger unos terrenos que finalmente no valen nada y condenan a sus hijos a una vida aventurera.
Otras historias
Pero el libro no s¨®lo son los dram¨¢ticos episodios de guerra o los tragic¨®micos de enfrentamiento con el PCF. Tambi¨¦n explica c¨®mo se lo hac¨ªa Marguerite para quitarle un novio a Simone de Beauvoir, lo que hay de cierto y de leyenda en El amante -seg¨²n la bi¨®grafa, la joven Duras se habr¨ªa prostitu¨ªdo en Indochina muy probablemente una sola vez, para ayudar a su madre-, su disgusto ante los filmes que Resnais, Peter Brook o Richardson hicieron a partir de sus textos, sus comas et¨ªlicos, su pasi¨®n por el cine, el entusiasmo incomprensible que despertaban en ella personajes como Bernard Tapie, la amistad y admiraci¨®n que siempre tuvo para con Mitterrand o el amor que sent¨ªa por su ¨²ltimo compa?ero, el homosexual Yann Andr¨¦a. La vertiente estrictamente literaria, el m¨¦rito de una escritura cada vez m¨¢s esencializada, cosida a mano, que alcanza lo sublime rozando muchas veces lo rid¨ªculo, no es lo que m¨¢s interesa a Adler. Y mejor que sea as¨ª porque sin duda no es la persona m¨¢s adecuada para abordar la cuesti¨®n.
Babelia
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