Ol¨¦ la casta torera
Los carteles anunciaban "gloria bendita, irrepetible". Un mano a mano entre Curro y Anto?ete en una corrida goyesca para conmemorar el 150? aniversario de la plaza de Antequera. Una fiesta a la que el p¨²blico, que no llen¨® el coso, acudi¨® con expectaci¨®n y ¨¢vido de jalear cualquier m¨ªnimo detalle como gesta de la historia del toreo. Seguramente hubo m¨¢s gloria en la expectaci¨®n, en el deseo, que en la realidad. Pero hubo un derroche de torer¨ªa de Antonio Chenel, Anto?ete, que est¨¢ ya en la gloria de la tauromaquia.
Lo cierto es que ni Curro ni Anto?ete defraudaron. Y justo es decir que no recibieron ning¨²n regalo del ganadero. Los toros de Jandilla ofrecieron un juego desigual, adolecieron de falta de fuerzas, en ning¨²n caso alarmante, hubo alguno encastado (el 1? de Curro) y otros de embestida noble. Hay ferias en las que se ven cosas mucho peores, en M¨¢laga sin ir m¨¢s lejos.
Tres ganaderos / Hermoso, Anto?ete, Romero
Un toro de Castiblanco y otro de S¨¢nchez Rodr¨ªguez, despuntados para rejones, mansos. Cuatro toros de Jandilla, desiguales de presentaci¨®n y justos de fuerza. Pablo Hermoso de Mendoza: ovaci¨®n y vuelta. Anto?ete: metisaca y estocada hasta la bola (oreja); metisaca y estocada trasera (dos orejas). Curro Romero: metisaca, cae el toro y es apuntillado (silencio); estocada tendida (dos orejas y rabo).Plaza de toros de Antequera, 20 de agosto. Corrida goyesca en conmemoraci¨®n del 150? aniversario de su inauguraci¨®n.
No deber¨ªa ser irrepetible lo visto ayer en Antequera. All¨ª podr¨ªan haber estado las figuras actuales para tomar nota de la lecci¨®n de casta y de torer¨ªa que dict¨® el maestro Chenel.
Todo fue aut¨¦ntico en ¨¦l, sus ganas, su decisi¨®n, su comportamiento, su verg¨¹enza. Fij¨® los pies en la arena para recibir de capote a su primero cit¨¢ndolo de lejos. Traz¨® una media ver¨®nica de excelente factura, afeada porque el toro le enganch¨® el capote. Con la muleta,mantuvo su decisi¨®n. Cit¨® siempre de frente, ofreciendo la muleta plana, cargando la suerte. Se ech¨® el enga?o a la izquierda para empezar y apunt¨® unos naturales exquisitos. Pero el toro puso tambi¨¦n en evidencia las carencias del madrile?o. Se volv¨ªa pronto y Chenel ten¨ªa dificultades para colocarse. Pero s¨ª tuvo el arresto de entrar a matar por derecho. Pinch¨® pero no se alivi¨®, y dej¨® un estoconazo que le vali¨® la primera oreja. En su segundo volvi¨® a pasar apuros al lancear de capote. Al intentar una media ver¨®nica, el toro cort¨® el viaje. Pero Chenel aguant¨® y acab¨® revolcado por el suelo. No le import¨® el percance, y como si fuera un chaval cogi¨® la muleta con la misma decisi¨®n que hasta entonces. Volvi¨® a cruzarse y a exponer hasta que consigui¨® sacar unos derechazos hond¨ªsimos. No mat¨® esta vez tan bien. Agotado, se gir¨® al p¨²blico con un gesto: "Esto es cuanto puedo hacer". "No importa maestro. Ya es bastante. Tome usted estas dos orejas, que esto no es f¨¢cil de ver". Y Curro. El de Camas ofreci¨® sus dos caras. En el primero, la espant¨¢. Y eso que sali¨® al ruedo con decisi¨®n, s¨®lo permiti¨® un puyazo, pero el toro no le gust¨®. Y ya se sabe lo que pasa entonces: gestos de desagrado, macheteo y liquidar el asunto de cualquier manera.
Pero en el que cerr¨® plaza apareci¨® el Curro sublime, el fara¨®n. Acababa Anto?ete de dar una clamorosa vuelta al ruedo, entre l¨¢grimas, y Curro acept¨® el reto. Recibi¨® al toro con cuatro lances que pusieron la plaza bocabajo. Hubo muchos que ya se sintieron entonces en la gloria. A¨²n fueron mejores las dos ver¨®nicas que instrument¨® en el quinto, con las manos bajas, lent¨ªsimas. Qu¨¦ pena que el toro enganchara el enga?o en la media de remate.
Cogi¨® Curro la muleta con la mano derecha y sin m¨¢s pre¨¢mbulos se puso a torear. Ya sab¨ªa cu¨¢l era el sitio, as¨ª que present¨® el enga?o y se encontr¨® con que el toro respond¨ªa a la primera. Lo condujo embebido en no m¨¢s de siete pases largu¨ªsimos, dos de ellos parecieron eternos. Dos series y se acab¨®. Con la mano izquierda ni lo intent¨®. Despu¨¦s de lo que acababa de hacer, ?para qu¨¦ iba a ponerse a porfiar?
Complet¨® el cartel el rejoneador Pablo Hermoso de Mendoza, a quien le tocaron en suerte dos toros parad¨ªsimos que no propiciaron el lucimiento. El navarro expuso lo indecible y volvi¨® a maravillar con la habilidad del caballo Cadancho, otro que tambi¨¦n derrocha casta torera.
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