Ante la ofensiva final en Kosovo
LA OFENSIVA de las fuerzas serbias contra los nacionalistas de Kosovo parece hallarse en su fase final de eliminaci¨®n de reductos guerrilleros, como no pod¨ªa ser de otra manera en el enfrentamiento entre un Ej¨¦rcito regular con una guerrilla valerosa pero ca¨®tica que trataba de liberar una parte de la provincia albanesa de Serbia. Y, parad¨®jicamente, el desequilibrio de fuerzas sobre el terreno podr¨ªa constituir la oportunidad para que ambas partes, el Gobierno de Belgrado y la resistencia pol¨ªtica kosovar, se avinieran por fin a entablar negociaciones. La situaci¨®n es, al menos te¨®ricamente, de imposible soluci¨®n. Kosovo forma parte del Estado yugoslavo, que integran las rep¨²blicas de Serbia y Montenegro, y el mundo entero, incluidas las otras rep¨²blicas nacidas de la desintegraci¨®n de la antigua Yugoslavia, reconoce esa realidad soberana. Por ello, el presidente serbio-yugoslavo, Slobodan Milosevic, no parece veros¨ªmil que ofrezca a la provincia m¨¢s que una autonom¨ªa similar a la que ten¨ªa hasta que el propio Milosevic le despojara de ella para atizar el fuego del nacionalismo serbio en 1989; y los kosovares, por su parte, consideran que se ha ido ya demasiado lejos, primero en la destrucci¨®n de la idea federal de la antigua Yugoslavia, y despu¨¦s, en la salvaje represi¨®n contra su pueblo para aceptar nada que no sea la independencia sin cl¨¢usulas de reserva.
Otra v¨ªa, finalmente, que ha sugerido la diplomacia occidental ser¨ªa la de que Kosovo se convirtiera en la tercera rep¨²blica integrante de la federaci¨®n neoyugoslava, pero tampoco parece que ello pueda satisfacer a unos ni a otros, por insuficiente para los kosovares o excesiva para los serbios.
Pero Occidente, con Estados Unidos a la cabeza, no puede aceptar un no por respuesta, atrapado como est¨¢ en su propia contradicci¨®n de no desear la ruptura de lo que queda de Yugoslavia, por temor a que la independencia de Kosovo incendiara a¨²n m¨¢s la zona, extendiendo los combates a la vecina Macedonia, sin dejar por ello de oponerse al desp¨®tico poder de Belgrado sobre la poblaci¨®n kosovar. Y por ese motivo est¨¢ presionando tanto a Milosevic como al l¨ªder independentista, pero contrario a la violencia, Ibrahim Rugova, a que negocien una soluci¨®n intermedia que, en realidad, ninguno de los dos quiere.
La t¨¢ctica para ello, que puede considerarse perfectamente c¨ªnica, ha sido la de amenazar a Milosevic con el uso de la fuerza, pero permanecer de brazos cruzados con el solo espantajo de unas maniobras escasamente intimidatorias de la OTAN en tierra de la vecina Albania, mientras Serbia barr¨ªa la resistencia guerrillera.
De esa manera, batidos en el campo de batalla los partidarios de la independencia por la fuerza, deber¨ªa tocar ahora el turno a la palabra, que es el dominio preferido de Rugova. Y, al mismo tiempo, un Milosevic vencedor en lo militar podr¨ªa ser m¨¢s flexible en la mesa de negociaciones. El l¨ªder kosovar, por a?adidura, podr¨ªa estar dispuesto a negociar si terminan las exacciones militares y los m¨¢s de 200.000 refugiados kosovares pueden volver a sus hogares.
?sa es la ¨²nica salida por la que hay que pugnar desde Occidente; por unas negociaciones sin condiciones previas en las que las partes se den una tregua. El caso de Chechenia en Rusia en el que se acord¨® un plazo de cinco a?os para decidir sobre la independencia podr¨ªa servir hoy de inspiraci¨®n en Kosovo. Un periodo de tregua y autogobierno, s¨®lo con la pol¨ªtica exterior bajo control de Belgrado, ser¨ªa una f¨®rmula con la que ni unos ni otros tendr¨ªan que hacer concesiones de salida sobre la suerte ¨²ltima de la provincia. Pedir hoy m¨¢s, cuando ni siquiera hay acuerdo para el inicio de esas conversaciones, ser¨ªa disparatado.
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