La partitura teatral
El jueves lleg¨® Don Carlos al escenario del Victoria Eugenia en versi¨®n de concierto pero dotada de una singular potencia dram¨¢tica. Y es que en las ¨®peras de Verdi lo m¨¢s teatral es siempre la partitura. De ah¨ª que Don Carlos escuchado ahora resultara pura representaci¨®n sin escena por la naturaleza de los pentagramas, la continuidad e intensidad de la versi¨®n dirigida por Miguel ?ngel G¨®mez Mart¨ªnez.El maestro granadino dirigi¨®, de memoria, como es habitual en ¨¦l, el extenso y complejo drama musical y obtuvo un triunfo resonante no s¨®lo por el dominio, sino tambi¨¦n por la fuerza expresiva y la vitalidad con que estructur¨®, sinti¨® y trasmiti¨® la sorprendente creaci¨®n verdiana.
Con matices y colores nuevos, que inician el tramo final de su evoluci¨®n, Verdi nos da en Don Carlos el rostro oscuro de la contrarreforma y los fastos tremendos del barroco. Lo coment¨® con lucidez Eugenio Mont¨¢lez, despu¨¦s de la presentaci¨®n en La Escala del montaje de 1960. Y se?alaba agudamente c¨®mo, por encima de la misma intenci¨®n de los libretistas, Verdi hizo del Marqu¨¦s de Posa no un bar¨ªtono, sino un h¨¦roe. Verdi sirvi¨®, entonces, a Schiller con m¨¢s honda fidelidad que los adaptadores de su drama.
Asumi¨® el personaje nuestro bar¨ªtono Carlos ?lvarez, casi imprescindible en los grandes festivales europeos; su voz densa y coloreada, su arte maduro y su temperamento human¨ªsimo enalteci¨® la figura m¨¢s atractiva de toda la obra.
Tuvimos un pr¨ªncipe tambi¨¦n excelente gracias a los medios, la t¨¦cnica y la l¨ªnea del tenor b¨²lgaro Kaludi Kaludov, y una fascinante Isabel de Valois encarnada con arte refinado y esplendidez de medios por la alicantina Ana Mar¨ªa S¨¢nchez. No anduvo a la zaga en cuanto a impostaci¨®n dram¨¢tica la Princesa de ?boli, a cargo de la napolitana Elisabetta Fiorillo. Desde el primer momento pudo advertirse que Miguel ?ngel Zapater defend¨ªa a Felipe II con dificultad por indisposici¨®n que, m¨¢s tarde, se nos dio a conocer. Profesionalidad A pesar de ello, el total del reparto no qued¨® da?ado gravemente y era de admirar la profesionalidad y los recursos del cantante asturiano para alcanzar, con noble belleza, la l¨ªrica gravedad del protagonista en su c¨¦lebre aria y en genial d¨²o con el gran inquisidor, cantado y entendido con exactitud por el ruso Sergei Aleksashkin.
Incluso los papeles menores estuvieron servidos con m¨¦rito por Marina Rodr¨ªguez-Cusi, Emilio S¨¢nchez y Olatz Saitua. El Orfe¨®n Donostiarra y la Sinf¨®nica de Euskadi fueron sustentaci¨®n y gran decorado en este eficac¨ªsimo teatro sin escena, vivo, convincente y, por momentos, convulsivo en su entera grandeza l¨ªrico-dram¨¢tica. El p¨²blico respondi¨® con largo entusiasmo y dedic¨® a todos los int¨¦rpretes interminables ovaciones.
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