O pagas tus deudas o vas a la c¨¢rcel
Una vez m¨¢s, otro gran paquete de ayudas del Fondo Monetario Internacional (FMI) ha fracasado. Se han invertido miles de millones de d¨®lares para nada. En los ¨²ltimos tiempos, y demasiado a menudo, est¨¢n ocurriendo desastres de esta magnitud. Contemplado desde todos los puntos de vista, lo que subyace tras la crisis rusa es una historia de mala apreciaci¨®n pol¨ªtica y econ¨®mica. Mir¨¢ndolo bien, no hab¨ªa nada realmente err¨®neo en el rublo. Es cierto que la ca¨ªda en los precios del crudo ha hecho mucho da?o a Rusia y que una moderada depreciaci¨®n podr¨ªa haber ayudado. El problema est¨¢ en otra parte y todo el mundo lo sabe: el Gobierno federal es cada vez menos capaz de recaudar impuestos, que han bajado de un 20% del PIB en 1992 a un 8% este a?o.Las autoridades rusas se las han apa?ado para contener el d¨¦ficit presupuestario. Pero lo han hecho de manera equivocada: dejando de pagar sus deudas. En Rusia, hoy nadie tiene la opini¨®n de que las deudas deban ser pagadas, como tampoco lo piensan el Gobierno o los contribuyentes. ?Por qu¨¦ pagar si no hay sanci¨®n?
Desde oficinas tan lujosas como las de Nueva York o Londres, los bancos y las corporaciones rusas se empe?an en grandes acuerdos comerciales -que hacen a sus altos cargos inmensamente ricos- para luego arg¨¹ir que no pueden pagar los impuestos que les corresponden. Cuando los inspectores se molestan y deciden tomar cartas en el asunto, se llega a un acuerdo por el que se recaudan unos cuantos kopecks y se sigue adelante. Si la recaudaci¨®n sigue cayendo, no hay forma posible por la que el Gobierno pague su deuda. Y eso dispara la crisis. De la misma manera, los inversores nacionales y extranjeros se han escapado por la puerta trasera. Las autoridades certificaron que el rublo no est¨¢ sobrevaluado, pero no hab¨ªa compradores. Fueron los financieros involucrados los que convencieron a las autoridades para comprar esos rublos y cuando las reservas de d¨®lares se agotaron en julio, el FMI suministr¨® una nueva inyecci¨®n de dinero que acab¨® de la misma manera.
Sobre el papel, las condiciones del FMI para el pr¨¦stamo podr¨ªan haber solucionado el problema. Pero la mitad de las medidas requeridas tuvieron que ser aprobadas por una Duma (C¨¢mara baja del Parlamento) bajo control de los comunistas que nunca antes ha pasado una legislaci¨®n sin antes demolerla. Para conseguir la otra mitad de las medidas exigidas por el FMI, el Gobierno podr¨ªa haberse puesto serio con los grandes contribuyentes -amigos del presidente-, pero el primer ministro (entonces Kiriyenko y ahora reemplazado) ten¨ªa poca influencia en este terreno. Las condiciones impuestas por el FMI no tuvieron nunca ni siquiera la oportunidad de tratar de imponerse. ?ste fue el primer error. El segundo fue no requerir la libre fluctuaci¨®n del rublo.
Estados Unidos, principal donante del FMI, cometi¨® el tercer error. Decidi¨® que el destino pol¨ªtico de Bor¨ªs Yeltsin era vital para sus intereses nacionales y solicit¨® al FMI comprometer una vez m¨¢s otro cuantioso y, previsiblemente condenado al fracaso, cr¨¦dito. ?sta es la situaci¨®n en la que nos encontramos. Principios b¨¢sicos de la econom¨ªa han derrotado al mejor de los economistas de Washington. Yeltsin y sus amigos se han hundido con el rublo. Y todav¨ªa no se ha tocado fondo. ?Qu¨¦ es lo que se puede hacer?
Inteligentemente, las autoridades rusas han suspendido el servicio de su deuda. Tuvieron que pagar unos intereses enormes, lo que puede ser ¨²nicamente explicado por la expectaci¨®n de una nueva suspensi¨®n de los pagos.
Los inversores que ahora protestan por la suspensi¨®n de la deuda son todo menos ingenuos. Incluso si acabaran con la mitad de lo que so?aban conseguir, seguir¨ªa siendo el mejor negocio del a?o, cortes¨ªa de millones de rusos empobrecidos.
Las autoridades deben tambi¨¦n dejar de fijar el precio de cambio del rublo. Su obstinada defensa de su moneda fue ofrecida como garant¨ªa a los bancos rusos, los cuales hab¨ªan adquirido muchos pr¨¦stamos en d¨®lares.
Si los bancos se hundieran, no pasar¨ªa nada. Pueden venderse y hay muchos compradores occidentales dispuestos a ello si se mantienen fuera de los poderosos lobbies y el precio es asequible. Finalmente, parece que Rusia tendr¨¢ bancos que se parezcan a aquellos que se encuentran en los dem¨¢s lugares del planeta.
Y finalmente se llega a la parte esencial de la cuesti¨®n: la recaudaci¨®n de impuestos. Hasta que esto no se haga correctamente, Rusia se ir¨¢ deslizando de crisis en crisis, hundi¨¦ndose gradualmente como lo hizo Am¨¦rica Latina en los ochenta.
S¨®lo hay una salida: aplicar la ley. Para ello se requiere cortar los lazos que existen entre pol¨ªtica, negocios y finanzas. Y Yeltsin ha demostrado que no est¨¢ dispuesto a hacerlo. Respald¨® a su antiguo primer ministro en decisiones duras, pero no dej¨® que tocara ese negocio. Ahora ha tra¨ªdo de vuelta a V¨ªktor Chernormirdin, cuya principal ventaja pol¨ªtica es el inmovilismo. Demasiado malo. Ser¨¢ otra persona quien tenga que hacer el trabajo de estabilizar la econom¨ªa de mercado, esa donde o pagas tus deudas o vas a la c¨¢rcel. Tan simple como eso. Todo lo dem¨¢s es hablar por hablar.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.