Andaluc¨ªa sin fronteras
La ¨²nica diferencia que hay entre nosotros y quienes trabajan para M¨¦dicos sin Fronteras -o cualquier otra organizaci¨®n similar- es la de optar por el hacer. Casi todos sentimos en lo m¨¢s profundo un id¨¦ntico impulso hacia el bien solidario, reaccionamos con el mismo horror compasivo ante las im¨¢genes del sufrimiento provocado por el hombre o por la naturaleza (casi siempre con el primero agravando la hostil indiferencia de la segunda), querr¨ªamos erradicar ese dolor, o atenuarlo, saciar el hambre, vendar las heridas. Pero, ?qu¨¦ hacer?, nos preguntamos, viendo las terribles im¨¢genes en los informativos. Y adem¨¢s, ?para qu¨¦?, si lo que yo como individuo pudiera hacer ser¨ªa menos que un grano de arena en un desierto, y estamos convencidos de que la causa del mal es estructural y su soluci¨®n pol¨ªtica. Hay sin embargo quienes responden a la pregunta del qu¨¦ hacer positivamente: haciendo. Los que nos creemos menos malos de entre nosotros, escribimos, pensamos y hablamos acerca de estas cuestiones. Nos preocupan. A los mejores estas cosas les ocupan, y por eso se ponen a disposici¨®n de una de estas organizaciones, cogen un avi¨®n y -sin sentirse h¨¦roes, porque quien est¨¢ en el hacer no tiene tiempo para tonter¨ªas- se van al otro lado de la c¨¢mara, a la realidad, y en la medida de sus fuerzas (que no son mayores, sino iguales a las nuestras) se unen a otros que luchan contra la gigantesca riada de dolor construyendo, ladrillo a ladrillo, diques de racionalidad solidaria. No se dejan desmoralizar por la magnitud de la tarea ni se quedan paralizados por consideraciones pol¨ªticas, filos¨®ficas o teol¨®gicas. No hay tiempo para perplejidades ante el origen del mal cuando se est¨¢n combatiendo sus efectos en cuerpos reales que sufren dolores verdaderos. Eso lo dejan para nosotros. Ellos est¨¢n en la dignidad del hacer. La semana pasada el director general y el delegado en Andaluc¨ªa de esta organizaci¨®n dieron a conocer en Sevilla alentadores datos sobre el crecimiento del inter¨¦s social hacia M¨¦dicos sin Fronteras. El saber que cuentan con casi 2.000 socios en Sevilla y 7.000 en Andaluc¨ªa fue la buena, la mejor noticia de la semana pasada. Esto no puede sino llenar de satisfacci¨®n a quienes contemplamos su quehacer con la admiraci¨®n, pero tambi¨¦n la distancia, de quienes desde la butaca de un cine ven las proezas de los h¨¦roes (que ellos, porque lo son, no saben que son). Porque nuestra fortaleza burguesa est¨¢ tan bien defendida que somos capaces, al mismo tiempo, de conmovernos ante el dolor, justificarnos dici¨¦ndonos que no tiene soluci¨®n y admirar a quienes se implican personalmente en la lucha a favor del hombre. Pero tambi¨¦n nos ponen en una saludable crisis, porque su estar all¨ª, donde es necesario y urgente estar, es una erosi¨®n continua a nuestra indiferencia. Si del espect¨¢culo del dolor podemos defendernos, ante su estar all¨ª, donde lo mejor que hay en nosotros mismos querr¨ªa estar, no cabe ya coartada. Curan, as¨ª, aqu¨ª y all¨ª; con suerte, derrotar¨¢n nuestro miedo a ser y a hacer, convirti¨¦ndonos a la ¨²nica fe verdadera que es la del hacer -estemos donde estemos- en favor del hombre.
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