El balance de dos veranos marcianos
El anuncio de indicios de vida en un meteorito de Marte ha resistido mal el escrutinio cient¨ªfico
Hace dos a?os la revista Science publicaba un art¨ªculo llamado a revolucionar la sociedad moderna en todos los aspectos. Un grupo de cient¨ªficos de la NASA, dirigido por David McKay, anunciaba ni m¨¢s ni menos la posible existencia de vida extraterrestre. Nada de contactos a trav¨¦s de sutiles se?ales escuchadas por alg¨²n remoto observatorio. Formas. Formas de tipo biol¨®gico encontradas en un meteorito marciano, el famoso ALH84001, ca¨ªdo en la Ant¨¢rtida hace unos 13.000 a?os despu¨¦s de viajar por el espacio otros 15 millones de a?os m¨¢s. Todo un encuentro en la tercera fase. Eso s¨ª, representantes del planeta rojo un poco ajados, puesto que son unos potenciales microf¨®siles que, de haber vivido alguna vez, lo habr¨ªan hecho hace 3.500 millones de a?os.Cada una de las cinco pruebas circunstanciales que aport¨® la NASA han sido escrutadas despu¨¦s por diversos grupos cient¨ªficos. Aunque se admite la idea de que el meteorito es definitivamente marciano, ninguno de los biomarcadores propuestos se consideran suficientemente fiables: tanto los hidrocarburos arom¨¢ticos como las l¨¢grimas cristalinas de sulfuros y de magnetita pueden haberse formado por procedimientos puramente inorg¨¢nicos. Los propios gl¨®bulos de carbonato podr¨ªan haber cristalizado a temperaturas mucho mayores que las que soportar¨ªa la vida o incluso pueden haber precipitado despu¨¦s de la ca¨ªda del meteorito en la Tierra. Queda a¨²n por dilucidar el origen de las formas ovoidales y tubulares interpretadas como restos de nanobacterias, argumentando que formas tan complejas no pueden ser generadas inorg¨¢nicamente. No tenemos pruebas contundentes de que dichas formas sean de origen biol¨®gico pero, honestamente, tampoco de lo contrario. En resumen, pocos cient¨ªficos estar¨ªan hoy en d¨ªa dispuestos a admitir que los datos aportados por la NASA demuestran la existencia de vida pasada en el planeta rojo. Pero muchos otros creen que a¨²n merece la pena lanzar un programa ambicioso de exploraci¨®n de Marte. Nuestro vecino planeta tiene una historia geol¨®gica que le convierte en el candidato n¨²mero uno para albergar, o m¨¢s exactamente, para haber albergado vida. Aunque las caracter¨ªsticas actuales de Marte y la Tierra son bien diferentes, es seguro que ambos planetas compartieron una historia geol¨®gica b¨¢sicamente similar durante sus primeros 2.000 millones de a?os: un proceso de desgasificaci¨®n que gener¨® una atm¨®sfera con vapor de agua a temperaturas suficientemente templadas como para crear someros mares sobre materiales alcalinos derivados de una intensa actividad volc¨¢nica.
Si la vida apareci¨® durante ese periodo de tiempo en la Tierra, ?por qu¨¦ no pudo ocurrir lo mismo en un escenario equivalente como el de Marte?. Los micropaleont¨®logos podr¨ªan buscar en sus viejas rocas restos de ese plausible periodo vivo. A diferencia de la Tierra, donde esas rocas primitivas solo afloran en ciertos lugares remotos de Australia, ?frica y Groenlandia, la ausencia posterior de meteorizaci¨®n en Marte lo convierte en un excelente laboratorio para estudiar ese periodo juvenil de la formaci¨®n de planetas como el nuestro. Puede incluso que los sistemas vivos marcianos se refugiaran en ambientes subterr¨¢neos cuando su superficie se convirti¨® en el inh¨®spito desierto helado actual, al igual que en la Tierra la vida bacteriana florece a grandes profundidades sin necesidad de energ¨ªa solar, colonizando finos sistemas de grietas por donde corren las aguas cargadas de minerales.
Como cualquiera alcanza a imaginar, un programa de exploraci¨®n directa de Marte, primero con robots teledirigidos y m¨¢s tarde con vuelos tripulados aportar¨ªa un sinf¨ªn de datos observacionales. Pero lo realmente importante no es la cantidad sino la calidad de esa informaci¨®n. El estudio de la historia natural de nuestro planeta, tiene una restricci¨®n epistemol¨®gica obvia: es un marco, literalmente, incomparable. Nuestros modelos de din¨¢mica de sistemas biol¨®gicos y geol¨®gicos y de sus acoplamientos, de las sucesivas crisis clim¨¢ticas de su historia, s¨®lo pueden ser comprobados internamente. Disponer de informaci¨®n de otro planeta similar al nuestro significar¨ªa un cambio radical a la hora de entender y de aprender a manejar una Tierra que se nos va de las manos. Sobre todo si en ese otro planeta alguna vez la vida floreci¨®.
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