La ¨®pera recupera en Utrecht el olvidado "Orfeo" de Antonio Sartorio
Un amplio grupo de solistas vocales participa en el festival
El nacimiento de la ¨®pera es indisociable del mito de Orfeo. Las Euridice de Peri y Caccini o el Orfeo de Monteverdi as¨ª lo atestiguan. Con el Orfeo de Euridice de Gluck el g¨¦nero buscar¨ªa nuevas v¨ªas expresivas. Utrecht ha rehabilitado uno situado en un terreno intermedio, el compuesto por Antonio Sartorio en 1672. Junto a esta recuperaci¨®n, George Gershwin fue el otro gran protagonista de la jornada.
Stephen Stubbs hab¨ªa dirigido ya las versiones musicales del mito griego firmadas por Landi (en Brujas), Rossi (en Estocolmo) y Monteverdi (en Amsterdam). Ahora le ha llegado el turno a la olvidada ¨®pera de Sartorio, la primera que se aparta en buena medida de los principales trazos de la acci¨®n para incorporar tramas y personajes secundarios.Ello le vali¨® ser tildada de "decadente" y es posible que sus sinuosos meandros argumentales resten fuerza a la poderosa idea central. Sartorio, no obstante, se reserva la mejor m¨²sica para el locus classicus del relato m¨ªtico y las escenas iniciales del tercer acto pueden codearse, por su originalidad y fuerza expresiva, con los mejores momentos de la ¨®pera barroca.
A pesar de los cortes arteramente introducidos por Stubbs, el espect¨¢culo se prolong¨® durante tres horas y media de m¨²sica de una riqueza y unos contrastes fascinantes. Presentada en versi¨®n de concierto, destac¨® por encima de todo la construcci¨®n del entramado instrumental, con un bajo continuo v¨ªvido e imaginativo.
El nivel medio fue tambi¨¦n extraordinario entre el nutrido grupo de solistas vocales, aunque debe mencionarse especialmente el noble. Orfeo -aqu¨ª mudado en amante celoso- encarnado por Ellen Hargis. Suzie Le Blanc, una fiel colaboradora de Stubbs, compuso, aunque enferma, una Euridice de gran lirismo y nada tendente, por fortuna, a dejarse llevar por los desmanes de la trama.
Hasta el momento, ¨¦sta ha sido, junto con el audaz montaje esc¨¦nico de los Madrigales de Monteverdi por el grupo Cantus C?lln estrenado un d¨ªa antes, la apuesta m¨¢s interesante y novedosa del Festival.
Uno de ellos, Josep Cabr¨¦, confirm¨® su enorme talento musical y su versatilidad incorporando a los personajes de Chirone y Bacco. El lunes hab¨ªa dirigido a la Capilla Pe?aflorida y s¨®lo un par de horas antes hab¨ªa sido un evangelista sobrio y elocuente en una pasi¨®n responsorial de Juan Pujol.
Era la obra central de un concierto ofrecido por La Colombina en el que sonaron tambi¨¦n p¨¢ginas para el Viernes Santo escritas por Victoria y Cardoso. M¨²sicas despojadas de todo artificio fueron interpretadas con rigor y serenidad por el grupo espa?ol, un asiduo del Festival que volvi¨® a congregar a centenares de turbados oyentes en la Jacobikerk: el generoso esfuerzo de estas cuatro voces desnudas fue premiado como merec¨ªa. Y la musica ib¨¦rica se apunt¨® otra tarde de triunfo.
Las pretensiones de autenticidad pueden llegar al siglo XX. Es lo que hizo ya entrada la noche, con un entusiasmo contagioso, Jack Gibbons al remedar en un viejo piano el modo en que George Gershwin interpretaba e improvisaba sus propias obras. El punto de partida son, claro, los cilindros de pianola registrados por el compositor americano, nacido hace ahora justamente cien a?os.
Se cerraba as¨ª, llegado su ecuador, el ambicioso arco temporal de nueve siglos que ha tensado esta edici¨®n del festival. D¨ªas atr¨¢s se iniciaba el recorrido con un concierto memorable en el que el grupo Voces G¨®ticas celebr¨® otro centenario: el noveno del nacimiento de la poetisa, m¨ªstica y compositora Hildegard von Bingen. Aqu¨ª los escenarios se eligen con tino y una abarrotada iglesia del siglo XI, la Pieterskerk, fue el escenario de la exhibici¨®n vocal de Catherine King, Steven Harrold o Julian Podger, maestros en hacer f¨¢cil el dif¨ªcil arte de cantar una monodia expresivamente pero sin efectismos. As¨ª interpretada, no es extra?o que la m¨²sica medieval no cese de ganar adeptos.
En su sorprendente El hombre que confundi¨® a su mujer con un sombrero, Oliver Sacks califica las visiones de esta mujer excepcional como "un fruto indiscutible de la migra?a". De ser cierto, y por lo aqu¨ª escuchado, no ha conocido la historia jaquecas m¨¢s hermosas.
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