El silencio del estratega
Los cuatro apocal¨ªpticos jinetes siguen en su eterno y enigm¨¢tico cabalgar. A veces se perciben cercanas sus siluetas; en ocasiones parecen alejarse tras lejanos horizontes, pero siguen cabalgando. Sigue habiendo en el mundo, con la muerte, hambres, pestes y guerras. La guerra parece ser el jinete que m¨¢s estruendosamente se ha dejado ver. En adelante se har¨¢ dif¨ªcil su visi¨®n porque, dicen, su realidad est¨¢ en evanescencia. La guerra "mundial" ha dejado de existir para muchos. Ya no habr¨¢ m¨¢s guerras, dicen, de ese porte. Seguir¨¢ habiendo otras guerras menores, pero la guerra grande, la mundial, la nuclear, ¨¦sa, como las oscuras golondrinas del poeta, no volver¨¢. La guerra que se vislumbraba ayer y que no lleg¨® a ser porque la Uni¨®n Sovi¨¦tica desarm¨®se a s¨ª misma ante su oponente tenso y armado siempre -Occidente o, mejor, la OTAN-, esa guerra no llegar¨¢ ya.Los que dicen que la guerra nuclear entre potencias hegem¨®nicas mundiales no llegar¨¢ a ser son algunos intelectuales y casi todos los pol¨ªticos de Occidente. Los estrategas, empero, callan. No faltan pensadores que tienen sus reservas de que esa guerra haya pasado ya a la historia por el hecho de que no pueda racionalmente ser y con ello haya dejado de ser contingente. Aquellos intelectuales y pol¨ªticos parecen andar cortos de visi¨®n y raudos en concepci¨®n; estos pensadores demuestran prudencia y mesura, acaso tambi¨¦n decantaci¨®n de un contemplar pausado y de una deducci¨®n ponderada, aunque pueda ser inducci¨®n inspirada. Mas lo que llama la atenci¨®n a algunos pocos es el silencio del estratega. ?Por qu¨¦ calla?
El argumento de quienes dan por imposible una guerra nuclear a gran escala peca de ingenuo, porque no es razonable pensar y deducir que porque uno de los oponentes haya bajado la guardia y renunciado al duelo, no van ya a volver a blandirse espadas para lanzarlas al pecho enemigo. Claro es que tal argumento da lugar a muchos distingos, y no s¨®lo aportados ¨¦stos por quienes no compartan aquella opini¨®n pacifista o irenista, sino tambi¨¦n, acaso, por sus propios sustentadores. Quienes no descartan en absoluto la guerra nuclear intensa y a ultranza tambi¨¦n disponen de su argumento. ?ste es el que se apoya en lo que alguien ha definido como los dos ¨²nicos principios reales de la guerra, es decir, el de que "la guerra es" y el de que "la guerra seguir¨¢ siendo". Seguir¨¢ habiendo guerra mientras no cambie de ra¨ªz la naturaleza del hombre, y esa guerra seguir¨¢ siendo la que el hombre pueda hacer. En ese "poder" va incluida su capacidad para hacer la guerra, capacidad que se reduce a los logros de la t¨¦cnica que se engloban en la definici¨®n de armamento. Si hay armas nucleares y el hombre "puede" emplearlas, podr¨¢ haber guerra nuclear. Quien crea en convenios pr¨¢cticos de limitaci¨®n de armamentos para no emplear ¨¦stos si la guerra llega, caer¨¢ en ingenuidad por no saber lo que es la guerra en s¨ª ni saber lo que es el hombre que la hace. La guerra nuclear, ilimitada, absoluta a lo Clausewitz, puede ser. Por tanto...
Claro es que la inminencia de la guerra es otra cuesti¨®n. Si no hace tantos a?os no resultaba insensata la opini¨®n de que la guerra nuclear pod¨ªa con relativa y no muy baja probabilidad estallar de alg¨²n modo antes de treinta o cuarenta a?os e incluso menos, hoy s¨ª que parece irreal contar con probabilidad semejante. El espectro de la guerra nuclear se ha desvanecido, retir¨¢ndose a planos alejados que quedan por bajo del horizonte pol¨ªtico de hoy. Pero el jinete apocal¨ªptico del rojo corcel no ha perdido su ser aunque no se aprecie con ojos de rutina su amenazante cabalgar. Pero se dijo que el estratega guarda silencio y sigue callado aun ante el hecho de que la guerra nuclear de entidad impredecible es imposible ya. Y qued¨® en el aire el ?por qu¨¦? Mas antes es conveniente saber qui¨¦n es ese estratega. El estratega es el hombre cuya "profesi¨®n" o su "afici¨®n" no es otra que la de pensar la guerra. Pensarla para, si su hora llega, hacerla luego. Pues bien: tal vez por ser "pensar la guerra" la actividad fundamental del estratega es por lo que ¨¦ste hoy calla y sigue en silencio. En este silencio influye un velado desconcierto ante el emborronamiento del casi siempre bien definido objeto de su pensar. El estratega puede estar desconcertado. Una vez m¨¢s: ?por qu¨¦?
Desde 1948, el estratega occidental y el sovi¨¦tico empezaron a pensar la guerra, la que sospechaban que pudiera ser la Tercera Guerra Mundial. Pese a las incongruencias pol¨ªticas, la guerra pr¨®xima se ve¨ªa con perfiles relativamente claros. Para el occidental, el enemigo era el comunismo personalizado en la URSS. Para el ruso, el enemigo era Occidente, Europa en realidad, que le hab¨ªa invadido ya tres veces desde 1812. Ante ese enemigo y para evitar una invasi¨®n m¨¢s, Rusia se hizo con el glacis defensivo de la Europa del Este. Para ambos estrategas, la guerra aparec¨ªa relativamente clara en sus contornos, aunque se presentara dif¨ªcil en su esencia, porque la guerra esa iba a ser la primera de su clase, la primera guerra nuclear de la historia. (...) El estratega se puso a pensar la guerra. As¨ª se dio en la estrategia de circunstancias: en la llamada estrategia nuclear Aquel pensar era f¨¢cil. Ahora es otra la escena estrat¨¦gica. Rusia y Occidente no son ya "enemigos". Los que s¨®lo ven de cerca las cosas de la pol¨ªtica y de la estrategia dicen: "?Qu¨¦ guerra va a haber? Ya no va a haber guerra; pensemos en otra cosa". (...) ?Qu¨¦ hace, pues, el estratega?: callarse o, todo lo m¨¢s, pensar para s¨ª. Y esto ¨²ltimo, dentro de lo malo, no lo es tanto. Lo peor, altamente probable, es que caiga el estratega en un escepticismo indiferente. Eso, que ya ha pasado en la historia, acarrear¨ªa para los afectados por esa inacci¨®n intelectual -par¨¢lisis del ingenio- consecuencias graves. Hay antecedentes. En 1815, tras la derrota de la Francia napole¨®nica, se dijo en Europa que ya no iba a haber m¨¢s guerras grandes. No las hubo hasta transcurridos cien a?os. Y en esos cien a?os se adormeci¨® el pensamiento estrat¨¦gico, pese a las teor¨ªas de Clausewitz y otros. Y eso es malo, porque el pensamiento estrat¨¦gico, por ser lo que es, no puede darse al sue?o. Pero ?qu¨¦ es?
Pensamiento estrat¨¦gico es la actividad m¨¢s destacada en lo intelectual y realmente fundamental en el hacer b¨¦lico presente y futuro del estratega en horas de armas calladas pero necesariamente vigilantes. Toma por su objeto primordial la guerra. ?sta se presenta en determinados momentos hist¨®ricos con relativa claridad de perfiles de su posible ser y con alta cifra de probabilidad de que ese posible ser suyo llegue a hacerse realidad en tiempo no dilatado, pero en otras horas hist¨®ricas no aparece con esos caracteres de posibilidad tan marcados ni con gran probabilidad de llegar a ser una guerra grande. Pues bien: el pensamiento estrat¨¦gico pierde vigor en tiempos en los que el espectro de la guerra se desvanece, y cobra fuerza cuando el b¨¦lico jinete apocal¨ªptico insin¨²a su llegada. Los resultados de esa vitalidad son tangibles si la guerra llega, y se reflejan con efecto si al fin llega la paz. Porque el pensamiento estrat¨¦gico fructifica en un conocer y cristaliza en un verdadero saber. El pensamiento estrat¨¦gico ha de tender a eso con referencia a lo suyo, pero, si no llega a ser genuino, no alcanza a producir verdadero conocimiento ni verdadero saber de eso suyo por naturaleza, es decir, de la guerra y de su circunstancia, que comprende tanto a la materialidad de la guerra como a lo que de espiritual se encierra en ella por la simple realidad de ser hecha por hombres y que radica en el ser de ¨¦stos y en la consistencia de sus ra¨ªces hist¨®ricas, y que de todo eso trasciende.
El valor del pensamiento estrat¨¦gico se pone de relieve en la preparaci¨®n y en la conducci¨®n de la guerra, pero tambi¨¦n se refleja en su val¨ªa mediante su fusi¨®n con el pensamiento pol¨ªtico para preparar y decidir las paces. Hay en la historia muchas paces est¨¦riles; algunas tan recientes como las de 1918 y 1945. ?Otras habr¨ªan sido ¨¦stas si los pensamientos estrat¨¦gico y pol¨ªtico hubieran alcanzado altos niveles de conocimiento y de saber referidos al ser y a la historia de los hombres a quienes se les impusieron las paces aqu¨¦llas! Pensar... pensamiento. Eso, referido a la guerra, no es exagerado e irracional belicismo. Pese al odio de todos y a su apariencia irracional y antihumana, la guerra es y seguir¨¢ siendo. Lo m¨¢s real que se debe esperar de ella es que pierda intensidad su ser, y que se extiendan los plazos de recurrencia de entrada en el horizonte del planeta del rojo caballo. Lo malo es que eso no se consigue con s¨®lo desearlo. El hombre est¨¢ hecho como est¨¢, y as¨ª seguir¨¢ siendo mientras no lo cambie quien lo hizo.
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