La trampa pasa la frontera
La trampa se dio en Bayona en estado puro. Con unos toros inv¨¢lidos pero de una invalidez total, se form¨® un cartel con dos de las figuras m¨¢s renombre del escalaf¨®n: Joselito y Enrique Ponce. Les acompa?aba, por sustituci¨®n de Miguel Abell¨¢n, herido en Palencia, el joven almeriense Ruiz Manuel.Lo de Joselito no tiene nombre. Torear a dos inv¨¢lidos creyendo que estaba ante los toros m¨¢s terror¨ªficos de la historia s¨®lo es posible en alguien que se ha quedado como torero para un museo de cera.
Adem¨¢s de estar fuera de su sitio, fuera de tono, porque estaba ante dos inv¨¢lidos, adem¨¢s de eso, no sali¨® a saludar a un p¨²blico benevolente y cari?oso con ¨¦l. ?Qu¨¦ quer¨ªa que hicieran? Tal vez sacarle a hombros y darle una vuelta por el espacio sideral.
Bayones/ Joselito, Ponce, Ruiz
Toros de Los Bayones, todos inv¨¢lidos; devueltos el 2?, 5? y 6? y sustituidos por otros tantos de Ord¨®?ez, Oliveira y El Sierro, respectivamente, que dieron juego desigual. Joselito: ovaci¨®n; gran ovaci¨®n. Enrique Ponce: oreja; dos orejas; sali¨® a hombros. Ruiz Manuel: oreja; ovaci¨®n.Plaza de Bayona (Francia), 5 de septiembre, 1? de feria. Lleno.
Por lo menos Enrique Ponce tuvo, no s¨¦ si decir suerte, de que sus dos inv¨¢lidos fueran sustituidos por otros toros al menos no inv¨¢lidos. Su primer toro, el de Antonio Ord¨®?ez, que sali¨® en sustituci¨®n del citado inv¨¢lido, ten¨ªa dificultades, era mansote, cabeceaba, y el torero estuvo muy inteligente, sabiendo estar en su sitio, y en alg¨²n momento le quit¨® el vicio del cabeceo al toro.
En alg¨²n instante estuvo hecho casi un legionario. En su segundo toro otro sustituto, en este caso ya era de Oliveira, estuvo mucho m¨¢s artista porque el toro dio m¨¢s juego, y realmente se entreg¨® profundamente.
Arrebat¨® al p¨²blico de la plaza , e incluso hay que reconocer que fue muy meritoria su actuaci¨®n de ayer en la plaza de Bayona. Ya se ha dicho que cort¨® tres orejas y sali¨® a hombros.
Al joven Ruiz Manuel se le puede perdonar que estuviera en esa fiesta de los inv¨¢lidos. Al fin y al cabo ¨¦l fue un invitado de ¨²ltima hora. ?l todav¨ªa no es figura. Cierto que su primer toro, el tercero de la corrida, ten¨ªa poca fuerza, se ca¨ªa, pose¨ªa una cabeza preciosa, y naturalmente la invalidez tambi¨¦n era bell¨ªsima. Pero a¨²n dentro de esa invalidez demostr¨® calidad, ganas de hacer las cosas bien, de torear con gusto exquisito y en momentos con excelente calidad. Su ¨²ltimo toro, el sexto de la corrida, era un toraco de 613 kilos, de la ganader¨ªa de El Sierro.
Un toraco que se encampan¨® en medio del ruedo y parec¨ªa que iba a dar un gran espect¨¢culo. No fue as¨ª. El gran espect¨¢culo lo dio el varilarguero por la calidad de la vara y, al tiempo, por la gran dureza de la vara. El toro era un toro sin clase, pura fachada. El muchacho hizo lo que pudo con el toro porque el toro no val¨ªa nada.
Queda una tarde taurina donde pudimos observar que las trampas de la fiesta, lo que se cuece por debajo y que infecta a la fiesta aut¨¦ntica, pasa las fronteras y vuela hacia los lugares m¨¢s insospechados.
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