Aprender a regresar
Los marineros espa?oles retenidos en Gambia relatan los sufrimientos padecidos en su cautiverio
, "Os estar¨¢n esperando en el aeropuerto diez autobuses de Isla Cristina y el propio Chaves, eso si no se entera Matutes y le roba la foto en la escala de Madrid". Estas palabras del armador del Briz 3, ?ngel Fern¨¢ndez, les llenaron las piernas de miedo a Antonio Lozano y Domingo L¨®pez. El salto del solitario trabajo de la mar a la mano por la espalda multitudinaria no es f¨¢cil para estos dos pescadores, que a¨²n no se imaginan lo que es ser noticia y a los que les queda por digerir los tres meses de retenci¨®n involuntaria en Gambia.
En un primer momento, el patr¨®n, Antonio, salta y asegura que lo peor que les ha sucedido en los meses de retenci¨®n fue la paliza que les propin¨® la guardia costera gambiana la noche del 2 de junio, cuando les detuvo por presunta pesca ilegal. En la cafeter¨ªa del hotel Meridien de Dakar, David Fern¨¢ndez -el hijo del armador, que se ha pasado casi tanto tiempo como ellos en Banjul- les record¨® los miles de malos momentos pasados. David no quiere hablar, pero ha pasado mucho miedo. El pasado jueves, ¨¦l y su padre le pagaron m¨¢s de seis millones de pesetas en billetes, tan peque?os como para llenar una maleta, al juez Willie A. Inyang, para que sentenciara a los marinos espa?oles a "tan s¨®lo" una multa de m¨¢s de 30 millones de pesetas, sustituibles por cuatro a?os de c¨¢rcel para cada uno, por un delito del que siempre se han declarado inocentes. David ha llegado a jugar al f¨²tbol con el legendario jugador ex sevillista Biri-Biri y varios ministros del Gabinete gambiano. El hijo del armador cuidaba de los hijos de los gerifaltes que ten¨ªan retenido al barco y a la gente de su padre, mientras le abrazaba el est¨®mago de rabia. "Esto es ?frica".
Domingo asegura que la paliza fue "el comienzo del miedo". Los espa?oles retenidos (y conviene incluir a David, que, aunque no legalmente, lo estaba de facto) pasaron pavor. No entienden c¨®mo el pasado viernes, tras pagar un soborno millonario y una multa mayor a¨²n, el Gobierno gambiano les amenazaba con llevarles a la c¨¢rcel. "La mentira que he visto, nosotros en el estrado, el embajador de nuestro pa¨ªs en un banco, el juez untado... Todo daba asco", se lamenta Domingo. Para el jefe de m¨¢quinas del Briz 3, el peor d¨ªa fue el pasado viernes, cuando, en un vaiv¨¦n de emociones, comenzaron la ma?ana sinti¨¦ndose libres tras la sentencia judicial del jueves; llegaron a la hora de comer como posibles reos, pues la multa iba a crecer en 180 millones de pesetas y no hab¨ªa manera de pagarlos, y cenaron como hombres libres.
A lo largo de este tiempo ha habido encontronazos grandes. Lorenzo y Justo son los nombres que se quedar¨¢n en su memoria. Dos empresarios espa?oles con peque?os negocios en el pa¨ªs africano que les reprend¨ªan en su hotel-c¨¢rcel por estar creando una situaci¨®n adversa a sus intereses econ¨®micos por su retenci¨®n en Gambia. A Domingo y a Antonio a¨²n se les enciende el alma cuando piensan en ellos. Estos empresarios llegaron a buscar firmas entre los espa?oles residentes en Gambia para enviar una carta a los peri¨®dicos en la que se asegurara que la situaci¨®n de los marinos hab¨ªa sido "de privilegio" y que la relaci¨®n entre ambos pa¨ªses es excelente. Los tripulantes del Briz 3 no entienden qu¨¦ demonios le hicieron a estas dos personas.
Las aberraciones y abusos vistos y los sobornos para seguir adelante han sentado un poso doloroso en los dos marineros. La llegada a casa -se espera que aterricen hoy mismo en Sevilla-, casi les mete miedo. Especialmente el aeropuerto, repleto de c¨¢maras, bol¨ªgrafos y preguntas. Se van haciendo a la idea y no puede ser m¨¢s duro que cuando a mediados de agosto vieron c¨®mo regresaban a Espa?a sus tres compa?eros espa?oles de cautiverio. "Llor¨¢bamos sangre, pero no lo pod¨ªamos demostrar para que no sufrieran", asegura Antonio, que sabe que este fin de semana se podr¨¢ beber un vino con esos compa?eros que pudieron salir de Banjul mientras ¨¦l permanec¨ªa cautivo. "Tendremos efectos secundarios del cautiverio, pero no sabemos cu¨¢les", sentencia Domingo, con la mirada baja y frot¨¢ndose los ojos. Echa de menos a alguien de confianza, a su mujer, a un hermano que le escuche. Todo lo que ha vivido y sufrido tiene que ser digerido, y no hay mejor receta que titularlo a trav¨¦s de una persona cercana. Hoy lo tendr¨¢ todo.
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