"Paparazzo", nombre para un indiscreto
Era inevitable. El primer aniversario del accidente mortal de la princesa Diana de Inglaterra se ha recordado, estos d¨ªas de atr¨¢s, por todos los medios de comunicaci¨®n de manera somera. As¨ª, ha llegado de nuevo a la mente de todos a la figura de los paparazzi. Los siete c¨¢maras que ese d¨ªa intentaban hacer fotos a la arist¨®crata, todav¨ªa en libertad condicional, est¨¢n a la espera de que un juez decida acusarles de presunto homicidio o de asistencia indebida a los heridos. La polic¨ªa les acusa de ser virulentos y agresivos. Trabajaban para cubrir la demanda de fotos indiscretas que ocupan, con grandes dosis de frivolidad, las p¨¢ginas de la prensa de coraz¨®n. Buscaban captar unas im¨¢genes que los mit¨®manos del fen¨®meno Lady Di, sin exclusi¨®n alguna, ped¨ªan con ardor obsesivo. El desenlace final trastoc¨® todos los planes. La mirada entrometida de estos profesionales fue condenada un¨¢nimemente. S¨®lo ellos eran culpables del pecado. Con pose de dignidad negamos nuestra curiosidad morbosa, pero ?qui¨¦n no ha cedido ante la tentaci¨®n de mirar por la rendija de una puerta?, ?qui¨¦n tras su escondite no ha seguido el desenlace de una amarga discusi¨®n? Es f¨¢cil condenar al mensajero, cerrar los ojos y so?ar, ajenos a lo que acontece, que nuestra responsabilidad est¨¢ a buen recaudo. Todos tenemos algo de ese personaje cuya vida sirvi¨® de inspiraci¨®n a Federico Fellini durante el rodaje de su obra maestra La dolce vita. El director italiano recurri¨® al nombre de un compa?ero de la infancia, en la escuela publica de Rimini, para bautizar a la nueva estrella de su pel¨ªcula: Paparazzo, un napolitano que hablaba tan r¨¢pido que era dif¨ªcil entenderle. Nunca hubiera imaginado que aquel t¨¦rmino, para referirse a quien tomaba im¨¢genes imprevistas de famosos, acceder¨ªa como neologismo al vocabulario internacional. El protagonista era fot¨®grafo y cedi¨® plaza al actor. Se llamaba Tazio Secchiaroli (Roma,1925-1998). En los a?os 1950 y 1960 hac¨ªa fotos de actores, reyes, divas y las m¨¢s variopintas celebridades. Conseguido su objetivo actuaba por el lema: primero escapa y luego pregunta. La fama, y consiguiente perdida del anonimato, le impidi¨® seguir realizando su trabajo. Su forma de hacer contaba con un precedente prestigioso, una forma de tomar im¨¢genes que hab¨ªa estrenado Erich Salom¨®n (Berl¨ªn, 1886-1944) en los a?os 1920 y 1930. Conocido en los c¨ªrculos pol¨ªticos europeos como el rey de los indiscretos retrato a numerosas personalidades en posturas y situaciones ins¨®litas sin que se diesen cuenta. Siendo uno de los fot¨®grafos m¨¢s destacados de este siglo XX, puede afirmarse que su forma de hacer abri¨® el camino de lo que se entender¨ªa como fotoperiodismo moderno. Desde entonces todas las agencias, peri¨®dicos y revistas han recurrido a eso que de manera peyorativa se denomina foto robada, pero que, en definitiva, no deja de ser una noticia viva, con impacto, que introduce cierto incentivo al ¨¢mbito profesional que en ocasiones languidece en su reiteraci¨®n de posturas. La fragilidad de memoria no puede hacer olvidar y debe guardar un espacio para agradecer las im¨¢genes aportadas por los reporteros al acecho. Algunas de ellas, con un toque de humor no desde?able, han servido para divertirnos; muchas, para descubrir aspectos multicolores de la vida cotidiana que no hubi¨¦ramos sido capaces de encontrar por nuestra cuenta; otras han sabido denunciar atroces barbaridades. Hay que valorar todo en su conjunto. No sirve recriminar el pillaje de la fotograf¨ªa de Ana Bel¨¦n en top less (seg¨²n Norma Duval, hay que reconocer que est¨¢ guap¨ªsima) sobre la cubierta de un barco y luego ir corriendo a comprar la revista que la ha publicado en su portada. Tampoco es preciso ensalzar a quien nos descubri¨® al oficial vietnamita ejecutando de un tiro en la nuca a un prisionero del Vietcong, o al coronel Tejero pistola en mano en la palestra de oradores del Congreso, porque marcaron referentes ic¨®nicos sobre lo deleznable de la violencia. Todas ellas son situaciones con las que puede encontrarse un informador gr¨¢fico de actualidad y debe resolver con soltura. El oficio obliga, la empresa lo necesita y, desde luego, son muchos los lectores que as¨ª lo exigen.
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