El desconocido Lucian Pintilie da una lecci¨®n al c¨¦lebre Abel Ferrara
El "ni?o prodigio" Steven Soderbergh presenta "Out of sight"
Expectaci¨®n m¨¢xima, con histeria, bofetadas e intrusi¨®n policial en los accesos a la sala Palalido, en el pase de prensa de Hotel New Rose, del "genio" neoyorquino Abel Ferrara. Al final, el engorroso silencio que sigue al gatillazo, roto por algunos ferroces abucheos contra esta empanada mental. Detr¨¢s quedaba el recuerdo del cine exacto del rumano Lucian Pintilie en El final del para¨ªso.
ENVIADO ESPECIAL, Mientras tanto, en las discretas vitrinas del glamour, el ex ni?o prodigio estadounidense Steven Soderbergh, ya muy crecidito, logr¨® entre arritmias y titubeos hacer olvidar en Out of sight los candorosos patinazos que siguieron a su prematuro, en realidad temerario, encumbramiento hace una d¨¦cada con la Palma de Oro de Cannes a Sexo, mentiras y cintas de v¨ªdeo.Soderbergh cuenta en Out of sight con tres apoyaturas que le ponen el (relativo, muy tibio) ¨¦xito en carambola muy f¨¢cil: la solvencia argumental de la novela negra de Elmore Leonard, un escritor serio; la hermosura y seguridad de quien, como Jennifer L¨®pez, sabe que es capaz de tragarse cruda una c¨¢mara; y el tir¨®n multitudinario del guapo George Clooney, que va de delf¨ªn del rey Harrison Ford, aunque anda al asalto del trono de gran macho de Hollywood sirvi¨¦ndose de armas, estilo y hechuras imitadas de otro rey, ya muerto pero nunca destronado, Clark Gable. Tiene dotes el bello, y las manifiesta en su busca, orientada hacia lo Gable, de iron¨ªa dentro de sus durezas y de una - a¨²n demasiado estudiada y no absorbida por el instinto- capacidad para transformar su eficacia fotog¨¦nica en una, todav¨ªa torpona, burla esc¨¦ptica de su propia guapeza. Le faltan a Clooney muchos tragos, algunas arrugas y un par de palizas del destino, que amarguen su demasiado dent¨ªfrica prepotencia de papel couch¨¦.
Por otro lado, ya en la pelea del concurso, Abel Ferrara no nos hizo atravesar las espesuras de su Hotel New Rose: nos dej¨® encerrados dentro de sus feas y confusas estancias, desorientados y completamente hasta el gorro de su tortuoso y fatuo querer y no poder. El que fue vigoroso director de las atormentadas compresiones de Teniente corrupto y El funeral, se refugi¨® ayer en una blandorra escaramuza dentro del llamado infierno milenarista, que est¨¢ plagado de fabricantes de apocalipsis a la medida del pijer¨ªo de Manhattan; de camas sin humedades glandulares en las que Ferrara ejercita un p¨¢lido sexo de sacrist¨ªa blasfema, y otras lindezas de laboratorio, derivadas del atrac¨®n de neuronas que por lo visto se est¨¢n dando dentro del cerebro del ilustre cineasta los chutes del virus de la adulaci¨®n y de la coca negra, con negro de sotana, que dicen, y parece veros¨ªmil, se est¨¢ metiendo entre bostezo y bostezo. El c¨®lico metaf¨ªsico de este Abel que juega a ser Ca¨ªn alcanza delirios de tosquedad. Cine in¨²til, opaco, tedioso, descerebrado y hueco como una jeringa vaciada en las moquetas de un ¨¦xito mal digerido. La contemporaneidad, el olor f¨¦tido pero fraternal del ser humano ver¨ªdico, reconocible y cre¨ªble, entraron en las pantallas de la Mostra con El final del para¨ªso, conducidos con coraje y con mirada recta, col¨¦rica e indignada, por el rumano Lucian Pintilie, s¨®lido cineasta, que desconoce la petulancia y los soeces ademanes gorrones de la exquisitez, en realidad vulgaridad, posmoderna. Cuenta una desesperada historia de amor entre una puta adolescente de vida airada y un m¨ªsero soldado con el orgullo puesto, que se subleva contra la bestial militarizaci¨®n que aplasta la gusanera de los arrabales de la Bucarest supuestamente democr¨¢tica, donde, todav¨ªa machacada por el estalinismo residual, se compra y se vende todo, comenzando por la indignidad y los excrementos. La pel¨ªcula arranca de una escena de choque, y parece que decae despu¨¦s, pero en realidad est¨¢ tomando aliento y se prepara para elevarse vertiginosamente por una trepidante y emotiva escalada de sucesos cotidianos infames de sucia y turbadora surrealidad, pero en las ant¨ªpodas de la fantas¨ªa: totalmente cre¨ªble, casi puntillosamente realista.
Noble pel¨ªcula-pu?etazo, la m¨¢s interesante hasta ahora del concurso, junto a la irregular Rounders de John Dahl y la hermosa prosa del Cuento de oto?o que nos cont¨® Eric Rohmer el otro d¨ªa.
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