En la cresta de la ola rom¨¢ntica
Definitivamente, la cresta de esa ola de romanticismo musical que nos invade, y que ha noqueado cualquier posibilidad de vanguardia creativa en este terreno en nuestro pa¨ªs, se encuentra ahora en un punto ¨¢lgido. Sobre ella, domin¨¢ndola y sac¨¢ndole el mejor partido posible, se yergue este malague?o que parece haber nacido para sonre¨ªr. Aparte de por su talento y sus ganas, Alejandro Sanz ha sido elevado a la categor¨ªa de semidios, merced al eterno femenino, el empuj¨®n de una industria musical que ve en ¨¦l al artista ideal para conseguir millones muy deprisa, y unos medios de comunicaci¨®n aparentemente rendidos a la evidente planicie de la canci¨®n rom¨¢ntica y ligera de siempre. Se podr¨ªa tambi¨¦n mencionar al influjo de la jet y a la cultura de lo notorio, pero no ser¨ªa m¨¢s que recordar lo obvio.Todo esto, cuidado, no resta m¨¦ritos a Alejandro quien, habiendo compuesto el tema Coraz¨®n part¨ªo, se merece no una, sino muchas glorias. Este artista posee adem¨¢s el pundonor de haberse pegado un impresionante paliz¨®n de galas y llegar al coso de Las Ventas esforz¨¢ndose por alcanzar, con su voz peculiar y limitada, los registros m¨¢s altos de sus temas. Todo un gesto de torer¨ªa que le honra.
Alejandro Sanz (guitarra, teclado y voz), Emanuelle Ruffinengo (direcci¨®n musical), Ludovico Vagnone (guitarra y voz), Alfonso P¨¦rez (teclados y coros), Pier Paolo Vallero (teclados y coro), Josep Salvador (guitarra), Maurizio Sgaranella (bater¨ªa), Agust¨ªn Gere?u (bajo y coros), Luis Dulzaides (percusi¨®n), Hellen de Quiroga (coros), Norman Hogue (tromb¨®n) y Lulo P¨¦rez (trompeta)
Plaza de toros de Las Ventas. 3.500 pesetas. Madrid, 9 de septiembre.
80.000 espectadores
El concierto, revestido de un espectacular escenario con tres pantallas de v¨ªdeo y una luminotecnia que parece robada a la NASA, estuvo planteado para remarcar el triunfo de los 80.000 espectadores madrile?os conseguidos este a?o. Y el objetivo se cumpli¨® de lejos. Rodeado por 12 m¨²sicos vers¨¢tiles y maestros en el arte de acompa?ar, Alejandro Sanz sali¨® con su traje negro y, como era de esperar, el vocer¨ªo femenino semej¨® un imparable trueno. Comenzaron a sonar entonces las canciones; o mejor dicho, los principios de las mismas, porque las letras eran del dominio p¨²blico y todas las gargantas las cantaron al un¨ªsono. Lentamente fueron cayendo Hoy que no est¨¢s, La margarita dijo no, Este ¨²ltimo momento y Se me olvid¨® todo al verte, instante en el que el aclamado solista se acerc¨® por primera vez a la multitud de enloquecidas fans. Se viv¨ªa el delirio.Despu¨¦s vinieron Un charquito de estrellas, Quiero morir en tu veneno, Siempre es de noche y la aclamad¨ªsima Mi soledad y yo, momento en el que Alejandro aprovech¨® para quitarse la chaqueta. Con Viviendo deprisa, se amag¨® algo de marcha y la banda al completo le acompa?¨®.
Antes de empezar La fuerza del coraz¨®n, el p¨²blico pide que Alejandro bote y ¨¦ste, d¨®cil, obedece. En Si hay Dios, se aprovecha para proyectar en la pantalla algunas de las cosas y personas m¨¢s terribles de la historia de la humanidad pero, tras el toque a la conciencia colectiva, Sanz regresa al amor, que es lo suyo, con ?Lo ves?, Aquello que me diste, Si t¨² me miras y Amiga m¨ªa. Entonces se presenta a la banda. Despu¨¦s, sobreviene la traca final con la citada Coraz¨®n part¨ªo, y parece que es el cielo de la capital el que se va a resquebrajar de un momento a otro a causa de tanto ¨¦xito cobijado. El fin de fiesta culmina con algunas canciones m¨¢s y la repetici¨®n del mega¨¦xito citado. Desde luego, los asistentes masculinos no se sabe muy bien qu¨¦ experimentaron; en cuanto a las mujeres, peque?as y grandes, seguro que casi todas llegaron a su casa con el coraz¨®n bien entero y lleno de emoci¨®n.
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