Primakov, al tim¨®n
LA ENTUSIASTA confirmaci¨®n por el Parlamento de Mosc¨² de Yevgueni Primakov, un apparatchik a ultranza y hombre de compromiso, como nuevo primer ministro ruso cierra aparentemente una larga guerra entre el decr¨¦pito y derrotado Yeltsin y la C¨¢mara baja y abre una tenue esperanza al rescate del abismo de la otrora superpotencia comunista. El ex esp¨ªa Primakov tiene por delante la poco envidiable tarea de evitar el definitivo colapso econ¨®mico del gigantesco pa¨ªs y parar su incipiente proceso de desmembraci¨®n, favorecido por la par¨¢lisis del Gobierno central.Es un hecho que la llegada al poder de Primakov, de 68 a?os, ¨²ltimo superviviente de la era sovi¨¦tica y un hombre leal a todos los dirigentes del Kremlin desde Breznev, marca un cambio de rumbo en la pol¨ªtica rusa, caracterizado por la imparable influencia de los comunistas. Tambi¨¦n lo es que su designaci¨®n con el acuerdo de los partidos principales, que por diferentes motivos ven en el ex ministro de Exteriores a un personaje fiable, puede evitar que el alarmante vac¨ªo de poder desemboque en un agujero negro que engulla a la Federaci¨®n Rusa tal y como la conocemos. En la conspiratoria tesitura moscovita -en la pr¨¢ctica, un mot¨ªn pol¨ªtico por etapas-, Yevgueny Maximovich Primakov tiene la ventaja a?adida de que no aspira a suceder a Yeltsin en la presidencia, lo que le descarta como rival para otros contendientes dentro de dos a?os. Tampoco tiene v¨ªnculos conocidos ni con los j¨®venes reformistas ni con los magnates financieros en los que hoy reside la mayor cuota del poder.
Primakov, capit¨¢n de un barco que se hunde, representa la quintaesencia del homo sovieticus. Miembro del partido comunista durante 32 a?os, conocedor de todos los entresijos de la burocracia estatal, jefe del espionaje entre 1991 y 1996. Como ministro de Exteriores, el nuevo jefe del Gobierno ruso ha marcado una impronta (la doctrina Primakov sobre Irak, Chipre, Serbia o la ampliaci¨®n de la OTAN) caracterizada por su consistente oposici¨®n a las tesis occidentales y una nostalgia militante de los tiempos en que su pa¨ªs pod¨ªa decidir junto con Washington en el escenario internacional. Su designaci¨®n por Yeltsin como candidato a la jefatura del Gobierno, tras el doble rechazo por la Duma de su favorito, V¨ªktor Chernomirdin, ha sido de hecho el canto de cisne de un presidente pol¨ªticamente cad¨¢ver para retener alguna credibilidad aplacando a sus enemigos comunistas. Para desmayo de Occidente, ¨¦stos, las huestes de Guennadi Ziuganov, se perfilan como fuerza decisiva tras las bambalinas, demostrada por la designaci¨®n de dos de sus candidatos para puestos clave: Yuri Maslyukov, un antiguo jefe del Gosplan -la oficina comunista de planificaci¨®n econ¨®mica-, ser¨¢ el n¨²mero dos del Gobierno; V¨ªktor Gerashchenko es el nuevo responsable del banco emisor, que ya dirigi¨® cuando Rusia era la URSS. La vuelta a f¨®rmulas del pasado aletea en el horizonte.
Con mimbres tan alejados de las recetas del Fondo Monetario Internacional (reciente prestador a Mosc¨² de 23.000 millones de d¨®lares), Primakov, un lego en econom¨ªa que abomina del capitalismo salvaje y admira el new deal de Roosevelt, se va a enfrentar a la tit¨¢nica tarea de evitar una explosi¨®n social en Rusia. Un vasto escenario donde los precios han subido un 35% en una semana, el rublo se desliza por un tobog¨¢n sin final y los efectos del colapso bancario est¨¢n todav¨ªa por hacerse sentir. Y en el que en media docena de regiones m¨¢s o menos remotas, desde Kaliningrado hasta Sajalin o la franja precauc¨¢sica, los jefes locales -?s¨¢lvese quien pueda!- llevan semanas actuando como si el Kremlin ya no existiera.
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