Dar en la tecla
"Es dif¨ªcil decir que vivo de la m¨²sica, m¨¢s bien sobrevivo", sostiene Luca Trabucco. Es italiano y ha recalado en Ja¨¦n para concursar en el 40? Premio Ja¨¦n de Piano. No tuvo suerte, cay¨® en la primera eliminatoria. Lo intentar¨¢ otra vez, si no en ¨¦ste, en cualquier otro premio. Normalmente se presenta a un par de cert¨¢menes al a?o. No tanto con la esperanza de obtener un premio como con la intenci¨®n de establecer contactos que le permitan continuar su carrera como solista. El presidente del jurado del concurso, el pianista Guillermo Gonz¨¢lez, explica que "la cantidad de pianistas que hay ha creado un nuevo modelo: como no pueden vivir todos de los conciertos, viven de los concursos". En los cert¨¢menes, seg¨²n Gonz¨¢lez, consiguen dos cosas: tablas delante del p¨²blico y dinero para vivir. Pero no se la juegan en cualquier foro. Vaida Kirvelyte (Lituana) se presenta al concurso de Ja¨¦n por segundo a?o consecutivo. "No es un premio demasiado grande y tampoco peque?o", dice, y esa medida justa es la que le llam¨® la atenci¨®n por vez primera. Reincide porque en la edici¨®n 39? dos miembros del jurado le recomendaron que no desistiera. Sin embargo, este a?o, sea cual sea el resultado, tiene claro que abandona los concursos. "Ya no tengo 18 a?os", comenta, y desde la experiencia ha llegado a entender "que incluso los concursos pueden ser un obst¨¢culo en una carrera para llegar al arte del pianista". Desde su perspectiva llega un momento en que se convierten en "un deporte". Y adem¨¢s, ella tiene su m¨¦todo de entrenamiento particular. Trabucco no est¨¢ totalmente de acuerdo. Cree que encontrar un hueco en el mercado "es m¨¢s dif¨ªcil sin los concursos". Cuando se presentan en una agencia "piden un extenso curr¨ªculum, donde est¨¢ muy bien poder decir que has ganado un premio". Admite que no es el camino m¨¢s r¨¢pido pero s¨ª el "m¨¢s seguro", sobre todo cuando su promedio de conciertos a lo largo del a?o, tanto de solista como acompa?ando a orquestas, est¨¢ en 20 o 30, "si soy afortunado". El japon¨¦s Aoyagi Susumu desmitifica el valor de los premios, aunque suele elegir unos cuatro al a?o para concursar, y opina que lo m¨¢s importante es "estar en el sitio justo, en el momento justo y conocer a la gente adecuada". Mientras tanto, peri¨®dicamente, pasan por el mismo proceso. Seleccionan un repertorio donde queden patentes tanto su habilidad frente al piano como su madurez musical. Y entonces se pasan horas enteras de ensayo. Cada uno tiene sus man¨ªas. Trabucco procura tenerlo todo estudiado -act¨²an frente al jurado sin partitura- un mes antes, para dedicar las ¨²ltimas semanas a perfeccionar. Susumu procura concentrarse al m¨¢ximo y antes de cada sesi¨®n de estudio se come un pl¨¢tano porque le proporciona "la fuerza y la tranquilidad necesarias". Susumu y Kirvelyte han tenido suerte. Est¨¢n en la segunda eliminatoria. A ella no le importa ver actuar a la competencia. ?l, sin embargo, se limita a asistir a una actuaci¨®n, cualquiera, con la intenci¨®n de comprobar la ac¨²stica de la sala. Despu¨¦s se marcha. "Si el pianista toca mal sufro por ¨¦l, y eso me cuesta unos nervios que necesito para m¨ª mismo". Y no es dif¨ªcil que se sienta solidario, porque con algunos de ellos ha coincidido ya o volver¨¢ a verlo en otro premio. Es la t¨®nica de casi todos los nuevos pianistas que necesitan incorporar una medalla de oro o una menci¨®n especial a su carrera para dar en la tecla del ¨¦xito. Y para ello no eligen cualquier premio. A Ja¨¦n llegan porque se trata de un certamen "con fama de limpio, de justo," asegura el presidente del jurado. Los concursantes a?aden otra nota, que "est¨¢ bien organizado y te sientes acogido", en palabras de Kirvelyte. Algo esencial cuando se llega a una ciudad, perdida en la mitad inferior del mapa de Espa?a y de la que el ¨²nico referente que se tiene es que se llama igual que un premio de piano dotado con 2,5 millones de pesetas.
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