Media propuesta
LA LLAMADA Declaraci¨®n de Lizarra, firmada este pasado fin de semana por partidos que representan a algo m¨¢s de la mitad del electorado vasco -y a algo menos si se incluye Navarra-, se plantea como una nueva propuesta para la pacificaci¨®n de Euskadi inspirada en el proceso irland¨¦s. Su contenido se sit¨²a a medio camino entre la del lehendakari Ardanza y el planteamiento tradicional de Herri Batasuna. De ah¨ª la dificultad de que sea asumida por el resto de los partidos, que representan a la otra mitad del electorado del Pa¨ªs Vasco y Navarra y que rechazaron la propuesta del lehendakari por considerarla demasiado nacionalista. La nueva oferta lo es en mayor grado, tanto en el diagn¨®stico como en la salida propuesta.Para los firmantes, el problema no es, por ejemplo, que ETA haya asesinado a cinco concejales de otro partido en el ¨²ltimo a?o, hecho que ni se menciona, sino la existencia de un "conflicto hist¨®rico de naturaleza pol¨ªtica". El texto reconoce que existen diversas concepciones sobre el origen y permanencia de dicho conflicto, pero lo que plantea como soluci¨®n consiste sustancialmente en que los dem¨¢s acepten el punto de vista nacionalista sobre esas y otras cuestiones. Por ejemplo, la de que todos los problemas deben resolverse en el ¨¢mbito vasco de decisi¨®n, limit¨¢ndose la funci¨®n de los Estados espa?ol y franc¨¦s al reconocimiento de lo decidido en ese ¨¢mbito.
Los nacionalistas tienen derecho a defender esa concepci¨®n, pero tambi¨¦n los dem¨¢s a sostener que es consustancial al pluralismo vasco la existencia de ¨¢mbitos diversos de decisi¨®n: local, auton¨®mico, espa?ol, europeo. Plantear que no debe haber l¨ªmites en el di¨¢logo, ni siquiera los de la Constituci¨®n y el Estatuto que garantizan ese pluralismo, es coherente con la alternativa KAS y dem¨¢s formulaciones de ETA e incoherente con el marco auton¨®mico con que se identifica la mayor¨ªa de los ciudadanos vascos. Cuestionar ese marco para integrar a la minor¨ªa violenta es demasiado arriesgado, al menos mientras no existan garant¨ªas de que ETA renuncia definitivamente a la violencia.
Es cierto que, con tal de acabar con esta pesadilla, muchos ciudadanos dar¨ªan por buenas algunas concesiones, aunque les parecieran injustas -indultos a los activistas presos, por ejemplo-; pero el problema es que las concesiones son evidentes, mientras que no hay ninguna exigencia a ETA. La lectura del proceso irland¨¦s realizada por la propuesta de Ardanza implicaba al menos la exigencia de un tregua indefinida de ETA como condici¨®n para que HB fuera admitida en las conversaciones. Esa condici¨®n ha desaparecido del texto que han aceptado firmar los nacionalistas (e IU) junto a HB y s¨®lo aparece una menci¨®n a que la "fase resolutoria" de las conversaciones se "realizar¨ªa" -en condicional- "en unas condiciones de ausencia permanente de todas las expresiones de violencia del conflicto". Frase que o bien se refiere a las acciones vand¨¢licas de Jarrai o resulta absurda: no hay en Euskadi otra expresi¨®n de violencia que la de ETA y sus auxiliares.
Y mientras ETA no se comprometa a dejar definitivamente las armas no habr¨¢ posibilidad de una salida dialogada. Por eso, la de Lizarra no es todav¨ªa una propuesta de paz, sino un intento de reagrupar a la comunidad nacionalista sobre la base de un programa que pueda ser aceptado por ETA.
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