Bienvenido, Mr. Kennedy
VICENT FRANCH Mientras empiezo esta columna, y con el prop¨®sito de ironizar a cuenta de la presencia de Kennedy en el Parlamento valenciano, a¨²n desconozco cu¨¢l va a ser el tono de las impl¨ªcitas desavenencias entre el PP y UV cuando sus portavoces tengan que consumir el turno para apoyar la gesti¨®n del presidente Zaplana y de su gobierno de coalici¨®n. Nadie ha augurado que UV anuncie en p¨²blico que abandona el gobierno y pasa a la oposici¨®n, como suelen hacer ciertos socios minoritarios de gobiernos poco antes de las elecciones para recuperar ox¨ªgeno frente a sus electores. Es pronto. Pero se dan ciertas expectativas sobre el modo en que su portavoz va a criticar lo que el presidente ha calificado como su mejor logro pol¨ªtico fruto del consenso en los tres a?os de legislatura: el pacto ling¨¹¨ªstico. Acostumbrados al inefable juego de chantaje que UV practica sobre el PP en el tema identitario, muy poco original y nada rentable para su pretendido programa nacional, y lanzados los populares a la carrera que conduce del pragmatismo de las cifras globalmente positivas a ese lugar de nadie y vac¨ªo que es el centro pol¨ªtico, las respuestas expl¨ªcitas a UV ser¨ªan la primera prueba del nueve para la solidez del kennedismo presidencial. Las citas, por cierto, y como escribi¨® aquel gran simulador que fue Tierno Galv¨¢n, son un lugar de reconocimiento mutuo, un espacio de autoidentificaci¨®n; s¨®lo son un dato banal en boca de los pedantes. Traer a Kennedy al foro de nuestras Corts significa buscar fuera lo que dentro no hay, o no se quiere buscar. Porque, a estas alturas ?en qu¨¦ lugar del archivo hist¨®rico va a desenterrar la derecha valenciana sus se?as de identidad? ?En el radicalismo nominalista del ¨²ltimo blasquismo escorado a la derecha en el 36? ?En el republicanismo bienpensante de la Derecha Liberal Republicana? ?En el pensamiento cat¨®lico y regionalista de la antigua DRV?... Claro que no. Eso ni siquiera ocurri¨® en la transici¨®n, hu¨¦rfanos de pedigr¨ª como se encontraron; y desde luego, tampoco ahora. Se recupera el discurso del centro (versi¨®n reformista) y se gui?a el ojo a lo que tantos ya no recuerdan, es decir, a la UCD regn¨ªcola, que fue tambi¨¦n aqu¨ª un contradictorio precipitado pol¨ªtico que, adem¨¢s de poner a la luz los d¨¦ficits y contradicciones de una derecha que vivi¨® c¨®modamente a la sombra del general, acab¨® en victoria interna de los m¨¢s reaccionarios y en un big bang de alivio. La apelaci¨®n al centro, incomprensiblemente trufada de significantes kennedianos, anima a prestarle al presidente otra cita de ese h¨¦roe de las revistas espa?olas del coraz¨®n de los a?os sesenta (por quien, a pesar de ello, siempre guard¨¦ un cierto respeto) para que en el debate la virtiera sobre su abrupto socio -m¨¢s cercano, por cierto, al Wallace de entonces que al movimiento por los derechos civiles-, en se?al de convicci¨®n y compromiso con la New Deal t¨ªmidamente expuesta, y que saludo: "El lugar m¨¢s t¨®rrido del infierno est¨¢ reservado para aquellos que en tiempos de crisis moral mantienen su neutralidad".Cita, como queda bien patente, poco centrista, nada ambigua y muy apropiada para fijar posiciones ante ese socio aprovechado al que le importa un bledo el consenso, la crisis identitaria de los valencianos, la lengua, la moralidad pol¨ªtica y el cristo que lo fund¨®. Por la tarde me entero que de eso no hubo nada.
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