Curso de espa?ol en el Bronx
"Tenemos que comprar hasta las tizas", declaran siete profesores desplazados a Nueva York
Siete profesores y profesoras de distintos lugares de Espa?a imparten, desde hace unos d¨ªas, clases de espa?ol en escuelas p¨²blicas del barrio del Bronx (Nueva York). Llegaron con la promesa de un intercambio acad¨¦mico que les sirviera para enriquecer sus curr¨ªculos, esperando vivir al menos un a?o en la ciudad de los rascacielos y convencidos de que el Bronx ya no es tan malo como lo pintaban en las pel¨ªculas.Pero en la primera semana de clase est¨¢n comprobando que la realidad es mucho m¨¢s compleja. De entrada, se han dado cuenta de que la ciudad de Nueva York les hab¨ªa aceptado tan s¨®lo por una necesidad de compensar el d¨¦ficit de profesores de su sistema educativo, el m¨¢s complicado y pol¨¦mico de Estados Unidos. Una de las profesoras se present¨® al director de su escuela y comprob¨® que nadie ten¨ªa noticia de su llegada. A varios les han puesto a cargo de ni?os con dificultades de aprendizaje. Todos empiezan a temerse que los profesores en Nueva York no son sino cuidadores de m¨¢s de un mill¨®n de peque?as fieras a quienes sus padres sueltan en la escuela mientras van a trabajar.
"Nos tenemos que comprar hasta las tizas", se lamenta Carlos Go?i, profesor zaragozano de 31 a?os. Ven¨ªa de ense?ar lat¨ªn en un instituto de Elda (Alicante). "Ahora estoy rodeado de una bolsa de pobreza muy seria, completamente marginal. Ni?os de entre 12 y 14 a?os que no van a salir de esto. Esperaba ense?ar algo de cultura espa?ola, libros de Lorca. Pero aqu¨ª no entienden ni el alfabeto".
En la pasada d¨¦cada, el Ministerio de Educaci¨®n envi¨® a Nueva York a un grupo de profesores espa?oles cuya experiencia result¨® desastrosa: algunos abandonaron a mitad de curso por falta de apoyo y coordinaci¨®n y demandaron al departamento de Educaci¨®n neoyorquino. Ahora hay unos 500 profesores espa?oles en California, Texas y Florida, y seg¨²n Carmen Rubio, de la agregadur¨ªa de educaci¨®n del Consulado espa?ol en Nueva York, se ha intentado recuperar el programa en esta ciudad "a peque?a escala, de manera m¨¢s controlable".
A Nueva York le faltaban este a?o unos 300 profesores, y entre ellos 30 o 40 de espa?ol. Pese a que hay dos millones de hispanohablantes en esta ciudad y muchos profesores que hablan espa?ol, no hay personal cualificado para ense?arlo. "Yo dir¨ªa que es como Legan¨¦s", dice Nuria Herrero, madrile?a de 22 a?os, refiri¨¦ndose a su destino en el Bronx. Emanaciones t¨®xicas, detectores de metales, peleas de pandillas... ?stas son las notas de color que alegran el d¨ªa a d¨ªa en las escuelas de Nueva York. Pero Nuria Herrero viene de la UVA de Hortaleza y ha conocido ambientes peores. "Al principio ven¨ªa con miedo, llegamos a Nueva York en plan Paco Mart¨ªnez Soria y no sab¨ªamos qu¨¦ esperar". Herrero tambi¨¦n tuvo un inicio conflictivo: lleg¨® a su escuela y comprob¨® que ni siquiera el director estaba avisado de su llegada.
Los siete profesores de Bilbao, Zaragoza, C¨¢ceres, Valladolid, Salamanca, Madrid y Cuenca, que han encontrado piso cerca de la avenida Pelham Parkway, se re¨²nen en un restaurante de la zona para intercambiar impresiones sobre su experiencia. Saben que todos los comienzos son dif¨ªciles, pero est¨¢n completamente desconcertados por el hecho de que se ponga a su cargo ni?os l¨ªmite o con dificultades de aprendizaje, cosa que en Espa?a requiere una especialidad. "Aqu¨ª los profesores est¨¢n para controlar la clase, no para promover la participaci¨®n", afirma Nuria Herrero. "Es un enfoque disciplinario muy anticuado. Los contenidos casi no importan".
El grupo no se ha topado de momento con los t¨®picos de la navaja en clase o la guerra de pandillas que tanto ha difundido el cine. Pero a Carlos Go?i, por ejemplo, sus alumnos no le quieren dar el tel¨¦fono de contacto de los padres. "No sabes por d¨®nde te van a salir", dice.
Vinieron en busca de aventura y dispuestos a renunciar a su calidad de vida en Espa?a. Aqu¨ª ganar¨¢n unas 250.000 pesetas netas al mes, pagando alquileres que, como m¨ªnimo, triplican los de Espa?a por casas peores. "Cre¨ªa que podr¨ªa aportar algo aqu¨ª", dice Elena Sanz, cuyo anterior destino fue en Barbadillo (Salamanca). "Me gustar¨ªa insistir en la creaci¨®n de h¨¢bitos de lectura, y la experiencia tambi¨¦n me servir¨¢ para escribir una tesis sobre aprendizaje de segundas lenguas". Pero el inicio del curso ha sido tormentoso, y ha habido quejas de descoordinaci¨®n, falta de apoyo e incomprensi¨®n general.
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