Del 'miura', un pelo
Anunciaron miuras y de poco nos quedamos sin verlos. Dos los rechazaron en el reconocimiento porque ten¨ªan los pitones esfarataus, seg¨²n dictamen t¨¦cnico de un erudito en la materia. De los que saltaron a la arena, uno lo devolvieron al corral por inv¨¢lido y otro se suicid¨®. De manera que quedaron dos, para frustraci¨®n de los aficionados que hab¨ªan acudido con la ilusi¨®n de presenciar el juego de los legendarios toros. No es que fuera menguada representaci¨®n, si bien se mira. Porque los supervivientes, pese a su trap¨ªo escaso, sacaron la casta dura que dio fama a su encaste, y ten¨ªan, por tanto, mucho que torear.
Uno de los galanes le correspondi¨® a Javier V¨¢zquez, que dio la cara de inmediato. Quiere de'cirse que —de inmediato— se ech¨® la muleta a la izquierda y plante¨® el toreo de poder a poder. La valerosa disposici¨®n del diestro denotaba torer¨ªa —que ya tiene de mostrada de mucho tiempo atr¨¢s, por cierto— mas el codicioso genio del toro le dificultaba embarcar con templanza las embestidas, y la faena, cambia da luego a los derechazos, se empez¨® a venir abajo. No hubo conjunci¨®n, que dir¨ªa el cl¨¢sico.
Miura / V¨¢zquez, Encabo, Uceda
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Dos toros, 4¡ã y 6¡ã, de Eduardo Miura (dos fueron rechazados en el reconocimiento; uno, devuelto por inv¨¢lido; otro se mat¨® contra un burladero), de escaso trap¨ªo, encastados
1¡ã de Bartolom¨¦ Hern¨¢ndez, de escaso juego; 2¡ã de Guardiola, regord¨ªo, flojo, manejable; sobreros de Antonio Gavira, discretos de presencia: 3¡ã inv¨¢lido y 5¡ã encastado, ambos nobles.
Javier V¨¢zquez: pinchazo y estocada (aplausos); dos pinchazos, estocada ¡ªaviso¡ª y rueda de peones (silencio)
Luis Miguel Encabo: bajonazo (minoritaria petici¨®n y vuelta); estocada ca¨ªda ¡ªaviso¡ª¡ª y descabello (oreja). Uceda Leal: estocada (silencio); estocada ¡ªaviso¡ª y dobla el toro (silencio).
Plaza de Guadalajara, 18 de septiembre
2¡ã de feria. Tres cuartos de entrada.
El miura de Uceda Leal desarroll¨® similar agresividad. No es que las carencias y las limitaciones de los toreros se justifiquen por la agresividad de los toros, pues la casta brava es el fundamento de la lidia, pero si
a todo el mundo, y sobre todo a las figuras, le echan borregos, el que ha de medirse con el toro encastado podr¨ªa quejarse, con motivo, de 'marginaci¨®n y de agravio comparativo.
Lo bueno fue que Uceda Leal, reconocido estilista, corri¨® muy bien la mano, principalmente en los derechazos, y tuvo el error de tomar la izquierda y ensayarlos naturales al final de la faena, cuando ya hab¨ªa cambiado la espada y el toro hab¨ªa agotado, pr¨¢cticamente, su resuello embestidor.
Al estilista torero casi siempre le falta algo para redondear faena. Volvi¨® a sucederle en Guadalajara, y en sus dos toros, pues al noble ejemplar de Gavira le plante¨® el toreo bueno y, en cambio, casi nunca con sigui¨® cogerle el temple.
Con capote y con muleta es tuvo muy torero Luis Miguel Encabo que, por esas caprichosas piruetas de la fortuna, no tore¨® miuras. Entr¨® a quites, banderille¨® eficaz, present¨® con mucha verdad la muletilla y cuaj¨® sendas faenas ce?idas y animosas, con algunos toques para la galer¨ªa que eran absolutamente innecesarios. Los circulares que peg¨®, tambi¨¦n. Y hasta las manoletinas. Cuando tras una larga faena el torero emprende ese toreo medio circense que consiste en ponerse de espaldas y pegar circulares —y las manoletinas, a mayor abundamiento— suele ser indicativo de que el toreo anterior no hab¨ªa estado sobrado de fundamento.
Al toro que abri¨® plaza Javier V¨¢zquez lo tore¨® con enorme m¨¦rito. No es que lo diga un servidor; lo aseguran testigos presenciales. Un servidor no vio la lidia de ese toro, por lo cual pide perd¨®n. La culpa fue del tren...
La culpa fue del atasco, dicho sea con verdad. Sal¨ªa un servidor de Madrid con tiempo suficiente para tomarse un caf¨¦ y fumarse un puro con los amigos antes de la corrida —no por pasi¨®n l¨²dica sino para estar al pie de la noticia y ampliar conocimientos, enti¨¦ndase— y se encontr¨® con un atasco monumental. Resultado: Madrid-Guadalajara, por auto v¨ªa, dos horas y media.
Quienes llegaron a tiempo tuvieron la bondad de facilitar a este cronista el juicio cr¨ªtico de lo que hab¨ªa sucedido: "?Javier V¨¢zquez, dice? ?Superior!". Eso, uno; y otro: "El toro no val¨ªa un duro". Y uno m¨¢s: "El toro era una burra". Y ahora, los detalles: "Ha matado de pinchazo y estocada", uno. Y otro: "De estocada, un pel¨ªn baja, cosa as¨ª"; y lo explicaba gr¨¢ficamente, se?al¨¢ndose el negro de la u?a. Y uno m¨¢s: "Si llega a cuajar los naturales y matar a la primera, corta una oreja; quiz¨¢ dos. Pero lo bueno va a venir ahora, ya ver¨¢".
No es muy seguro que viniera lo bueno; s¨ª que hubo de todo. Toreo, banderilleo, sobreros, un toro que tom¨® tres varas y no se ca¨ªa —un miura—, otro que se ca¨ªa sin tomarlas y acab¨® deslom¨¢ndose —miura tambi¨¦n—, otro que se suicid¨®.
Nada m¨¢s salir mugi¨® el suicida: "?All¨¢ voy!"; galop¨® entonces como el rayo, se estamp¨® contra un burladero, cay¨® patas arriba y qued¨® yerto. Y era miura. Qu¨¦ cosas tienen los miuras.
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