Tierra
MIQUEL ALBEROLA En la superficie terrestre se encuentran todos los componentes que un d¨ªa propiciaron la gran explosi¨®n del universo. Toda la furia del suceso reposa sobre paisajes que a primera vista s¨®lo inspiran serenidad. Sin embargo, estos ¨®xidos, silicatos, magnesios y aluminios contin¨²an activos y someten de un modo determinante a los seres humanos que los pisan. Fluyen como r¨ªos interiores que s¨®lo dectectan brujas y magos con sus extraordinarios sensores, y sobre sus caudales celebran oficios que reconcilian al hombre con la violencia de su origen. Cuando el movimiento de placas tect¨®nicas produce una concentraci¨®n de estos componentes magn¨¦ticos, ese territorio est¨¢ abocado a la cat¨¢strofe, aunque su fertilidad sea muy celebrada en los mercados y camufle la ira que mueve a sus habitantes. Micer Marco Polo relata en sus memorias que el reino de Cherman, en la antigua Persia, era habitado por un pueblo bueno, humilde y pac¨ªfico, y en ¨¦l la solidaridad superaba en valor a las piedras preciosas que se extra¨ªan en abundancia de sus monta?as y a la producci¨®n de acero y and¨¢nico. Un d¨ªa el rey de Cherman comunic¨® a sus magistrados el asombro que le causaba desconocer la raz¨®n por la que en otros reinos muy pr¨®ximos al suyo la gente fuera tan malvada y que siempre recurriera al crimen para dirimir cualquier asunto, mientras que ellos desconoc¨ªan el agravio. Entonces los magistrados respondieron que la raz¨®n se encontraba en el suelo mismo. El rey envi¨® a un grupo de sus mejores hombres por distintas partes de Persia, y sobre todo al reino de Ispah¨¢n, cuyos habitantes sobrepasaban a todos los dem¨¢s en toda clase de fechor¨ªas, para constatar que lo que le hab¨ªan indicado sus magistrados era cierto. Hizo cargar siete naves de tierra y las trajo a Cherman para desparramarlas por algunos mercados como si fuera pez. Luego fueron cubiertas por tapices para que nadie se ensuciara al pisarlas, y cuando el vecindario comi¨® los productos que hab¨ªa adquirido en los mercados empezaron a re?ir unos con otros con palabras y gestos insultantes para intercambiar cuchillazos enseguida y provocar una carnicer¨ªa muy roja. Entonces el rey dijo que la tierra era realmente la causa.
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