El patito feo
Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar mostr¨® la inconsciencia propia de los aprendices de brujo, incapaces de controlar las fuerzas demon¨ªacas despertadas por sus conjuros, cuando tuvo la malhadada ocurrencia de bautizar con el provocativo t¨ªtulo Espa?a. La segunda transici¨®n (Espasa-Calpe, 1994) un libro suyo de propaganda electoral. Tampoco los publicistas afines al PP, gozosos y entusiasmados ante esa irresponsable puesta en cuesti¨®n de la transici¨®n democr¨¢tica, repararon en los riesgos de una demag¨®gica met¨¢fora orientada a deslegitimar los a?os de Gobierno socialista. Porque la marcha f¨²nebre de la primera transici¨®n implicaba tambien el entierro de la Constituci¨®n de 1978, aquel acuerdo hist¨®rico que reconcili¨® a los derrotados en la guerra civil con los vencedores en la contienda y a los opositores a la dictadura con los reformistas del r¨¦gimen franquista.El consenso constitucional cubri¨® dos objetivos b¨¢sicos: la creaci¨®n de mecanismos para la pac¨ªfica alternancia electoral entre la derecha y la izquierda y la integraci¨®n del nacionalismo catal¨¢n y vasco en el Estado de las Autonom¨ªas. Y si la derecha representada por Aznar juguete¨® fr¨ªvolamente en 1994 con la idea de una segunda transici¨®n para refundar la democracia supuestamente destruida por la izquierda de Felipe Gonz¨¢lez, en cambio las pretensiones nacionalistas de reabrir en 1998 el proceso constituyente y modificar la planta del Estado van en serio. La Declaraci¨®n de Estella firmada hace diez d¨ªas por partidos y organizaciones nacionalistas (m¨¢s la guinda oportunista de Izquierda Unida) prepar¨® el terreno a la tregua de ETA mediante la propuesta de una negociaci¨®n circunscrita a las fuerzas vascas que desembocase en el derecho de autodeterminaci¨®n de Euskal Herria frente a Espa?a y Francia. Y el pasado jueves CiU, el PNV y BNG conclu¨ªan en Vitoria su segunda reuni¨®n en la cumbre con la solemne ratificaci¨®n del programa acordado durante su anterior encuentro a mediados de julio en Barcelona: el inicio de un camino com¨²n para lograr "la asunci¨®n de la pluralidad nacional en el ¨¢mbito del Estado" y el pleno "reconocimiento jur¨ªdico-pol¨ªtico, social y cultural" de Catalu?a, Euskadi y Galicia como naciones.
CiU y el PNV, socios del Gobierno de Aznar en las Cortes Generales y fuerzas gobernantes en sus comunidades aut¨®nomas, han juntado fuerzas con el BNG para crear un ¨®rgano permanente de coordinaci¨®n de acci¨®n pol¨ªtica en el Congreso y el Senado. Los nacionalistas catalanes, vascos y gallegos tambi¨¦n han establecido grupos de trabajo sobre diversos temas: Tribunal Constitucional, politica exterior y de defensa, posici¨®n de los nacionalistas en los diferentes ¨®rganos de designaci¨®n parlamentaria (desde el Consejo General del Poder Judicial hasta el Tribunal de Cuentas), pol¨ªtica ling¨¹istica, cultural y deportiva, participaci¨®n de Catalu?a, Pa¨ªs Vasco y Galicia en las toma de decisiones de la Uni¨®n Europea, etc.
Los herederos de la Triple Alianza nacionalista de 1923 y de la Galeuzca de 1933 no se han puesto todav¨ªa de acuerdo sobre la v¨ªa jur¨ªdico-pol¨ªtica m¨¢s adecuada para "remover los obst¨¢culos que impiden el reconocimiento del car¨¢cter plurinacional, pluricultural y pluriling¨¹e" del Estado espa?ol. Algunos consideran que ha llegado ya la hora de abrir el mel¨®n de la Constituci¨®n; otros prefieren, en cambio, bordear esa reforma por sus costosas exigencias de mayorias cualificadas en las Cortes Generales y refer¨¦ndum popular: bastar¨ªa, a su juicio, con una relectura adecuada de la norma fundamental o con una interpretaci¨®n flexible de su disposici¨®n adicional sobre los derechos hist¨®ricos de los territorios forales. Pero la nueva Galeuzca recupera la unanimidad a la hora de zurrarle la badana al Tribunal Constitucional: la severa cr¨ªtica de su jurisprudencia sobre el T¨ªtulo VIII marcha en paralelo con la exigencia de modificar el mecanismo electivo de sus magistrados para dar entrada a los nacionalistas. Humillado por un Parlamento que demora su deber de sustituir a los magistrados salientes, y sometido a fuertes presiones por el PSOE en el caso Marey, al Tribunal Constitucional s¨®lo le faltaba esta feroz embestida de los nacionalistas catalanes, vascos y gallegos para convertirse definitivamente en el patito feo de nuestro sistema jur¨ªdico-pol¨ªtico.
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