Esfuerzo internacional para controlar las fuentes radiactivas civiles y militares
Aumenta la circulaci¨®n no controlada de sustancias de uso industrial y m¨¦dico
El tr¨¢fico de sustancias radiactivas procedentes de los pa¨ªses de la ex Uni¨®n Sovi¨¦tica, aunque ya en declive, ha sensibilizado a las autoridades sobre el problema del control de las fuentes utilizadas de forma corriente en la industria y en la medicina y que han dado lugar, a pesar de la reglamentaci¨®n a la que est¨¢n sometidas en los pa¨ªses industrializados, a incidentes como el reciente relacionado con la quema involuntaria de chatarra radiactiva en una factor¨ªa de Acerinox en C¨¢diz. La prevenci¨®n, la educaci¨®n y la generalizaci¨®n de los dispositivos de control y de vigilancia de estas fuentes fueron discutidas la pasada semana con ocasi¨®n de un congreso internacional en Dijon (Francia), al que acudieron polic¨ªa, aduaneros y expertos de 83 pa¨ªses.Esta semana las discusiones sobre la proliferaci¨®n y el tr¨¢fico nucleares contin¨²an en otra reuni¨®n internacional en un nivel m¨¢s pol¨ªtico, la conferencia general del Organismo Internacional para la Energ¨ªa At¨®mica (OIEA). El tr¨¢fico de sustancias radiactivas comenz¨® a principios de los a?os 90 y tuvo su apogeo, al menos p¨²blicamente, el 10 de agosto de 1994, cuando los servicios secretos alemanes arrestaron en el aeropuerto de Munich a un colombiano procedente de Mosc¨² que transportaba 363 gramos de plutonio 239 con m¨¢s de un 87% de pureza en la maleta. "Desde 1993, hemos contabilizado 227 casos confirmados de tr¨¢fico de sustancias radiactivas, y otros 106 casos sospechosos", ha declarado en Dijon Hans-Friedrich Meyer, portavoz del OIEA. Jytte Ekdhal, especialista de este tema en la Interpol, ha constatado, sin embargo, "una reducci¨®n muy importante tras un pico en 1994-1995". Una tendencia que confirma Leopold Weil, del servicio alem¨¢n de protecci¨®n nuclear: " Tenemos un solo caso en 1995 y ninguno en 1996 y 1997".
Para una bomba
Parece claro que no exist¨ªan clientes verdaderos, sino polic¨ªas e incluso periodistas que quer¨ªan infiltrarse en las nacientes redes de contrabando nuclear. "No hemos podido nunca probar la existencia de otro tipo de demanda para estas sustancias", ni la existencia de un tr¨¢fico verdaderamente organizado, aclara Ekdahl. El contrabando de sustancias susceptibles de servir para la fabricaci¨®n de armas no pasa por estas redes: "La confiscaci¨®n de materiales fisibles ha sido muy rara y siempre en cantidades peque?as", a?ade este agente de la Interpol.Adem¨¢s del citado caso de M¨²nich, se confiscaron por las mismas fechas 6 gramos de plutonio 239 con un 99,8% de pureza hallados en un garaje de la localidad alemana de Tengen; 2,73 kilogramos de uranio enriquecido al 87,7% fueron encontrados el 14 de diciembre de 1994 en Praga, en el maletero de un autom¨®vil; y 38 gramos de uranio altamente enriquecido fueron hallados el 27 de febrero en Italia. La fabricaci¨®n de una bomba at¨®mica exige cantidades muy superiores a las citadas: unos cinco kilogramos de plutonio o un poco menos de 20 kilogramos de uranio altamente enriquecido, adem¨¢s de otros materiales y piezas mec¨¢nicas y electr¨®nicas, as¨ª como grandes conocimientos t¨¦cnicos, cuyo conjunto parece estar fuera del alcance de individuos e incluso de grupos terroristas.
Y es que estas redes pretend¨ªan establecer un mercado paralelo para sustancias utilizadas en la medicina y en la industria y por tanto f¨¢ciles de encontrar. Pero la estrategia no ha dado resultado. Estas sustancias son peligrosas y dif¨ªciles de manipular y nadie, ni siquiera los terroristas, parece dispuesto a utilizarlas.
Pero, como se ha puesto de relieve en Dijon, el tr¨¢fico no es m¨¢s que la punta de un enorme iceberg, seg¨²n ha recalcado Meyer. El contrabando disminuye pero las fuentes de radiactividad siguen existiendo. Si bien las armas nucleares parecen todav¨ªa estar bajo control, las fuentes o los desechos radiactivos olvidados en la disoluci¨®n catastr¨®fica del complejo militar-industrial sovi¨¦tico escapan a todo control, con consecuencias a menudo dram¨¢ticas, como el incidente en Lilo, cerca de Tiblisi (Georgia), en el que 11 soldados resultaron severamente irradiados, el a?o pasado, por c¨¢psulas de cesio 137 abandonadas en una antigua base del ej¨¦rcito rojo transformada posteriormente en centro de formaci¨®n para los guardias fronterizos.
"Muchos millones de fuentes radiactivas est¨¢n en circulaci¨®n en el mundo", estima Geoffrey Webb, especialista de seguridad nuclear del OIEA. Y de ellas cerca de un tercio en pa¨ªses en desarrollo en los que las normas de seguridad y las medidas de vigilancia son a menudo inexistentes. Y las normas no impiden los accidentes. El 30 de mayo pasado, la inclusi¨®n de una fuente de cesio en una partida de chatarra quemada en la acer¨ªa espa?ola Acerinox en C¨¢diz fue el origen de la nube ligeramente radiactiva que se extendi¨® por varios pa¨ªses europeos.
John Karhnak, de la Agencia para la Protecci¨®n Medioambiental (EPA) de Estados Unidos present¨® en Dijon un panorama siniestro de la situaci¨®n en su pa¨ªs. Unas 30.000 fuentes o aparatos radiactivos est¨¢n "perdidos o no inventariados". Por falta de un programa nacional coordinado para almacenarlos o reciclarlos sus propietarios tienden a desembarazarse de ellos subrepticiamente. "Se empiezan a encontrar en las cunetas de las autopistas o en los vertederos no controlados", afirma Karhnak. La EPA acaba de lanzar un programa para tratar de arreglar este problema de las fuentes hu¨¦rfanas.
Los is¨®topos radiactivos artificiales aparecieron a finales de los a?os 30, por lo que el problema no es nuevo "Pero cre¨ªamos que todos los pa¨ªses dispon¨ªan de un sistema de control", se excusa Abel Gonz¨¢lez, director de la divisi¨®n de seguridad del OIEA. El tr¨¢fico procedente de la ex URSS ha servido para una toma de conciencia tard¨ªa sobre el problema.
En Dijon los participantes se han decantado por un gran esfuerzo de prevenci¨®n y de educaci¨®n. El OIEA aporta su ayuda t¨¦cnica y financiera a los pa¨ªses en desarrollo que deseen dotarse de un sistema de control. "Pero no todos los pa¨ªses se adhieren a nuestra organizaci¨®n y algunos no quieren ni oir hablar del tema", se lamenta Gonz¨¢lez.
Le Monde
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