Ford
ADOLF BELTRAN Se parece mucho a un pulso cl¨¢sico entre patronos y trabajadores, pero no debe serlo porque, seg¨²n dicen, ya no hay pulsos de esos. Por una parte, la empresa quiere m¨¢s rendimiento. Por otra parte, los sindicatos reclaman mejoras en las condiciones laborales. Ha habido paros y protestas de los empleados y serias amenazas, adem¨¢s de una ofensiva medi¨¢tica muy llamativa, de la direcci¨®n de la gigantesca planta industrial. La negociaci¨®n del convenio de la factor¨ªa Ford en Almussafes, rota desde el viernes, sorprende por su encono y encierra algunas paradojas de la econom¨ªa mundializada que rige actualmente. Mantener en marcha la cadena de montaje durante los 10 minutos de descanso establecidos dos veces por turno permitir¨¢ incrementar en 15.000 unidades la fabricaci¨®n del nuevo modelo Focus, asegura la empresa, que ya tiene listos para hacer los relevos a 150 operarios trasladados de otras ¨¢reas. Trabajar 10 s¨¢bados al a?o har¨¢ posible, tambi¨¦n seg¨²n la empresa, fabricar otros 15.000 autom¨®viles, con lo que se lograr¨ªa el objetivo de sacar a la calle 30.000 veh¨ªculos m¨¢s. El c¨¢lculo se estrella contra las 35 horas semanales que los sindicatos defienden, en la l¨ªnea de reducir la jornada para fomentar el reparto del empleo, y prescinde de entrar a discutir otras cosas. ?M¨¢s producci¨®n sin m¨¢s empleo? ?M¨¢s unidades sin costes adicionales? ?M¨¢s fabricaci¨®n y m¨¢s jornada? ?M¨¢s coches y m¨¢s horas? Las exigencias son viejas, como la experiencia legendaria de la multinacional del autom¨®vil en los secretos del montaje en cadena. Tiene la plantilla de Ford una mala fama de aristocracia asalariada propia de las islas de alta sindicaci¨®n y de poderosa fuerza contractual en que se han convertido los enormes complejos industriales dentro de la marea de flexibilidad y dispersi¨®n que inunda la fase avanzada del capitalismo. A esa mala fama se a?ade la presi¨®n que trata de responsabilizar a los trabajadores si Ford Europa opta al final por llevarse la producci¨®n a otras factor¨ªas (y no hacia el sur, ?cuidado!, sino hacia el pujante norte alem¨¢n de la eficiencia). La m¨¢s emblem¨¢tica de las plantas industriales en el Pa¨ªs Valenciano (lo es desde que se instal¨® a mediados de los setenta como s¨ªmbolo de un desarrollo m¨ªtico), revela con crudeza unas tensiones que acent¨²an la magnitud del desastre en el que est¨¢ sumido el movimiento obrero. De poco vale recordar que la empresa cosecha ahora tambi¨¦n los frutos de una pol¨ªtica de favores a algunas secciones sindicales que le result¨® muy ¨²til en otras coyunturas y otros tiempos. Si las cosas se resuelven, nadie habr¨¢ ganado. Si no, la culpa ser¨¢ de la mano de obra, que juega en un ambiente hostil, con las peores cartas.
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