Voy al psic¨®logo, pero no estoy loco
Los ciudadanos ya toman como normal una consulta que antes jam¨¢s confesaban
Ya casi nadie cree que para ir al psic¨®logo hay que estar loco. Y por eso sus pacientes suelen contarles ahora relatos referidos a conflictos de pareja, frustraciones laborales, estr¨¦s, problemas de aprendizaje o incluso al prop¨®sito de afianzar su propia creatividad.Varios psic¨®logos consultados narran experiencias similares, ya ocurran en Madrid, en Barcelona o en Navarra. Y un hecho coincide en todos: la afluencia aumenta cada a?o.
El presidente del Colegio Oficial de Psic¨®logos de Madrid, Fernando Chac¨®n, apunta que el consecuente incremento de la demanda de ayuda psicol¨®gica responde tambi¨¦n a la madurez que est¨¢ adquiriendo la profesi¨®n y a la difusi¨®n p¨²blica de sus alcances. "En los ¨²ltimos cinco a?os la presencia de los psic¨®logos en los medios de comunicaci¨®n aument¨® much¨ªsimo, y eso ayud¨® a que la gente tenga una imagen m¨¢s correcta de nuestro trabajo", a?ade.
Chac¨®n, quien preside la instituci¨®n desde 1993, explica que paralelamente la sociedad espa?ola ha experimentado cambios producto de las numerosas exigencias que plantea vivir en un entorno cada vez m¨¢s competitivo y en el que las tradicionales redes de apoyo social ya no son tan tupidas.
"Esta situaci¨®n me hace pensar, primero, que el nivel econ¨®mico del pa¨ªs est¨¢ subiendo. Puedo tener un ni?o muy problem¨¢tico en casa, pero si no tengo para pagar el piso, ni el colegio, no puedo pensar en recurrir a un psic¨®logo. De otro lado, pr¨¢cticamente en 30 a?os hemos pasado de ser una sociedad en que muchas necesidades psicosociales estaban cubiertas por la familia o por el barrio, a otra que genera demandas enormes. Nuestra cultura mediterr¨¢nea nos ayuda mucho, y tenemos a¨²n a las abuelas, que son fundamentales, pero el ritmo de trabajo de los espa?oles es espeluznante y no todos tienen ese apoyo".
"Los espa?oles pensaban que s¨®lo los enfermos mentales van al psic¨®logo. Hoy saben que puede recurrir a ¨¦l una persona que atraviesa un problema de pareja o un ni?o que por un cambio de colegio vive una situaci¨®n dif¨ªcil. Saben que siendo asesorados por un profesional pueden lograr que esa situaci¨®n cr¨ªtica dure menos tiempo y se haga m¨¢s llevadera, con lo cual mejorar¨¢ la calidad de vida de la familia", explica Chac¨®n.
El miedo a ir al psic¨®logo, opina, est¨¢ desapareciendo. Incluso ahora "est¨¢ hasta bien visto" consultarle, motivo por el cual a veces se exagera y la visita deriva en una moda.
Raimon Gaja, psic¨®logo cl¨ªnico que trabaja en Barcelona en uno de los seis gabinetes que tiene en Espa?a el Instituto Superior de Estudios Psicol¨®gicos (ISEP), resalta que, efectivamente, en ciertos c¨ªrculos ir al psic¨®logo resulta prestigioso.
"El estr¨¦s se relacion¨® con un tipo de persona que laboralmente ten¨ªa ¨¦xito: los yuppies, por ejemplo", dice Gaja, quien refiere que el ISEP atendi¨® durante 1997 unas 800 consultas al mes, la mayor parte debidas a ansiedad y depresi¨®n.
A partir de su experiencia, Gaja nota tambi¨¦n que al individuo ahora le interesa curar no s¨®lo los dolores f¨ªsicos. "La gente quiere estar bien emocionalmente. Cuidamos m¨¢s aspectos de nuestra autoestima. Y adem¨¢s podemos hablar con m¨¢s apertura, por ejemplo, de un conflicto de pareja; aunque quiz¨¢s los problemas de disfunci¨®n sexual contin¨²en ocultos. Cada vez hay m¨¢s psic¨®logos y despachos. Hace dos d¨¦cadas los gabinetes en Barcelona pod¨ªan llegar a 20 o 25. Ahora son alrededor de 350".
El centro Luria, de Madrid, atiende unas 700 consultas al mes, de las cuales unas 40 corresponden a personas que acuden por primera vez. Enrique Garc¨ªa, uno de los 25 terapeutas del gabinete, cuenta que en 1997 las visitas mensuales llegaron a s¨®lo 600, y que en 1992 eran unas 400.
"Nuestras estad¨ªsticas evidencian que hay un aumento paulatino de la demanda de ayuda psicol¨®gica, y la mayor parte de nuestros pacientes los env¨ªan otros pacientes [lo cual demuestra que la visita al psic¨®logo se emplea como tema de conversaci¨®n]. A partir de dos d¨¦cadas de experiencia puedo decir que la percepci¨®n sobre el hecho de visitar al psic¨®logo ha ido cambiando, y hoy cobra fuerza esta idea: voy a consulta porque no me encuentro bien".
Garc¨ªa explica que es marcada la tendencia de visitar al psic¨®logo en momentos dif¨ªciles. "La gente tiene problemas normales que ya no se esconden: pierden a un ser querido, est¨¢n desorientados, han elegido una profesi¨®n que no les gusta, atraviesan una separaci¨®n o, en el caso de los ni?os, tienen bajo rendimiento escolar". Los adultos que llegan a Luria lo hacen primero debido a trastornos por ansiedad (estr¨¦s, fobias) y luego a causa de depresiones originadas por diversas razones, frecuentemente por una crisis vital. Garc¨ªa explica que la depresi¨®n siempre tiene que ver con alg¨²n tipo de p¨¦rdida y que, en una sociedad plagada de exigencias, las expectativas no alcanzadas suelen vivirse tambi¨¦n como p¨¦rdidas.
Pero el psic¨®logo no tarda en se?alar que la ansiedad y la depresi¨®n han existido siempre. Son mecanismos de las personas "para ir adapt¨¢ndose a los cambios", y lo que se ha modificado son sus manifestaciones. "Ahora bien, es cierto que actualmente se pueden ver riesgos en situaciones que objetivamente no son peligrosas para la vida, y entonces puedo estar ansioso porque no tengo ¨¦xito social o porque me pone nervioso el qu¨¦ dir¨¢n de mi". Los problemas de adaptaci¨®n personal son los m¨¢s frecuentes tambi¨¦n entre los adultos a los que atienden los psic¨®logos del Centro de Salud Mental de Retiro (en Madrid). Antonio Men¨¦ndez, psiquiatra de este centro, explica que se trata de personas que, sin tener graves antecedentes psiqui¨¢tricos, en un momento determinado de su vida atraviesan una crisis a causa de un conflicto afectivo, de la p¨¦rdida de un ser que rido... La segunda causa de las consultas en el centro son los trastornos de alimentaci¨®n como la anorexia y la bulimia, que requieren casi siempre del tratamiento conjunto del psiquiatra y el psic¨®logo.
Felipe Mar¨ªn, psic¨®logo cl¨ªnico de un gabinete particular, afirma incluso que hay una gran demanda de ayuda psicol¨®gica entre personas sanas que quieren explorar alg¨²n aspecto de su vida. "Para aumentar su creatividad, enriquecerse y, por ejemplo, mejorar su desempe?o profesional".
"La poblaci¨®n se dirige a nosotros con mucha m¨¢s naturalidad que antes. Y eso ocurre porque ya no les importa s¨®lo la supervivencia econ¨®mica o alimentaria".
Ana Eva Cubillo y Loretta Cornejo, dos de las cuatro psic¨®logas del centro Umayquipa, de Madrid, han observado tambi¨¦n que las personas asumen ahora con m¨¢s normalidad la consulta psicol¨®gica. "Los adolescentes a veces se pasan la voz unos a otros. Ya no es un secreto entre ellos". Su gabinete atendi¨® hasta julio ¨²ltimo casi 2.000 consultas (durante 1996 recibieron 2.143, y en 1997 aumentaron a 2.765).
En opini¨®n de Jos¨¦ C¨¢ceres, psic¨®logo del Centro de Salud Mental Ermitaga?a -uno de los ocho que pertenecen al Osasunbidea (Servicio Navarro de Salud)- la entrada del psic¨®logo en la vida diaria de las personas es creciente porque la propia cotidianidad genera cada vez m¨¢s estr¨¦s. De todas formas, se nota cierta tendencia a considerar al psic¨®logo como si fuera un m¨¦dico. Lo explica el propio Jos¨¦ C¨¢ceres: "El ciudadano se conforma menos con el sufrimiento. A veces, sin embargo, nos asocian con f¨®rmulas m¨¢gicas y muchos pacientes me dicen "vengo para que me cures" o "vengo para que me arregles". Son muy pocos los que vienen a ver qu¨¦ pueden hacer ellos mismos".
"La vida cotidiana -explica C¨¢ceres- pone a prueba al organismo cada vez m¨¢s seguido. Recientemente analic¨¦ c¨®mo se aceleran el coraz¨®n y la presi¨®n arterial a medida que una persona discute con otra a la que quiere: 7 latidos por minuto por encima de lo normal y una elevaci¨®n en la presi¨®n arterial de 10 mil¨ªmetros de mercurio".
?Y qu¨¦ nombre le puso a la investigaci¨®n? "Fisiolog¨ªa del desamor".
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