Calavera pura
Algunos hicieron cola, otros se colaron. "Yo ven¨ªa acompa?ando a un amigo, pero llegamos a las 20.30 y ya no quedaban entradas", explicaba sentado en las escaleras de acceso al teatro Central Jes¨²s, un vecino de la Alameda que no comprend¨ªa c¨®mo se hab¨ªa elegido un espacio con un aforo para s¨®lo 800 personas. Las casi cinco horas que dur¨® el concierto que ofrecieron Fabulosos Cadillacs, Aterciopelados, Maldita Vecindad y Julieta Venegas la noche del s¨¢bado en Sevillaentusiasmaron a los asistentes y aguaron la fiesta a los que no pudieron entrar. Era el segundo concierto de la gira de presentaci¨®n por Espa?a de Calaveras y diablitos, el primer volumen de una serie de discos que pretenden mostrar la variedad de rock mestizo que se hace a ambos lados del Atl¨¢ntico. El orden de aparici¨®n de los grupos en el escenario fueinverso al del cartel anunciador. "Y ¨¦sta, ?qui¨¦n es?", preguntaba un despistado cuando comenz¨® la actuaci¨®n de la acordeonista Julieta Venegas. El volumen a toda pastilla de los equipos hizo ininteligible la letra de las canciones durante todo el concierto. "No me gusta c¨®mo suena y no lo entiendo porque el teatro tiene buena sonoridad", comentaba Juan, un ingeniero de 45 a?os, en el bar, pincho de tortilla en la boca. El grupo mexicano interpret¨® canciones de su ¨²nico disco, Aqu¨ª. "Pens¨¦ que era menos rock. ?Esto es m¨²sica ca?era?", preguntaba una joven rubia a su amiga. "A m¨ª los que me suenan son los Fabulosos Cadillacs, pero me gusta venir a conciertos por el ambientillo". En un ciclorama, un extra?o monstruo sosten¨ªa un televisor que conten¨ªa una tarjeta de cr¨¦dito en la que la palabra Visa se hab¨ªa reemplazado por Vida ante unos espectadores ansiosos: Maldita Vecindad y los Hijos del 5? Patio presentaron ante el abarrotado auditorio un repertorio revolucionario, dedicado al "zapatismo espa?ol" y a los estudiantes del 68, pero tambi¨¦n a P¨¦rez Prado y a la poes¨ªa chicana. "Son Mano Negra total", apuntaba Julio, un aficionado a la m¨²sica dedicado al negocio de bares. La ambientaci¨®n, el volumen de la m¨²sica y las dosis de alcohol fueron aumentando al mismo ritmo. El juego de luces que ofrecieron Aterciopelados fue un paseo por el arco iris que hac¨ªa combinaba con los colores de la guitarra de la cantante, Adela, que apareci¨® vestida de sirena y con peluca rubia. Consu voz dulce y arrastrada, la colombiana amenazaba a un hombre que no se dejaba querer con cortarle la cara "con una cuchilla de ¨¦sas de afeitar" o entonaba un bolero falaz porque estaba "hasta la coronilla" de un novio que no era su media costilla. "Lo que m¨¢s me gusta es lo siniestros que son, la relaci¨®n que tienen con la muerte. Son todos calaveras", dec¨ªa un joven. Y llegaron los Fabulosos Cadillacs con sus Fabulosos Calavera y su Matador: 90 minutos de actuaci¨®n prevista que se alarg¨® varias canciones m¨¢s ante las demandas del p¨²blico. El cantante vest¨ªa una malla roja que abultaba demasiado en cierta parte, no siempre igual. "Era muy extra?o, primero parec¨ªa una salchicha, despu¨¦s ya era un bocadillo", coment¨® jocoso alguien.
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