Transiciones
Si la escenograf¨ªa dise?ada por Arzalluz como una obra en tres actos (primero, la tregua; segundo, las elecciones vascas; tercero, la segunda transici¨®n) llegase a cumplirse finalmente, nos enfrentar¨ªamos a una ¨¦poca de cambio pol¨ªtico caracterizada por la incertidumbre m¨¢s radical, donde las posiciones prefijadas se tornan imprevisibles y los distintos actores colectivos cambian de actitud, de postura y hasta de bando con vertiginosa plasticidad. Tanto es as¨ª que, en esos momentos de crisis, o cambio de sistema, todo, hasta lo m¨¢s impensable, llega a ser posible. Y es que, como han demostrado autores como Dobry, Przeworski o Schmitter y O"Donnell, en tales ¨¦pocas se disuelve el determinismo de las estructuras sociales y de las instituciones organizadas (como los partidos pol¨ªticos), pasando a cobrar un protagonismo de primer plano los l¨ªderes individuales, de lo que constituyen buen ejemplo los Su¨¢rez y Gonz¨¢lez que protagonizaron en Espa?a la primera transici¨®n. Pues bien, si ahora vamos a enfrentarnos a una ocasi¨®n hist¨®rica semejante, ?qu¨¦ clase de temple cabe esperar de l¨ªderes actuales como Aznar, Almunia o Borrell? ?Sabr¨¢n estar a la altura de los acontecimientos, jugando el dif¨ªcil papel que se espera de ellos?Pero, adem¨¢s de la importancia crucial que adquiere el liderazgo, tambi¨¦n hay otro rasgo que caracteriza a los periodos de cambio pol¨ªtico acelerado. Se trata de la s¨²bita reestructuraci¨®n de la memoria colectiva, que reconstruye selectivamente el pasado (saldando cuentas, reparando entuertos y perdonando deudas) e impone una nueva definici¨®n de la realidad, desde la que se proyecta construir en el futuro un destino compartido en com¨²n. Aqu¨ª es donde interviene el doble concepto de transici¨®n como transigencia y transacci¨®n, estableci¨¦ndose un compromiso entre la concesi¨®n de amnist¨ªa general (lo que incluye una generosa amnesia) y la aceptaci¨®n sin reservas de unas comunes reglas de juego, de las que ning¨²n actor pol¨ªtico resulte excluido.
Por supuesto, todo esto viene a cuento de ETA y el abertzalismo radical, que no se integr¨® en el sistema pol¨ªtico espa?ol durante la primera transici¨®n, y que por eso su exclusi¨®n ha pesado como una losa insuperable durante estos 20 a?os, distorsionando el proceso pol¨ªtico y condicionando gravemente la consolidaci¨®n de la democracia.
El resultado han sido los m¨²ltiples asesinatos causados por ETA (as¨ª como muchos otros cr¨ªmenes menores debidos al terrorismo de baja intensidad), pero tambi¨¦n la inadmisible respuesta reactiva de la guerra sucia, que s¨®lo consigui¨® reforzar y reproducir la cultura de la violencia antisistema arraigada en las bases sociales de ETA. Pues bien, como es l¨®gico, todo esto debe ser ahora comprendido y superado mediante una nueva amnist¨ªa (t¨¦cnicamente dif¨ªcil de negociar, pero pol¨ªticamente inexcusable) que por supuesto debe afectar tanto a los delincuentes de ETA (o Jarrai) como a los del GAL. S¨®lo as¨ª se lograr¨¢ integrar inclusivamente a todo el nacionalismo vasco en nuestro sistema pol¨ªtico.
Pero en este sentido merece una menci¨®n especial el partido socialista, principal protagonista de la consolidaci¨®n democr¨¢tica, pero v¨ªctima propiciatoria del revanchista ajuste de cuentas en que degener¨®, de 1993 hasta ahora, el sistema procedente de la primera transici¨®n. Y es que tambi¨¦n el PSOE debe experimentar su particular segunda transici¨®n, 20 a?os despu¨¦s de aquella otra en la que renunci¨® al marxismo atravesando su propio Bad Godesberg. Lo cual plantea un problema no s¨®lo de liderazgo (dada su actual tricefalia efectiva), sino tambi¨¦n de memoria colectiva, que hoy es para el PSOE un tema tab¨². Es verdad que ahora ser¨ªa la ocasi¨®n de amnistiar sus pasados errores, pero esto no significa limitarse a una ley de punto final que haga tabla rasa borrando toda responsabilidad. Eso s¨®lo supondr¨ªa negar y olvidar el pasado, y para superarlo se precisa algo m¨¢s, pues hace falta asumirlo y enfrentarse a ¨¦l reconoci¨¦ndolo tal como es. Lejos de cultivar su amnesia, lo que el PSOE necesita es recuperar la memoria, a fin de explicarse, y sobre todo explicarnos, lo que entonces sucedi¨®.
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