Un elefante en la Cibeles
"Una de las cosas que m¨¢s me entreten¨ªan de ni?o era preparar un frontal de venado". Flanqueado por una piel de caim¨¢n curtida por los j¨ªbaros del Amazonas a principios de siglo, de un fais¨¢n chino y de decenas de cr¨¢neos y cornamentas, la afirmaci¨®n de Jos¨¦ Luis, un taxidermista de 38 a?os, no suena nada rara. M¨¢s ins¨®lita es la imagen de la fotograf¨ªa que extrae de un viejo ¨¢lbum familiar: un elefante junto a la fuente de la Cibeles. La foto est¨¢ tomada hace 69 a?os, en 1930, y no est¨¢ trucada. En el centro, delante del animal, aparece Luis Benedito, el abuelo de Jos¨¦ Luis, el hombre que revolucion¨® a principios de siglo la t¨¦cnica para disecar animales. El paquidermo lo hab¨ªa cazado el duque de Alba en ?frica un a?o antes, y el innovador taxidermista recibi¨® el encargo de disecarlo. Encaramado a una tarima con ruedas, fue trasladado desde el Jard¨ªn Bot¨¢nico, donde hab¨ªa sido naturalizado, al Museo Nacional de Ciencias Naturales, en el paseo de la Castellana, de donde no se ha movido desde entonces.Los Benedito llevan cuatro generaciones entregados a la tarea de dar cuerpo a los trofeos de caza, desde mediados del siglo pasado, cuando el bisabuelo de Jos¨¦ Luis, un catedr¨¢tico valenciano, restaurador en las islas Columbretes y gran aficionado a la caza, comenz¨® a disecar animales. Dos de sus hijos, Pepe y Luis, se dedicaron profesionalmente a ello, y, a principios de siglo, se trasladaron a Madrid para trabajar en el laboratorio de taxidermia del Museo de Ciencias Naturales. En 1912 montaron su propio taller en la capital.
"Hasta entonces, lo que se hac¨ªa era secar la piel de los animales, coserla y rellenarla con paja, papel o serr¨ªn. Mi abuelo fue el primero en Espa?a que aplic¨® la dermoplastia, una t¨¦cnica que aprendi¨® en Alemania y que consiste en hacer una escultura anat¨®mica del animal, marc¨¢ndole los m¨²sculos, y finalmente ponerle la piel encima. A este m¨¦todo ya no se le llama disecar, sino naturalizar", explica el ¨²ltimo taxidermista de la saga, Jos¨¦ Luis, que lleva m¨¢s de dos d¨¦cadas en el oficio, desde los 16 a?os.
El pionero Luis Benedito era adem¨¢s un gran escultor -hab¨ªa varios artistas en la familia, entre ellos su hermano, el pintor Manuel Benedito, disc¨ªpulo de Sorolla-, y sus modelos para naturalizar animales eran en realidad esculturas de gran calidad, admiradas como tales por el escultor Mariano Benlliure. "Se trajo de Alemania unas l¨¢minas de anatom¨ªa y realiz¨® un estudio completo de las medidas de cada especie. Trat¨® siempre de que el animal naturalizado fuera una reproducci¨®n perfecta de cuando estaba vivo", comenta su nieto. Adem¨¢s del elefante, otras muchas piezas del Museo de Ciencias son suyas, entre ellas los grupos de cabras monteses, los osos y leones y el toro de Veragua. Y pr¨¢cticamente todas las aves de este museo son obra de su hermano Pepe.
Con el taller, Jos¨¦ Luis hered¨® de su antepasado un recuerdo muy especial: la silla en la que se sentaba Alfonso XIII durante las muchas horas que pasaba en el estudio de los Benedito cuando llegaba la temporada de caza, entre los meses de octubre y febrero. "Se estimaban mucho y manten¨ªan largas conversaciones sobre caza. Fue mi abuelo quien le dio al rey la soluci¨®n para acabar con los furtivos de Gredos: convertirlos en guardas y darles un sueldo para que no tuvieran que cazar para comer".
"En una ocasi¨®n le invit¨® a una cacer¨ªa que el rey organiz¨® en Asturias. Dos cazadores se disputaron un oso, al que los dos aseguraban haber alcanzado primero. Alfonso XIII hizo de Salom¨®n y, como no logr¨® ponerlos de acuerdo, decidi¨® que la pieza la hab¨ªa cazado ¨¦l, y la don¨® al Museo de Ciencias Naturales, donde consta como trofeo del rey".
La familia real sigue siendo cliente de Benedito. "El rey Juan Carlos es un gran aficionado a la caza, y yo s¨¦ que ha renunciado a participar en cacer¨ªas al enterarse de que le hab¨ªan preparado las piezas", apunta Jos¨¦ Luis, quien se especializ¨® en mam¨ªferos y es taxidermista en excedencia del museo donde trabajaron sus antepasados y donde tambi¨¦n se exhibe alg¨²n trabajo suyo. El taller lo hered¨® de su padre, que se dedic¨® sobre todo a las colecciones particulares, como el museo de caza de Riofr¨ªo, donde est¨¢n pr¨¢cticamente todas las especies cineg¨¦ticas que hay en Espa?a.
A pesar de ser un capricho caro -por su ¨²ltimo trabajo, naturalizar un oso rumano, Jos¨¦ Luis ha cobrado 600.000 pesetas-, no falta trabajo para los taxidermistas. "Espa?a es el segundo pa¨ªs del mundo exportador de cazadores. Los taxidermistas tenemos trabajo todo el a?o, no s¨®lo durante la temporada de caza. Hay compa?¨ªas que organizan continuamente safaris en ?frica y expediciones a Alaska o Estados Unidos, y la gente quiere conservar los trofeos". Jos¨¦ Luis, presidente de la Asociaci¨®n Nacional de Taxidermistas, asegura que en un censo realizado en 1992 contabilizaron 300 taxidermistas en toda Espa?a y que probablemente en la actualidad la cifra se ha duplicado. "Hace una d¨¦cada, los americanos introdujeron los materiales pl¨¢sticos y los moldes de cart¨®n piedra. Te venden desde la peana hasta el hocico. Ya no se necesita saber dibujar o modelar, ni tener conocimientos de anatom¨ªa. Este sistema es muy c¨®modo, pero est¨¢ acabando con la creatividad, porque los animales se hacen en serie", apunta.
Insiste en que su trabajo exige una limpieza absoluta. "La imagen del taxidermista, para mucha gente, es la de un se?or siniestro que vive en un s¨®tano sucio, como el personaje de la pel¨ªcula Cien d¨¢lmatas. Todo lo contrario. Este trabajo exige mucha luz y una pulcritud extrema. Del animal s¨®lo conservamos la piel y el cr¨¢neo despu¨¦s de una minuciosa limpieza". Por superstici¨®n, se niega a disecar animales dom¨¦sticos. Cree que trae mala suerte. "Hay mucha gente que me pide que diseque al gato o al perro. Siempre intento convencerles de que no lo hagan, porque, al haber conocido al animal vivo, resulta muy desagradable verlo petrificado junto al televisor". Tampoco faltan peticiones escandalosamente horteras. "Hay quien me ha tra¨ªdo una liebre para que la diseque tocando una guitarra, o me ha pedido que coloque bombillas en los ojos de una cabeza de venado para utilizarla como l¨¢mpara. Por supuesto, me niego", concluye.
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