Hacia otros derroteros
JOSU BILBAO FULLAONDO Desde el final del verano la oferta fotogr¨¢fica en San Sebasti¨¢n parece no querer cesar. El listado de trabajos es numeroso. Entre todos se ha puesto de manifiesto la versatilidad que es capaz de adoptar esta forma de expresi¨®n. Quiz¨¢s, el estilo m¨¢s chocante se encuentra en los montajes de Alfredo Jaar (Santiago de Chile, 1956) expuestos en el Centro Cultural Koldo Mitxelena, que, m¨¢s all¨¢ de la fotograf¨ªa, con su impacto visual quieren invitar a la reflexi¨®n sobre uno de los grandes temas que no pierde actualidad: los procesos genocidas en los pa¨ªses africanos. Con el titulo H¨¢gase la luz, un trabajo elaborado durante cuatro a?os, el chileno Alfredo Jaar lanza un grito de denuncia solidaria por las salvajes matanzas que se produjeron en 1994 entre las etnias hutus y tutsis en Ruanda. La forma elegida para manifestar sus sentimientos ha surgido de los nuevos rumbos en los que navega la fotograf¨ªa empujada por los vientos de la innovaci¨®n. Es el recurso de lo que se denomina fotoinstalaci¨®n, algo complejo de definir. Puede entenderse como una f¨®rmula que se desenvuelve dentro de un criterio de absoluta libertad acad¨¦mica, algo capaz de incorporar todos aquellos elementos significativos que el autor considere necesarios para plasmar su pensamiento. Una nueva estrategia de intervenci¨®n en el espacio de la imagen que no elude el compromiso social. Los precedentes art¨ªsticos del autor latinoamericano han manifestado siempre una gran sensibilidad por las diferencias existentes entre el Tercer Mundo y las sociedades industrializadas. Dentro de su repertorio biogr¨¢fico destaca la utilizaci¨®n de la fotograf¨ªa para descubrir las condiciones de vida de los inmigrantes o resaltar el deterioro medioambiental. Su libro A Hundred Times Nguyen es una respuesta al encarcelamiento de vietnamitas que buscaban asilo en Hong Kong. Sus insinuaciones pol¨ªticas convierten sus exposiciones en herramientas propagand¨ªsticas para la causa de los m¨¢s d¨¦biles. Galer¨ªas y museos de los cinco continentes han exhibido sus ensayos que recurren a los m¨¢s diversos ingenios: fotos, luces de ne¨®n, animaci¨®n por ordenador, trasparencias en cajas de luz, serigraf¨ªas, impresiones por laser o todo ello en distintas combinaciones. Alertado por lo que ocurr¨ªa Ruanda acudi¨® a este pa¨ªs para tomar im¨¢genes. Con la idea de que "una buena fotograf¨ªa" es la que m¨¢s se aproxima a la realidad estuvo captando met¨®dicamente todo lo que surg¨ªa a su alrededor. Ante una situaci¨®n desgarrada los ingenios ¨®pticos no son capaces de manifestar la globalidad del sentimiento. La tragedia sobrepasa el alcance de las im¨¢genes. Son resultado de una experiencia vicaria que filtra estremecimientos del autor y autoriza al espectador para que las reduzca instintivamente a un estado puro donde solo destilan satisfacci¨®n informativa. Pueden llegar a convertirse en algo ex¨®tico que las sociedades m¨¢s desarrolladas transforman en un simple producto de consumo cultural con m¨ªnima relaci¨®n entre comprador, proceso de elaboraci¨®n y esencia de su origen. Los salones del KM recogen el intento de remediar el desfase entre aprehensi¨®n fotogr¨¢fica y acontecimientos en si mismos, un fen¨®meno intr¨ªnseco del proceso comunicacional actual donde el masivo consumo de im¨¢genes genera pasividad e indiferencia ante su contenido. El nuevo esfuerzo creativo de Jaar hace de la foto un dispositivo ideol¨®gico de reflexi¨®n intelectual. El mecanismo funciona cuando se contempla el fulgor que surge de los ojos de un ni?o negro. Tambi¨¦n ocurre con la reiterada proyecci¨®n de Epilogue, un retrato de mujer que en el transcurso de unos minutos aparece y desaparece sobre una pantalla bajo un fundido en blanco. Los sentimientos mantienen su vibraci¨®n cuando a los patios dedicados a la meditaci¨®n llegan aromas de t¨¦ y caf¨¦, productos de Ruanda que no consiguen hacer olvidar el olor de la sangre.
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