Gifford relata la biograf¨ªa de su padre, un g¨¢nster de Chicago
"Sirvi¨® a una mafia, pero no fue un asesino", declara el autor
El argumento de su vida supera sus novelas. Barry Gifford (Chicago, 1946) vivi¨® hasta los cinco a?os en un hotel y su padre, un g¨¢nster que regentaba una licorer¨ªa, muri¨® cuando el escritor contaba 12 a?os. El autor de Coraz¨®n salvaje y Perdita Durango ha necesitado esperar m¨¢s de cuatro d¨¦cadas para redactar El padre fantasma (Destino), una autobiograf¨ªa novelada sobre su progenitor. "Sirvi¨® a una mafia, pero no fue un asesino", dice.
La carretera como hilo argumental est¨¢ presente en toda su narrativa, pero en El padre fantasma Gifford se sube al Cadillac azul de su padre para viajar desde Chicago a los pueblos del sur de Estados Unidos. "El libro resume perfectamente la infancia de un ni?o que vivi¨® abandonado, aunque nunca le faltara el amor de sus padres", asegura el escritor. "Quer¨ªa desvelar el misterio que exist¨ªa alrededor de mi padre, pero descubr¨ª que no era f¨¢cil encontrar respuestas".El padre fantasma, que ¨¦l etiqueta como memorias, est¨¢ fragmentada en cap¨ªtulos muy breves que acaban armando el rompecabezas de su ni?ez. En uno especialmente dram¨¢tico, titulado Una educaci¨®n no sentimental, un ni?o le pregunta abiertamente si su padre era un asesino. La respuesta del escritor ahora a esa cuesti¨®n, que tanto le enfureci¨® entonces, es negativa. "Fue muy ¨²til al sindicato, pero creo que no fue un asesino. No lo necesitaba. Era m¨¦dico y ten¨ªa, en los a?os de la prohibici¨®n, acceso a todo tipo de drogas. Les era m¨¢s ¨²til como propietario de un bar, que era una tapadera de mercanc¨ªas robadas, drogas o cualquier otra cosa, que como mat¨®n".
All¨ª se lo encontr¨® su madre una madrugada sentado sobre un fajo de peri¨®dicos jugando con una pistola . El local era frecuentado por el hermano de Al Capone y por la actriz Doroty Lamour y si Gifford cierra los ojos todav¨ªa puede ver a su padre con un traje negro y una corbata dorada.
Con una infancia as¨ª resulta m¨¢s f¨¢cil entender la literatura de este escritor plagada de personajes brutales, pero con un hueco en su corazones para la ternura. Cada cap¨ªtulo de la novela corresponde a lo que ¨¦l define como "una vi?eta o una fotograf¨ªa que responden a cada una de las im¨¢genes visuales de mi mente". A redactarlo le ha ayudado especialmente el hecho de haber empezado su carrera literaria como poeta. "Una de las lecciones que aprend¨ª de la escritura de poes¨ªa es la econom¨ªa del lenguaje. Utilizo la palabra justa para dar lo m¨¢ximo de la forma m¨¢s econ¨®mica y eso se refleja en todas mis novelas".
A sus 52 a?os, Gifford mantiene el t¨ªpico look de adolescente: camisa amplia, vaqueros y botas negras. Su atuendo no responde a una cuesti¨®n de imagen. La noche de su llegada la pas¨® con su novia, la joven actriz Laura Morante, cerrando los distintos garitos de la noche madrile?a. El escritor espa?ol Ray Loriga, gran amigo suyo, les sirvi¨® como gu¨ªa.
Gifford trabaja ya en otra novela con tintes de realidad: la historia de una madre y su hijo en viaje por el sur y el medio oeste norteamericano en los a?os cincuenta. Su obra abarca todos los registros, desde el gui¨®n hasta el ensayo y la m¨²sica, pero ahora se prepara para dirigir su propia pel¨ªcula basada en una de sus obras. "Me gusta ir de una cosa a otra y hasta ahora con el cine nunca hab¨ªa tenido la sensaci¨®n de cierre que te da una novela. David Lynch o ?lex de la Iglesia llevaron mis obras a la pantalla, pero ahora quiero tener el control completo de la acci¨®n".
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