Arqueolog¨ªa
El descubrimiento de unos importantes restos arqueol¨®gicos en el casco urbano de Huelva ha despertado el inter¨¦s de los onubenses por sus tiempos m¨¢s cl¨¢sicos. Muchos vecinos se asoman a ese balc¨®n hist¨®rico donde se abisma el enigma de su pasado y pasan las horas observando a los arque¨®logos a la espera, quiz¨¢s, de ser testigo de un gran descubrimiento. Qui¨¦n sabe lo que aguarda bajo tanta tierra y siglos de espesa oscuridad. Tal vez una clave minera tart¨¦sica. O una luz impagable de sus conocimientos mar¨ªtimos. El caso es que estos onubenses matan su ocio, y quiz¨¢s le hurten unos minutos a sus negocios, de la mejor manera que pueden hacerlo: hallando en esas catas arqueol¨®gicas del centro de Huelva la identidad emocional necesaria para sentirse orgullosos de su pasado m¨¢s remoto. Pero tal vez desconozcan la realidad actual de la arqueolog¨ªa andaluza en general y de la onubense en particular. Desde ya les puedo asegurar que no tiene mejor color de cara que el rostro de otras expresiones culturales de la comunidad. Extremada en el finisterre andaluz y desligada del centro pol¨ªtico administrativo de la comunidad, Huelva, quiz¨¢s por el empuje universitario de su joven distrito, irrumpe con fuerza reclamando lo que por derecho y la importancia de estos hallazgos le corresponde. Que no es ni m¨¢s soberan¨ªa ni m¨¢s autodeterminaci¨®n que la ayuda econ¨®mica de su Ayuntamiento, de la Consejer¨ªa de Cultura (por cierto, hasta julio s¨®lo hab¨ªa gastado algo m¨¢s del 38% de su presupuesto) y del Gobierno central para acometer con dignidad, decoro y solvencia estos trabajos. La arqueolog¨ªa andaluza siempre ha tenido dos grandes frentes abiertos. De un lado la espesura burocr¨¢tica de las administraciones locales y auton¨®mica capaces de aburrir al animad¨ªsimo y moyatoso Baco. De la otra, los claros intereses privados que se tentaban la ropa cada vez que sobre un solar donde iban a construir un aparcamiento o un bloque de quince pisos aparec¨ªa un yacimiento arqueol¨®gico. Cierta confusa idea de la modernidad y el progreso tambi¨¦n han hecho de las suyas. Pregunten, por si las moscas, qu¨¦ es lo que pas¨® en C¨®rdoba con el AVE. Deprimida por la burocracia y la escasez del dinero p¨²blico yace enterrada nuestra arqueolog¨ªa en lo m¨¢s profundo de la indigencia, contemplando, en Huelva, c¨®mo la alcald¨ªa se gasta en convid¨¢s lo que quiere y Cultura, en Sevilla, se gasta menos que el pasamanos de un octavo piso.
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