Fondo sin fondo
POCAS REUNIONES anuales del Fondo Monetario Internacional ( FMI) y del Banco Mundial han revestido la significaci¨®n de la que acaba de concluir en Washington y pocas han sido las que han dejado una frustraci¨®n tan acusada. La severidad y extensi¨®n de la crisis financiera global iniciada hace m¨¢s de un a?o en el sureste asi¨¢tico, adem¨¢s de situar a la econom¨ªa mundial en un trance sin muchos precedentes, ha acelerado la puesta en cuesti¨®n de esas dos instituciones, en particular del FMI. La amplia contestaci¨®n al recetario impuesto en los pa¨ªses asi¨¢ticos receptores de ayudas, la ausencia de diagn¨®sticos convincentes sobre el alcance de la crisis y la no menos preocupante carencia de soluciones que atajen el creciente contagio son algunas de las razones de ese debilitamiento en la autoridad del Fondo.La reuni¨®n concluye con la impresi¨®n generalizada de que el mundo no dispone de mecanismos de respuesta articulados y de suficiente eficacia para atajar lo que puede ser la crisis m¨¢s grave de la ¨²ltima mitad del siglo. Una crisis global aut¨¦ntica, geogr¨¢fica e institucional que, por el momento, tiene como principales damnificados a ese grupo de pa¨ªses latinoamericanos, fieles seguidores de las recomendaciones del FMI, cuya ¨²nica responsabilidad es la de verse catalogados como econom¨ªas emergentes y sufrir por ello las consecuencias de esa huida de los capitales exteriores. El pat¨¦tico contraste entre la profesi¨®n de fe en la ortodoxia de los m¨¢ximos mandatarios de esos pa¨ªses y el castigo paralelo infligido por los mercados financieros -sin que esas instituciones internacionales sean capaces de arbitrar el apoyo suficiente- es una denuncia expl¨ªcita de la inutilidad de las mismas. No obstante, esta reuni¨®n anual se despide con un punto de esperanza: la posibilidad de que el apoyo del FMI al programa presentado por Brasil merezca el apoyo financiero en la cuant¨ªa y con la rapidez que la estabilidad de toda la regi¨®n necesita.
Como era previsible, el director gerente del FMI y los miembros del Grupo de los Siete (G-7) han nutrido sus intervenciones en esta reuni¨®n anual de gen¨¦ricas referencias a esa nueva arquitectura del sistema monetario internacional, pero no han concretado su alcance y su configuraci¨®n institucional. El esbozo de la creaci¨®n de una l¨ªnea de cr¨¦dito para ayudar a los pa¨ªses en dificultades con orientaciones pol¨ªticas correctas no constituye una gran novedad, y confirma, por el contrario, un problema de car¨¢cter estructural: la escasa capacidad financiera de las instituciones multilaterales en relaci¨®n con los vol¨²menes que manejan los mercados financieros.
El principal accionista del FMI, EEUU -que sigue ostentando capacidad de veto en sus decisiones- tampoco est¨¢ desempe?ando un papel acorde con su capacidad. Adem¨¢s de tener pendiente el pago de sus cuotas, est¨¢ obsesionado por problemas internos cuya naturaleza guarda escasa relaci¨®n con las consecuencias dram¨¢ticas que la crisis financiera est¨¢ originando en los pa¨ªses menos desarrollados. La pretensi¨®n estadounidense de desplazar las discusiones desde los ¨®rganos de gobierno del Fondo hacia grupos de pa¨ªses cuya representaci¨®n es cuestionable, lejos de facilitar las cosas, abunda en esa falta de respeto a esa instituci¨®n.
El cuestionamiento del FMI tal y como act¨²a en la actualidad no reduce, sino todo lo contrario, la necesidad de instituciones reguladoras de la econom¨ªa de car¨¢cter mundial. No deja de ser parad¨®jico que, cuando esas instituciones disponen de mayor n¨²mero de miembros -acabada la bipolarizaci¨®n de los sistemas econ¨®micos propia de la guerra fr¨ªa-, sea menor su capacidad de influencia. Esta paradoja aumenta las negativas tentaciones proteccionistas y la urgencia de debatir la implantaci¨®n de controles a los flujos financieros.
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