"No le digas a nadie que tu padre es guardia civil"
Los agentes del cuartel de La Salve en Bilbao viven, a pesar de la tregua, aislados del mundo que les rodea
El padre de Ra¨²l es un h¨¦roe, y por eso ayer le pusieron una medalla. Se la colgaron de la guerrera del uniforme y un hombre muy importante -el representante en Bilbao del Gobierno de Madrid- le regal¨® un diploma y un apret¨®n de manos; los aplausos, de tan fuertes, retumbaban en las paredes y sonaban a aguacero. Hoy Ra¨²l volver¨¢ al colegio. Con las matem¨¢ticas y el euskera, perfeccionar¨¢ tambi¨¦n una asignatura -la de las mentiras necesarias- que la mayor¨ªa de los ni?os todav¨ªa ignora a los siete a?os. A Ra¨²l se lo explic¨® un d¨ªa el padre Javier, capell¨¢n de La Salve, el cuartel de la Guardia Civil en Bilbao: -Mira Ra¨²l, a veces, de vez en cuando, los embustes son necesarios, sobre todo si con ellos se consigue un bien. As¨ª que deber¨¢s seguir diciendo en clase que tu padre es abogado; no le digas a nadie que tu padre es guardia civil.
Ra¨²l sabe que deber¨¢ callarse tambi¨¦n lo de la medalla, y lo de la fiesta que vino despu¨¦s, y lo bien que se sabe ya la letra y la m¨²sica del himno de la Guardia Civil. A pesar de la tregua declarada por ETA, la vida de los guardias civiles desplegados en el Pa¨ªs Vasco sigue siendo muy dif¨ªcil. Se quejan de que s¨®lo disponen de dos sistemas para protegerse -a ellos y a sus familias- de la agresi¨®n exterior: alambradas y mentiras. De esa forma, La Salve en Bilbao, Sansomendi en Vitoria o Intxaurrondo en San Sebasti¨¢n se han ido convertido -a lo largo de los 30 a?os de la lucha antiterrorista- en tres extra?as fortalezas donde se desarrolla un mundo paralelo. Desde dentro se observa el exterior como un laberinto lleno de peligros, de bombas que florecen en los bajos de los coches, de criminales desconocidos que acechan. Desde fuera, lo a?ejo de las construcciones, la falta de espacio -despachos, viviendas y calabozos se disputan los metros cuadrados, solap¨¢ndose a veces- y una historia salpicada de sombras nunca bien explicadas contribuyen al misterio. Dice el teniente Gonzalo -que lleg¨® soltero al cuartel y ahora tiene tres hijos, uno de ellos estudiando para ingeniero en Deusto- que la tregua, "mientras sea provisional", no va a cambiar la situaci¨®n. "Vamos perdiendo la vida", se lamenta, "a?o tras a?o, aislados de la gente de la calle por los muros y tambi¨¦n por el desconocimiento; nada tiene que ver nuestra vida de la un guardia civil en Zamora o en C¨¢diz; all¨ª la gente te conoce y te aprecia; aqu¨ª tienes la sensaci¨®n, y demasiadas veces la certeza, de que la gente te odia". S¨®lo en d¨ªas como ayer -festividad de la Virgen del Pilar, patrona de la Guardia Civil- los cuarteles se abren a las visitas, aunque casi siempre llegan de uniforme: representantes de las otras polic¨ªas, militares de los tres ej¨¦rcitos, guardias retirados. Tambi¨¦n alguna autoridad. Ayer, fue el subdelegado del Gobierno en Vizcaya, Eugenio Burgos, quien les anim¨®: "Por primera vez en muchos a?os celebramos el acto con el alivio y la tranquilidad que nos produce la declaraci¨®n de la tregua". El subteniente Miguel lo oy¨® entre el p¨²blico. Aunque se jubil¨® con 65 a?os, despu¨¦s de 46 de servicio, siempre que puede regresa a su cuartel de siempre. "No es verdad que todo el mundo te odie", tercia, "tambi¨¦n hay quien te sigue apreciando aunque se entere de que eres guardia civil".
No siempre es as¨ª. Al teniente Gonzalo no se le olvidar¨¢ su viaje de novios. Se fue a Canarias, en un viaje organizado, y ya en el avi¨®n conoci¨® a otra pareja del Pa¨ªs Vasco. "No hac¨ªan m¨¢s que preguntar a qu¨¦ me dedicaba, y aunque les dije que era funcionario municipal no se lo cre¨ªan, segu¨ªan preguntando erre que erre, sospechando algo. El ¨²ltimo d¨ªa, el hotel nos regal¨® a cada uno una camiseta con una fotograf¨ªa impresa. Sigui¨® insistiendo y me enfad¨¦. El ¨²ltimo d¨ªa se lo dije:
-Cuando te pongas la camiseta llevar¨¢s la cara de un guardia civil.
Le temblaron las piernas. Intercambi¨® unas palabras en euskera con su marido y al rato me respondi¨®:
-Pues cuando te la pongas t¨² que sepas que llevas la cara impresa de una concejal de Herri Batasuna de Getaria.
Me qued¨¦ helado. Todav¨ªa tengo la camiseta, pero nunca me la llegu¨¦ a poner".
Al padre Javier, el capell¨¢n, se le notaba ayer contento. Aunque se emocion¨® al recordar a las m¨¢s de 80 v¨ªctimas del terrorismo -entre guardias, polic¨ªas y militares- que ya ha tenido que enterrar. Se acord¨® de la mujer de uno de los ¨²ltimos agentes asesinados, muerto junto a ella de un tiro en la nuca mientras tapeaba en un bar de Zierbana. De lo que le dijo la ¨²ltima vez que la vio:
-No me consigo quitar de la memoria el olor de la p¨®lvora.
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