El candidato y el miedo al futuro
En un primer gran movimiento hist¨®rico moderno, la aparici¨®n de la sociedad industrial trajo consigo miseria, paro y hambre, y hubieron de pasar algunos a?os hasta que eso fue desapareciendo en las sociedades m¨¢s pr¨®speras, en las que se increment¨® el bienestar general. En un segundo movimiento, la sociedad emergente, global e informatizada, est¨¢ acarreando graves desajustes mundiales y la ca¨ªda sin transici¨®n interior de reg¨ªmenes pre-globales, como el sovi¨¦tico, al tiempo que el aventurerismo financiero pone en jaque a la autonom¨ªa del poder pol¨ªtico y al equilibrio econ¨®mico.En este contexto, el futuro aparece mediado por factores que, en principio, no parecen favorecer una estabilidad duradera, mientras los Estados se disponen a asumir este escenario desde la perspectiva de una entidad financiera m¨¢s que desde aquella de garantes del bienestar ciudadano en todos sus despliegues: la llamada crisis del Estado de bienestar pudiera tener tambi¨¦n una explicaci¨®n en esta l¨ªnea de razonamiento. En estas condiciones, la socialdemocracia del presente y del futuro inmediato podr¨ªa tener ante sus ojos un dilema complejo que ya tuvo, bajo otra perspectiva, en otros tiempos: o asumir esta din¨¢mica y subirse a ella sin cr¨ªticas, o negarla y situarse en la otra orilla, o asumirla cr¨ªticamente. La primera parece ser m¨¢s bien una alternativa para la derecha (PP), la segunda se acerca m¨¢s a la izquierda que representa IU, y la tercera es la opci¨®n hist¨®rica del PSOE. La etapa de desajustes y problemas de la sociedad emergente pudiera ser larga y penosa, cruzada de incertidumbres, oscilaciones econ¨®micas e inquietantes propuestas pol¨ªticas, a la vez que se ver¨ªan debilitadas las bases econ¨®micas redestributivas que han hecho posible la paz interior de los pa¨ªses desarrollados y un cierto control de los procesos mundiales de desarrollo. Poca cosa, quiz¨¢, pero suficiente para evitar confrontaciones graves e irreversibles.
La figura del candidato socialista Jos¨¦ Borrell aparece en un momento en el que esa socialdemocracia nueva (nueva en el sentido en el que los problemas a afrontar tambi¨¦n lo son) a¨²n no ha definido con claridad sus objetivos y estrategias, y oscila entre el clasicismo socialdem¨®crata en l¨ªnea con la izquierda hist¨®rica, apoy¨¢ndose en las clases trabajadoras cl¨¢sicas, y el neosocialismo asentado sobre las clases medias que pudiera representar Blair. Esta segunda opci¨®n hace m¨¢s da?o pol¨ªtico, claro, a la derecha hist¨®rica, aunque respete m¨¢s sus mecanismos de reproducci¨®n econ¨®mica. Pero la primera opci¨®n pudiera dejar demasiado campo pol¨ªtico a esa derecha, aunque eventualmente pudiera poner m¨¢s en jaque a sus tradiciones reproductivas.
Son dilemas mundiales que tienen sus variantes locales. Dec¨ªa Touraine en estas p¨¢ginas que necesitamos pol¨ªticas voluntaristas que reconstruyan los controles pol¨ªticos y sociales de la econom¨ªa. Creo que es as¨ª: la mano invisible que mueve el mercado es eventualmente bastante irresponsable y necesita, de vez en cuando, alguna escayola o, cuando menos, alguna venda suave. Y son los empresarios de todo nivel los que m¨¢s necesitan un cierto orden frente a este flujo financiero incontrolado y casi incontrolable que pone en jaque, cada vez m¨¢s intensamente, al precario sistema mundial. As¨ª pues, los objetivos de una socialdemocracia de amplios horizontes sociales y reconstructivos deber¨ªa estar muy en onda con el capital productivo, porque es ¨¦ste, m¨¢s que nadie, el que necesita una pol¨ªtica socialdem¨®crata de reequilibrios sociales que ponga de nuevo el centro de la acci¨®n en la cohesi¨®n social y en el desarrollo posible (?sostenible?), evitando esa carrera hacia ninguna parte del desarrollo apoyado en columnas financieras de poco fuste que se quiebran al primer viento (?y cu¨¢ntos vientos faltan a¨²n para que esta sociedad emergente se asiente e inicie un periodo de estabilidad?).
La capacidad de generar un cierto entusiasmo ya la ha demostrado el candidato socialista, y ahora debe demostrar que puede mantenerlo, cuesti¨®n ¨¦sta que est¨¢ vinculada a su capacidad de definir claramente la situaci¨®n y enunciar pol¨ªticas de esperanza, porque la gente necesita esa esperanza cierta de que es posible activar la econom¨ªa sin acrecentar la incertidumbre hacia el futuro y sin disminuir a¨²n m¨¢s la seguridad que proporciona el saber que el Estado no es un aventurero m¨¢s, sino algo a su servicio que intenta buscar los mejores caminos. En este contexto mundial, la sensatez del Estado y la fortaleza de Europa deber¨ªan ir unidas a unas pol¨ªticas de futuro capaces de asentar una din¨¢mica de desarrollo independiente de los vientos financieros m¨¢s oportunistas, que pueden acabar con nosotros, y eso hace necesario medidas pol¨ªticas europeas en esa l¨ªnea. En este sentido, una alianza real entre el capital productivo y las pol¨ªticas socialdem¨®cratas europeas podr¨ªa iluminar ese futuro con estrategias, al menos, de alcance medio, porque este d¨ªa a d¨ªa incontrolado o controlado a medias con simples medidas de ajuste menor en las grandes econom¨ªas mundiales, no ofrece ninguna garant¨ªa de estabilidad.
La angustia del futuro inmediato es ya un s¨ªndrome general, m¨¢s intenso en los j¨®venes y en sus padres, y esa angustia, que se concreta en el tema del trabajo y el paro, es, sin embargo, de mucho mayor alcance y parece evidenciar una desconfianza profunda y general hacia la pol¨ªtica y los pol¨ªticos, como si se estuvieran sembrando las bases psicosociales para resolver las crisis econ¨®micas con remedios antiguos y temibles. Siempre existe esa opci¨®n de reserva cuando las pol¨ªticas econ¨®micas incontroladas que la actual filosof¨ªa global propicia producen efectos m¨¢s bien sombr¨ªos en las econom¨ªas mundiales. Y as¨ª, la mano invisible del mercado se transforma en una mano menos amable al servicio, sin embargo, de los mismos intereses reproductivos.
Creo que la socialdemocracia est¨¢ para introducir variantes democr¨¢ticas y sociales en este repetido proceso de frustraci¨®n colectiva y de crisis anunciadas, y para generar una clase pol¨ªtica consciente de que su papel no es el de simple instrumento eventual de un capitalismo hist¨®rico y primario que crea m¨¢s y m¨¢s graves problemas de los que a veces parece resolver. Existen muchos puntos de vista parecidos a este que expreso en el mismo coraz¨®n de las organizaciones internacionales m¨¢s operantes, nada sospechosas de estatalismo. Y se extiende la creencia en una necesaria revisi¨®n de la filosof¨ªa econ¨®mica al uso, a riesgo de poner al borde del quebranto al sistema mundial de precarios equilibrios econ¨®micos y pol¨ªticos.
Una cierta forma de hacer po -
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El candidato y el miedo al futuro
Viene de la p¨¢gina anteriorl¨ªtica econ¨®mica parece estar debilit¨¢ndose, aunque no hay ninguna garant¨ªa de que su modificaci¨®n vaya a ser necesariamente positiva: para que lo sea deber¨ªa estar la socialdemocracia, que en Europa es dominante. Se ha insistido tanto y desde tantos ¨¢ngulos en la dificultad de pensar el futuro sin una pol¨ªtica de formaci¨®n consistente que parece in¨²til insistir en esto: ?seguiremos teniendo universidades mal dotadas, atestadas de alumnos mal servidos, y pensadas m¨¢s como guarder¨ªas de j¨®venes que como centros de formaci¨®n integral? El que los empresarios est¨¦n descubriendo las ventajas de contratar a un licenciado en filolog¨ªa cl¨¢sica, en filosof¨ªa pura o en f¨ªsica del estado s¨®lido, para su gesti¨®n empresarial, habla de hasta qu¨¦ punto es necesario el entrenamiento racional y especulativo, frente a la concepci¨®n simplista del productivismo pedag¨®gico.
Tampoco parece pensable un futuro asentado en el expolio fiscal de las clases medias: el Estado puede ser un buen redestribuidor sin tener que llegar a convertirse en un buen ladr¨®n al estilo de Robin Hood. Las pol¨ªticas fiscales m¨¢s duras podr¨ªan ser s¨®lo un ejemplo de ineficiencia. O pensar un futuro temible edificado sobre un sector empresarial que carezca de una perspectiva a medio y largo plazo y que act¨²e en funci¨®n de la inmediatez que caracteriza al capital especulativo, proponiendo un modelo de crecimiento imposible asentado sobre el desprecio a los equilibrios sociales, modelo que acaba por crear graves problemas de desigualdad que a su vez repercuten negativamente sobre la paz social y el desarrollo.
Otro futuro imposible: el de un pa¨ªs o un mundo con la cadena ecol¨®gica destrozada y con cada vez menos posibilidades de restauraci¨®n. ?ste no puede ser un tema decorativo: o la socialdemocracia se toma en serio el desastre en curso o nadie lo va a hacer. E incluyo en el tema ecol¨®gico la defensa de un mundo diverso: cu¨¢ntas veces se ha usado el concepto de internacionalismo con el ¨²nico objetivo de laminar la diferencia, para luego lamentarse de las actitudes sociales reactivas. La irracionalidad, aunque se ejerza en nombre de alguna raz¨®n aparente, s¨®lo crea graves problemas donde s¨®lo hay problemas. Existe la angustia del futuro inmediato y est¨¢ muy fundada en el tipo de procesos econ¨®micos incontrolados que estamos viendo. Quiz¨¢ por eso, un gesto pol¨ªtico de esperanza real es bien acogido y repercute en las encuestas. Pero no se trata de una cuesti¨®n de imagen del candidato, tan banal. No es eso: la gente tiene un miedo real y fundado al futuro, y necesita que le hablen del futuro. Con fundamento y con esperanza.
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